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marzo, 1993:

Más datos sobre el Panteón. El pintor Ferrant y los artistas que hicieron el Panteón

 

Hemos hablado las semanas pasadas, al hilo de la polémica que se ha suscitado en torno a la posibilidad de transformar urbanísticamente el ámbito que rodea al Panteón de la Duquesa de Sevillano y el resto de edificios artísticos que la circundan, sobre los creadores de tanta belleza, que fue construida, dada su magnitud y detalles, a lo largo de treinta años, desde 1884 hasta 1916 aproximadamente. Y así recordamos al arquitecto Ricardo Velázquez Bosco, burgalés que diseñó con todo detalle y meticulosidad el conjunto de tan magna obra; al escultor Ángel García Díaz, madrileño, que talló con mimo las esculturas que forman los elementos más vigorosos y concretos de la decoración. Y hoy nos queda hablar de ese otro plantel de artistas que remató la belleza del lugar.

Es uno de ellos, sin duda el más famoso y conocido en los ambientes artísticos románticos madrileños de fines del siglo pasado, el pintor Alejandro Ferrant y Fischermans, uno de los mejores pintores de «cuadros de historia» en la España finisecular, y que figura como autor del gran Calvario que centra el altar del templo del panteón, y que parece recién pintado, de brillante y colorista que aún se muestra.

Había nacido Ferrant en Madrid, en 1843, ciudad donde moriría en 1917. Tuvo por maestro a su tío Luis Ferrant, académico de San Fernando. Recibió clases en la Escuela Superior de Pintura de Madrid, ganando muchos premios desde joven y concursando en diversas exposiciones de ámbito nacional. En 1874 fue pensionado por el gobierno y marchó a Roma, donde realizó un gran cuadro «La disputa del Sacramento» en colaboración con Pradilla. Varios grandes cuadros de tema histórico pintó allí, y en 1880 fue elegido académico de la de Bellas Artes de San Fernando. En 1892 obtuvo la Primera Medalla de la Exposición Internacional, con un cuadro sobre El Cardenal Cisneros. En 1903 fue nombrado director del Museo de Arte Moderno. Cultivó siempre la pintura histórica, la de género, la religiosa y la meramente decorativa. Se le consideró siempre como un hombre muy culto, bondadoso e incansable para el trabajo, siendo siempre respetado por todos los pintores, incluso los más jóvenes. Gran dibujante y colorista, practicó no sólo el óleo, sino también la acuarela. Sus cuadros fueron colocándose en diversos museos y en los palacios y casas más aristocráticas de la Corte. En la cúpula de San Francisco el Grande pintó las Sibilas y Profetas, y algunas otras pinturas en ese templo. También pintó para escaleras y muros del Ministerio de Instrucción Pública, para el palacio de Miramar en San Sebastián, y en el de El Pardo, en la Diputación de Navarra varias escenas de la historia de este antiguo reino, así como el techo del Casino de Zaragoza, los del Palacio de Justicia de Barcelona, etc. Fué Alejandro Ferrant un auténtico esforzado de la pintura histórica y de género, dejando en este templo del panteón de la duquesa de Sevillano una muestra exquisita, pura y elocuente, de su maestría pictórica, de su dominio de la figura, la expresión y el color.

El resto de la riqueza ornamental del panteón de la condesa de la Vega del Pozo está conseguido a través del trabajo y el arte de una larga serie de artesanos anónimos, que pusieron en los mosaicos de techos y suelos, o en los mármoles de las paredes y altares, lo mejor de una técnica depurada elaborada a través de los siglos. Así debemos recordar a los musivarios de Rávena, que venidos desde Italia se dedicaron durante años a bordar en las bóvedas del panteón su excelsa teoría de formas y colores; a los marmolistas granadinos que trabajaron con paciencia y dulzura las grandes cantidades de mármol que previamente se había traído, en bruto, desde lejanas regiones de España; y a los rejeros y herreros madrileños y toledanos que forjaron las grandiosas rejas que en su parte de ingreso desde el paseo de San Roque, y en la que comunica con la Fundación, dan límite expresivo y preciosista a este monumento. Por poco no pudimos contar en la nómina de artistas que conformaron esta joya monumental arriacense al maestro de jardines que fué Cecilio Rodríguez. Después de morir la duquesa, la propiedad contrató a este hombre para que realizara los jardines que adornarían el espacio que va desde la verja de entrada sobre el paseo de San Roque hasta la misma escalinata de acceso al Panteón. Debían ser unos jardines de ambiente funerario, solemnes y dispuestos para infundir en quien los cruzara en dirección al templo sepulcral la idea de respeto hacia la muerte y a la persona/s enterradas en aquel inmenso edificio. Por razones que ignoramos, no se llegaron a hacer esos jardines.

