La Virgen de laVarga, en Uceda

viernes, 19 noviembre 1993 0 Por Herrera Casado

 

La villa de Uceda, antiquísima y cargada de historia, asienta en un alto llano, al borde norte de la meseta que media entre el Henares y el Jarama. Asomada por alta y agria vertiente al valle hondo de este último río, su situación muy estratégica fue utilizada y codiciada desde muy remotas épocas. Con seguridad fue asiento de pueblos primitivos y de celtíberos, y aun los romanos desde ella controlaron el paso por el valle, teniendo un castro o ciudadela que se ha querido identificar con la Vescelia de las crónicas.

La historia de Uceda

Aunque no hace mucho, en un libro ejemplar y magnífico, Guadalupe Sanz plasmó con finura y meticulosidad los avatares de la historia de Uceda, no está de más que muy brevemente aquí la recordemos. Los árabes pusieron aquí población fortificada. De tal modo, que durante los siglos medios de la Reconquista, los cristianos castellanos trataron en varias ocasiones de apoderarse de ella, haciéndolo Fernando I hacia 1060, y luego Alfonso VI, definitivamente, en 1085, en aquella campaña crucial en que cobró para Castilla los enclaves de Atienza, Hita, Guadalajara y Toledo, entre otros. Desde ese momento, la villa se repobló intensamente: se reconstruyó su castillo; se fortificó el poblado con una gran muralla y los reyes ampararon bajo su directo señorío a este lugar, otorgándole fuero propio, y concediendo a Uceda un amplio alfoz o territorio de su jurisdicción.  Momentáneamente, en 1119, la reina doña Urraca cedió el señorío de Uceda, junto al de Hita y muchos otros lugares de la Transierra, a don Fernando García de Hita y a su mujer doña Estefanía Ermengot. Pero enseguida volvió de nuevo a la corona de Castilla. Fue en la primera mitad del siglo XIII que el rey don Fernando III lo entregó, tal como había prometido al comienzo de su reinado, al arzobispo de Toledo, regido a la sazón por su hijo el infante don Sancho. Ese mismo Rey, en 1222 concedió nuevos privilegios a Uceda, ampliando su Fuero.

Pero aún en el señorío de los arzobispos toledanos, el Concejo de la villa fue muy fuerte y rico, manteniendo sus habitantes una próspera actividad de tipo mercantil y agrícola. Sostuvo dicho concejo una serie de largos pleitos con los Mendoza, señores del frontero territorio o Común de Buitrago, así como con el de Guadalajara. De todos modos, la historia medieval del burgo castellano de Uceda queda centrado nítidamente por el influjo de sus señores, los arzobispos toledanos, que tienen en ella un valor seguro, defensivo y patrimonial. Muy cuidado y mimado, de su mecenazgo derivan, entre otras cosas, la iglesia mayor del burgo primitivo, la iglesia de Nª Srª de la Varga, que hoy se conserva, medio en ruinas, a las afueras del lugar, y en funciones de Camposanto.

La iglesia románica de la Varga

La iglesia románica de Nuestra Señora de la Varga asienta en el extremo poniente del pueblo. Está hoy en ruina parcial y alberga al camposanto. Es obra de transición del románico al gótico, levantada en la primera mitad del siglo XIII por los arzobispos toledanos, señores de la villa (quizás por don Rodrigo Ximénez de Rada, introductor de las normas arquitectónicas cistercienses en España). Toda ella construida en sillar calizo, blanco‑grisáceo, asoma sobre un paisaje por el que pasa en hondo valle el río Jarama.

De lo más antiguo, este templo de la Varga muestra ahora el muro de mediodía, en el que se abre la portada principal, que se alberga en un cuerpo saliente, y se forma por ocho arquivoltas sobre columnas adosadas excepto la más externa y más interna que apoyan sobre pilastras. Los capiteles son sencillos y sin decoración. La traza del arco es ligeramente apuntada. En el muro de poniente aparece otra puerta, hoy tapiada, formada por varias arquivoltas apuntadas. Es un elemento muy sencillo, y, por los mensulones que aparecen en su parte superior, se puede colegir que antiguamente estuvo protegida por un porche. La planta del templo, al que hoy le falta la cubierta y, por lo tanto, está transformado en un gran patio, es cuadrada. Su extremo oriental está ocupado por los tres ábsides, el principal y dos laterales, que se abrían a las correspondientes naves por sendos arcos apuntados doblados, sobre pilares en cuyos frentes van adosados semicolumnas con capiteles y cimacios decorados con motivos vegetales esquemáticos. En la capilla mayor, que va precedida de un corto tramo recto, se ve muy bien conservado un capitel en el que aparece una figura humana escoltada de dos animales. Las tres capillas absidiales van separadas entre sí por arcos de medio punto abiertas en el grueso muro. Se iluminan por delgadas ventanas abocinadas, escoltadas por molduras semicirculares, con columnillas y capiteles vegetales del estilo. Las bóvedas son de cuarto de esfera y tramos de cañón. Al exterior, se marcan columnas adosadas y cornisa sostenida por canecillos. En la mampostería que forma el muro norte se ven todavía numerosos fragmentos de finas tallas de cardinas, arcos y otros detalles que denotan haber existido uno o varios enterramientos de época gótica. Su interior, que debía ser riquísimo de obras de arte, altares, orfebrería, enterramientos de nobles y muchos otros detalles, está solamente ocupado de sepulturas modernas. No obstante, constituye aún un notable ejemplo de la arquitectura románica rural de la provincia de Guadalajara. De las otras dos iglesias parroquiales que existieron, Santiago y San Juan, probablemente también románicas, ya nada queda.

La tradición de la Virgen

La iglesia que acabamos de describir, y a cuya visita invitamos a nuestros lectores, es el lugar donde se concretaba un culto y se hacía viva la fe en un milagro. Entre las tradiciones populares de Uceda destaca netamente esta devoción hacia la Virgen de la Varga, su patrona desde hace siglos.

Quiere la leyenda que, después de estar ocho siglos oculta, se apareció en el siglo XV a un labrador, Juan de la Vara, por medio de vivos resplandores procedentes de la misma muralla de la villa. Se trataba de una magnífica talla escultórica románica, policromada y sedente, que fue destruida en la Guerra Civil de 1936‑39. Su fiesta se celebra el 15 de agosto, y la tradición del pueblo cuenta muchos antiguos milagros relacionados con esta advocación. Uno de ellos dice que Diego de Illescas, natural del pueblo, fue capturado por los árabes y llevado a Orán. Estando allí encarcelado, rogó a su Virgen de la Varga, y de repente, y sin saber cómo, se encontró de rodillas, libre, rezando ante la puerta de la iglesia de Uceda, la víspera de la Fiesta de la Virgen. Esta iglesia que ahora, alta y blanca, en la soledad de los cerros alcarreños, se ofrece al viajero que quiere conocer, palmo a palmo, monumento a monumento, esta tierra impar de Guadalajara.