Una peregrinación a Santiago en la Alcarria: La portada románica de Santiago en Cifuentes

viernes, 23 julio 1993 2 Por Herrera Casado

 

Pasado mañana, festividad de Santiago Apóstol, la ciudad del «campo de la estrella», la mítica Compostela del Reino de Galicia, será un hervidero de gentes que, un año más, un siglo más, se congregarán ante el pórtico de la Gloria, se postrarán ante la imagen del Patrón de España, y cumplirán la peregrinación que de mil modos diferentes antes habrán emprendido.

La Alcarria participa, ‑participó siempre‑ de ese caminar con bordón y venera en dirección a Compostela. La Edad Media era toda un camino. Y ese camino que desde los mil pueblos de la Europa cristiana se dirigían al sepulcro luminoso del Apóstol, pasaba también, aunque en remoto ramal, por la Alcarria. Por Cifuentes, concretamente.

De su magnífica iglesia parroquial dedicada al Salvador, construida en el siglo XIII gracias a la ayuda de doña Mayor Guillén Guzmán, nos queda hoy la «Puerta de Santiago», obra impresionante que recuerda nada más verla al Pórtico de la Gloria, a las iglesias del camino francés, ‑el Poitu y la Charente entre el verdor de la Galia atlántica‑, y que tiene elementos suficientes para valorarla, y ensalzarla, como una «puerta de camino». No en balde tiene ese nombre (de Santiago), está orientada en esa dirección (hacia el Occidente, el «Finis Terrae» galaico), y tiene entre las cien figuras talladas de sus arquivoltas a ese individuo (un peregrino de esclavina y bordón santo) que la pintan santiaguista cien por cien.

Para quien no pueda pasado mañana caminar a Santiago, ó estar donde quisiera, bien puede valer ese mínimo viaje a Cifuentes, real o imaginario, para encontrarle la razón al día.

La puerta románica

La portada románica de Santiago en la iglesia de Cifuentes está abierta en el muro de poniente, y se constituye por una profunda bocina que se derrama por varias arquivoltas en degradación, siendo la más interna liso cancel, y el resto repetidamente boceladas, con una de ellas cuajada de talladas puntas de diamante, y mostrando la interna y externa grupos iconográficos de gran fuerza expresiva.

La fecha de construcción de esta puerta la podemos situar entre 1261 y 1268. Si desde 1258 era señora de Cifuentes doña Mayor Guillén de Guzmán, entre los años citados fue obispo de Sigüenza don Andrés, que está representado en el conjunto de figuras de la arquivolta exterior. Por su conjunto iconográfico podemos afirmar que ha recibido claramente las influencias del arte románico francés, especialmente de la región de Poitu, e incluso de Borgoña. Esta temática es traída netamente por los peregrinos santiaguistas. Ciudades del Camino de Santiago, como Saintes y Aulnay, poseen iglesias con conjuntos iconográficos similares a este de Cifuentes.

El conjunto de esta portada viene a representar el antiquísimo poema de Prudencio que tituló la Psicomaquia en el que se desarrollaba una batalla entre la Fe y la Idolatría, dentro del alma, siendo ambas posturas socorridas por un ejército de virtudes y de vicios. La batalla terminaba con el triunfo de la Fe y la construcción de un templo. Era, pues, elemento preferido para colocar sobre una puerta de Iglesia. La Edad Media europea lo utiliza profusamente, aunque a España llega con cierto retraso, al menos a Cifuentes. La iglesia francesa de Argenton‑ Chateau muestra una disposición similar: una arquivolta con la Psicomaquia; otra más inferior con las vírgenes prudentes; otra con los apóstoles, acompañándose de ángeles, y con Cristo en la Clave.

Merece la pena pararse, pasado mañana, o cualquier día del año, delante de la portada de Santiago en Cifuentes. En su arquivolta exterior se ve lo siguiente: de izquierda a derecha del espectador surgen siete figuras diabólicas, provistas de elementos de martirio y pecado. Una de ellas sorprende por su verismo: es una diablesa, horrible, deforme, desnuda, de grandes pechos lacios, que está pariendo una pequeña figurilla, puesta boca abajo, coronada y con cetro en la mano; viene a representar, con gran crudeza, el origen diabólico del rey. Son representaciones de vicios. En la parte derecha de esta arquivolta externa se ven otras siluetas de siete figuras que, por este orden, representan, de abajo arriba, una pareja humana, con amplios mantos vestida, que aplastan con sus pies una cabeza monstruosa; el obispo don Andrés, de Sigüenza; hay, como he dicho antes, un peregrino con sombrero, bordón, cantimplora y manto, que pisa a un demonio; es el verdadero héroe del conjunto; y además un hombre devoto, orante, con vara de autoridad, pisando otro demonio; una mujer anciana, con vara; y finalmente, una reina. Son las virtudes. Y aun podríamos añadir que la señora de Cifuentes, al participar en la ordenación iconográfica de la puerta de la iglesia que mandó levantar, quiso poner algo de su propia biografía; ella, una reina, figura entre las virtudes. Y el rey, aquel Alfonso X que después de gozar de ella la despidió dándole la limosna de unos pueblos, se representa entre los vicios, heredero directísimo del demonio.

En la arquivolta interna están tallados, en relieve menos acusado, y por mano evidentemente distinta, tres grandes ángeles, parejas de apóstoles, y San Pedro y San Pablo con sus atributos.

Todos estos arcos descansan en una línea de capiteles que se cobija bajo una imposta corrida que se prolonga por el muro de la iglesia que alberga a la portada. En los capiteles vemos diversas escenas que, en la línea de la izquierda del espectador pueden asimilarse a una Natividad y varias figuras de monstruos, mientras que en la derecha se ve la Anunciación, escenas de la Pasión de Cristo muy desgastadas, y motivos vegetales. Las representaciones de la imposta, en el lado izquierdo, son verdaderamente curiosas, pues aparece claramente una pareja, a punto de ser devorados por la gran cabeza de un monstruo, pareja de hombre y mujer, desnudos y en acto carnal; y siguen otras imágenes de seres humanos en lucha con diablos, y mil variedades más del variopinto mundo del Medievo. Hay parejas de leones, de lechuzas, de alanos y otros monstruos extraídos del bestiario medieval. Y sobre todo ello un olor a romería, a camino y a fiesta, que bulle por las piedras, y las alegra.