Han venido estos apuntes recordatorios de los artistas que hicieron el monumental conjunto del Panteón y la Fundación «San Diego de Alcalá» a cuento de la polémica suscitada el pasado mes, a raíz de un coloquio‑debate organizado por el Colegio de Arquitectos de Guadalajara en torno a la posibilidad de desmontar de su actual emplazamiento la verja de entrada a este conjunto, y trasladarla delante de la escalinata del Panteón, para que de ese modo quede un espacio abierto (que el Ayuntamiento construirá como «parque público») entre las viviendas unifamiliares de la calle Mozart y el referido Panteón, comunicado todo ello con la calle Ferial de una parte, y con el parque de San Roque por otra. El espacio destinado a este parque sería donación, al parecer, de las monjas adoratrices a la ciudad, a cambio de haber recibido del Ayuntamiento la recalificación de parte de su territorio de huertas para espacio urbano donde poder construir 400 chalets.

Aparte el tema de la construcción de esos chalets en un lugar muy cercano al conjunto monumental del Panteón/Fundación, sobre el que, aunque tengo mis opiniones, no considero procedente expresarlas públicamente, sí que me parece importante opinar acerca del referido traslado de la verja, que por dos razones fundamentales me parece un error que no debería cometerse: de un lado, el gran riesgo de deterioro que supondría para tan delicado y extraordinario monumento su desmontaje, traslado y nueva colocación en terreno diferente; y de otro, y más radical, el atentado que ello supondría a la obra artística diseñada por un arquitecto tan genial y valorado como Ricardo Velázquez, que planteó  el conjunto de su obra con una gran verja de entrada, de simbolismo también mortuorio‑religioso, en una posición angulada respecto al Panteón, y precisamente en ese borde del paseo de San Roque que limitaba la ciudad y un camino público con el ámbito sagrado elevado al sur de la ciudad. Una y otra razón creo que son de suficiente peso como para hacer reconsiderar a los promotores de la idea en discusión la posibilidad de abandonar esas intenciones de trasladar de lugar y orientación un elemento monumental que, por otra parte, no se encuentra amenazado en cuanto a su supervivencia por ninguna causa mayor (como no sea la de una pura y dura especulación de terrenos…)

Sobre la polémica del Panteón. García Díaz, el escultor de la Duquesa

 

En la polémica abierta en torno a la conveniencia o no de alterar sustancialmente el ámbito urbano en que se inserta el conjunto de edificios fundados por doña María Diega Desmaissières y Sevillano, condesa de la Vega del Pozo, en la parte sur de nuestra ciudad, junto al parque de San Roque, existen diversos elementos que conviene valorar. En realidad hay que poner en valor no solo el aspecto general de los edificios y su funcionalidad, sino los elementos artísticos, todos muy notables, que le integran. Repasábamos la semana pasada la figura del arquitecto diseñador, y hoy hacemos un recuerdo en torno a la figura (hasta ahora muy mal conocida) del escultor Ángel García Díaz, verdadero talento escondido del arte finisecular, que actuó de fiel intérprete de los deseos de la duquesa en la decoración de tantos espacios del magno conjunto.

El escultor preferido de doña María Diega Desmaissiéres resultó ser un artista que a pesar de sus enormes cualidades técnicas y su inspiración llena de fuerza y sugestión, ha pasado casi desapercibido para la historia del arte español. Ángel García Díaz había nacido en Madrid, en 1873. Formó desde muy joven en el grupo de artistas que saliendo del romanticismo se aplicaron al nuevo movimiento simbolista, coleccionando sus primeras sabidurías bajo las lecciones del afamado Francisco Bellver y de los oficiales de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Como muchos de ellos viajó a Roma, pensionado por la mencionada Real Academia con la beca Piquer. Allí en la Ciudad Eterna permaneció tres años, y dos más en París.

