La joya prehistórica en Guadalajara: La cueva de los Casares

viernes, 16 julio 1993 0 Por Herrera Casado

 

Con motivo de un curso realizado en Sigüenza, dentro de los «Cursos de Verano» que en la Ciudad Mitrada ha realizado este año la Universidad de Alcalá de Henares, ha saltado de nuevo a la actualidad el tema de la Arqueología provincial. Se han puesto de relieve los muchos elementos de interés que para el conocimiento de la historia antigua reúne nuestra tierra, y de nuevo ha sido la ciudad visigótica de Recópolis, junto a Zorita, la que ha figurado como estrella de la reunión, especialmente a tenor de unos proyectos y un «vamos a hacer…” que por enésima vez se ha repetido, en declaraciones a la prensa. Pienso que es práctica poco recomendable la de «vender la piel del oso antes de haberlo cazado», y que sería mucho mejor recuperar el yacimiento en toda su dimensión, conociendo a fondo lo que en él existe, antes de empezar a proyectar sobre el mismo «parques arqueológicos» con vistas al turismo de fin de semana.

Hoy, sin embargo, quiero traer a esta palestra de los alcarreño un elemento que puede ser considerado como la auténtica joya de la Prehistoria alcarreña, y que estando ya suficientemente estudiado y conocido, no tiene recibido aún todo el aparato que en orden a su visita y admiración por las gentes debería habérsele dedicado. Me estoy refiriendo a la «Cueva de los Casares», en el término de La Riba de Saelices.

Es monumento nacional y merecedora de una atenta visita. Le proviene el nombre de un antiguo poblado árabe que hubo en la ladera sobre la que aparece la cueva, y que se coronaba con gran torre o atalaya vigilante del valle, de arquitectura singular, pues su planta es cuadrada y tiene la entrada a gran altura, orientada al sur, sobre el acantilado, con arco apuntado interior y dos pisos con bóveda, en saledizo que se comunicaban por una escalera hoy perdida. Su aparejo morisco, es de sillares sin escuadrar, planos o de canto, acuñados con losetas y mortero de cal y grava. En sus alrededores y lugar del poblado se ha descubierto cerámica del siglo XI y alguna moneda árabe de la ceca de Zaragoza.

La «Cueva de los Casares» propiamente dicha sirvió de habitáculo y templo al hombre primitivo y de paridera y encierro de ganados a las generaciones más recientes. Fue descubierta para el arte por los señores Rufo Ramírez y Francisco Layna, siguiendo enseguida los arqueólogos Juan Cabré, H. Breuil, A. Beltrán e I. Barandiarán con progresivos y profundos estudios acerca de la joya que para la historia del arte rupestre o paleolítico supone una galería cuajada de grabados en la roca. La más antigua ocupación humana de la Cueva de los Casares, se remonta al Paleolítico medio, del que han aparecido numerosísimos materiales, encuadrables en el período Musteriense. Hachas, puntas de lanza y gran cantidad de material lítico de Neolítico. Cerámicas campaniformes del tercer milenio antes de Cristo, cerámicas a mano, lisas, de la Edad del Hierro, y cerámica a torno de hasta la presencia árabe del siglo XI son los fundamentales testimonios de la inteligencia humana en aquel entorno. Lo más importante de la Cueva, y lo que hace de ella un auténtico «santuario del grabado paleolítico», son las numerosas incisiones parietales que en riquísimo abanico de formas y representaciones sirven de elocuente testigo de una época y un arte lejanísimo en el tiempo. Nada menos que 168 grabados diferentes se han podido identificar, pudiendo admirarse entre ellos varios caballos, liebres, peces, grandes felinos, toros, cérvidos, rinocerontes, bisontes y muchas otras especies de animales; figuras y trazos arborescentes; y aún hermosos grabados de figuras antropomorfas, con hombres a caballo, pescando, nadando y en otras faenas rituales. Todo ello puede encajarse en tres épocas muy definidas, que vienen a ser el Auriñacense del Paleolítico superior, el Solutrense y el Magdaleniense.

Siguiendo el valle del río Linares hacia arriba, se encuentran parajes de gran soledad y belleza, entre ellos el «valle de los milagros» en el que destacan curiosas formas rocosas monolíticas. Por él se llega, subiendo unos diez kilómetros hacia el término de Santa María del Espino, a la Cueva de la Hoz, también declarada monumento nacional, en la que existen también grabados parietales de la misma época y estilo más esquemático.

El conjunto de la «Cueva de los Casares» en Riba de Saelices es, sin duda alguna, único en el mundo, y a ello habría que dedicarle algo más de atención por parte de las autoridades culturales de nuestra provincia y región, pues aunque está perfectamente atendida por la persona encargada de su vigilancia y cuidado, que durante muchos años ha mimado aquel entorno como si de su propia casa se tratase, hace falta todavía mayor atención. Sobre todo comunicar su existencia, y facilitar su visita con horarios más amplios. Para verla, dirigirse en Riba de Saelices al alcalde, Sr. Moreno, que es el encargado de ensañarla. Puede llegarse hasta el pie del cerro en que asienta en coche, mediante cómoda pista de tierra. El último tramo hay que escalarlo. Se pasa en grupos máximos de 10 personas, y la visita guiada dura un par de horas.