Muy joven todavía, en 1892, obtuvo un premio en la Exposición Internacional por sus obras «Retrato del Excma. Sr. D. Ramón Vigil, obispo de Oviedo» y «Giotto adolescente». Más adelante, en las exposiciones generales de 1895 y 1897 también cosechó algunos triunfos, como lo había hecho previamente en la Exposición Universal de Barcelona de 1888. En 1899 ganó la medalla relativa a la Escultura Decorativa.

En Roma trabó conocimiento con otros artistas españoles de la época, y muy especialmente con el pintor Alejandro Ferrant. Allí, en 1902, presentó un precioso busto dedicado al retrato de su hijo, que llamó poderosamente la atención, así como las imágenes de «Una bacante» y «Una danae». Destacó también como decorador, y así en la Exposición de 1904 en Roma ofreció a la admiración pública «La planta del Senado», y la escultura titulada «En la vía de la vida».

A su vuelta a España entró al servicio de doña María Diega Desmaisieres, que le encargó diversas esculturas para su panteón en Guadalajara (las tallas de San Diego de Alcalá y Nª Sra. de las Nieves), las pilas de agua bendita con cabezas de ángeles, y el tímpano con la escena del martirio de San Sebastián para la iglesia de su palacio principal. Aunque ya en 1901 hizo, por encargo del arquitecto Velázquez, el primer boceto para el enterramiento de doña María Diega, no sería sino a partir de 1916, tras la muerte de esta señora, cuando Ángel García se dedicara al proyecto y talla minuciosa del grupo escultórico que aparece en la cripta mortuoria del panteón, consiguiendo su obra suprema de elegancia y soltura, en un verdadero arrebato de arte modernista, que concluyó en el año 1921.

Muchas otras obras produjo por entonces este escultor magnífico pero hasta ahora casi ignorado, pero que con toda justicia puede ser incluido en el catálogo de los escultores españoles del modernismo. Quedó el segundo en los concursos nacionales convocados para la realización del Monumento a Cervantes y del monumento a las Cortes de Cádiz. En 1901 ganó el primer premio del concurso convocado por el Círculo de Bellas Artes para la ejecución de los pilares que coronan su edificio social. Además diseñó y dirigió los monumentos al Sagrado Corazón de Jesús de Béjar, Valdepeñas de Jaén, Huete y Aguilar de San Juan, durante la época de los años 20 en que tanto se promocionó este tipo de monumento sacro. García Díaz es el autor de la famosa «Virgen de la Roca» en los bosques cercanos a Bayona, una imagen de 21 metros de alturas, con una escalera interior, verdaderamente fastuosa. Son suyas también las figuras de la Escuela de Minas de Madrid, que talló por encargo del arquitecto Velázquez, así como los caballos del puente de María Cristina de San Sebastián, todas las imágenes en mármol de la iglesia madrileña de San Manuel y San Benito, haciendo múltiples figuras para el altar mayor de la catedral de Burgos y unos ángeles de 3 metros de altura en su claustro. En Salamanca talló seis imágenes en madera policromada para el Asilo de la Vega, y en Zaragoza hizo el camarín, la Virgen del carmen, el Padre Eterno y el Niño Jesús del convento de los Padres Carmelitas. Todavía decoró el exterior del Banco del Río de la Plata y el Banco Central de Madrid. Finalmente, desde 1933 a 1940, fue profesor de Escultura Decorativa en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. Murió en Madrid, el 3 de octubre de 1954. De su estilo, que ofrece la elegancia y el dinamismo de la inspiración más firme y una técnica verdaderamente depurada, puede decirse que se enmarca dentro del Simbolismo europeo, en el que García Díaz supera el romanticismo, y penetra en la línea del simbolismo‑modernismo puro. Realmente García Díaz consiguió esta meta en las esculturas dedicadas a la muerte de María Diega Desmaissiéres en este su panteón de Guadalajara, que ahora entra (nunca estuvo totalmente fuera) en el punto de mira de la ciudadanía arriacense, al contemplar cómo una redefinición de la estructura urbanística del área meridional de la ciudad amenaza con alterar sustancialmente la estructura plenamente madura de ese gran conjunto monumental del Panteón y Fundación aneja.

La polémica del Panteón. El arquitecto Velázquez Bosco y su obra en Guadalajara

 

El pasado 18 de febrero, y como intervención inicial al debate sobre el proyecto existente de modificación del urbanismo en torno al Panteón de la Duquesa de Sevillano en Guadalajara, pronunció una conferencia en la sede del Colegio de Arquitectos de nuestra ciudad el prestigioso catedrático de Composición de la Escuela Superior de Arquitectura de la Universidad de Madrid, don Miguel Angel Baldellou Santolaria. El tema era la figura del arquitecto decimonónico Ricardo Velázquez Bosco, autor, entre otras maravillas del arte español del siglo XIX, del conjunto del Panteón de la Duquesa de Sevillano y aneja Fundación de «San Diego de Alcalá» en Guadalajara.

La figura de Velázquez como uno de los mejores arquitectos españoles del siglo XIX y aun de todos los tiempos, ha sido contrastada por numerosos tratadistas del arte hispano. De toda su obra, esta Fundación y Panteón de la Condesa de la Vega del Pozo es sin duda la más monumental y grandiosa, la más estudiada y medida.

Nació este profesional y artista en Burgos, en 1843, demostrando desde muy joven gran afición a la arqueología, a la historia, a los monumentos. Ayudante con arquitectos y catedráticos, a los 32 años de edad, ya viviendo en Madrid, decidió cursar la carrera de Arquitectura, acabándola en 1879, consiguiendo en 1881 por oposición la cátedra de «Dibujo de Conjuntos e Historia de la Arquitectura».

Enseguida recibió una serie de encargos, sobre los que trabajó en cuerpo y alma, obteniendo maravillosos, deslumbrantes resultados. Entre 1883 y 1888 construyó la Escuela de Minas de Madrid, hizo la restauración de la Mezquita de Córdoba, el palacio de Velázquez en el Retiro madrileño, y el Palacio de Cristal en el mismo lugar. Más adelante construiría el Ministerio de Fomento, en Atocha, y luego el Colegio de Sordomudos en el paseo de la Castellana. Fue considerado progresivamente como un autor sumamente novedoso, atrevido, imaginativo, plenamente identificado con el pujante momento socio‑económico de la Restauración borbónica. Cada año más famoso, recibió encargos de todas partes, pudiendo atender tan sólo al Estado y a gentes de tanto poder económico como la Condesa de la Vega del Pozo, que le trajo a Guadalajara donde desarrolló una labor constructiva de las que hacen época.

Aquí reformó, por encargo de esta señora, su palacio residencial en el centro de la ciudad (actual Colegio de Maristas) y su oratorio de San Sebastián. Luego comenzó a planificar y dirigir las obras de la Fundación piadosa o Asilo de Pobres, y del Panteón donde doña María Diega Desmaissiéres quería enterrar a su padre, y finalmente le sirvió a ella de mausoleo. Este conjunto, construido entre 1877 y 1916, es sin duda la obra capital del arquitecto Velázquez. Además levantó, poco después, todo el conjunto rural del poblado de Miraflores, con su caserón central, su palomar, su capilla, y sus casas de residencia y almacenes. Un gracioso conjunto, hoy semiabandonado.

Buena parte de la prestancia arquitectónica de Guadalajara es debida al trazo inteligente y la visión artística de Ricardo Velázquez Bosco, un arquitecto que puso en nuestra ciudad la mejor expresión de su genialidad. Aquí se ocupó Velázquez de algunas restauraciones: en concreto la de la capilla de Luis de Lucena, a instancias del primer ministro Conde de Romanones, quien en 1914 se preocupó de este edificio declarándole Monumento Nacional y rescatándole de una inminente ruina. También hizo, en 1902, y por encargo del Ministro de Fomento Conde de Romanones, la restauración del antiguo palacio de don Antonio de Mendoza y Convento de la Piedad, para ser acondicionado como Instituto de Enseñanza Media. En él amplió con una nave que hoy corre a todo lo largo de la calle del cronista Juan Catalina las dependencias destinadas a Instituto, modificando la fachada del antiguo palacio quitándola el frontón triangular e insertando en su lugar un balcón sin gracia. Puso en la planta baja del patio un gran zócalo de azulejería sevillana, lo mismo que en la escalera principal. Se ocupó además, a principios de este siglo, de mejorar y adecentar la fachada y entorno del palacio del Infantado, colocando una gran verja de hierro delante del mismo, y rehaciendo los edificios que por poniente y norte le bordean.

Murió en 1923. Su huella genial quedó entre nosotros, y hoy puede Guadalajara enorgullecerse de contar con la obra mejor de este mago de la arquitectura finisecular.

El profesor Baldellou, tras su alocución inicial, pidió para Velázquez el merecido recuerdo que la ciudad le debe, y que debería concretarse en la dedicación de una calle, pues su monumental trabajo configuró en buena forma la silueta de Guadalajara, y le entregó un aire pleno de luminosidad, de color y de encanto que no debería nunca, bajo ningún concepto, perderse.

En la posterior polémica abierta en torno al proyecto existente de construir 400 chalets en torno al Panteón, y abrir un parque delante del mismo con el traslado de la verja monumental desde el parque de San Roque hasta unos metros delante de la fachada del referido Panteón, el profesor Baldellou se mostró totalmente en contra del mismo, y esbozó en ese momento algunos datos hasta ahora inéditos sobre el sentido de conjunto de este grupo de edificios: en los escritos de Velázquez que él personalmente acaba de descubrir, y que piensa próximamente publicar, se hace alusión al sentido SAGRADO de la construcción y de su orientación, que hasta ahora aparecía realmente paradójica, expresando su creencia de que todo en ese conjunto está puesto con un sentido simbólico, tanto la falta de axialidad uniforme, con visiones en escorzo y perspectivas variadas de los diversos elementos, como el hecho de orientar al norte la puerta del templo y por supuesto los cambios de orientación de comitiva fúnebre y altares de la iglesia y la cripta. Insistió, muy razonadamente, en su postura contraria a introducir cambios en la situación de los elementos del conjunto, que fueron diseñados con unos planteamientos cultos (en un ámbito paleo‑cristiano de elementos girados y distraídos de un eje) que ahora no pueden desmontarse en aras del crecimiento de una ciudad que, como Guadalajara, es pequeño y tiene multitud de lugares por donde crecer cómodamente, sin tener que agredir un conjunto monumental que es su más señalado patrimonio artístico, y de cuya agresión sería muy difícil volver a enmendar más adelante.

La figura de Velázquez Bosco, en cualquier caso, quedó suficientemente resaltada y puesta en valor como la de uno de los mejores arquitectos españoles del siglo XIX, que en Guadalajara dejó grabada su más elevada inspiración constructiva.

¡Estalló la polémica! La ciudad amenaza al Panteón de la Duquesa

 

El pasado día 18 de febrero se inició de forma pública la necesaria polémica sobre el proyecto, ya aprobado por el Ayuntamiento, de remodelación urbana del entorno del Panteón de la Duquesa de Sevillano y de todo el conjunto de edificaciones que constituyen la Fundación «San Diego de Alcalá» de monjas adoratrices de nuestra ciudad. Ha sido el Colegio Oficial de Arquitectos la institución que, muy acertadamente, y cumpliendo con la misión pública que tiene de defensa de la arquitectura, ha puesto sobre la mesa el tema.

Y como era de esperar, la polémica estalló inmediatamente. En esta ocasión me referiré a la anotación, (muy resumida porque el acto de dicho día 18 duró casi cuatro horas) de cuanto se dijo sobre este tema. Y más adelante desgranaré en esta misma sección algunos apuntes sobre el Panteón, sus autores, y lo que se piensa hacer en su torno, todo lo cual tiene mucha más importancia de lo que parece, con vistas a lo que el desarrollo y la pervivencia de la imagen de Guadalajara puede suponer.

Tras una conferencia inicial del catedrático de la Escuela Superior de Arquitectos de la Universidad de Madrid, don Miguel Angel Baldellou, quien explicó el significado arquitectónico y artístico del Panteón y su entorno, y del arquitecto constructor don Ricardo Velázquez Bosco, se pasó a la celebración del coloquio en el que participaron las siguientes personas, además del citado catedrático Sr. Baldellou: doña Elena Guijarro, delegada de Cultura del Colegio Oficial de Arquitectos de Guadalajara, quien actuó como moderadora del debate; don Laureano Martínez Pinilla, delegado provincial de la Consejería de Cultura de Castilla‑La Mancha; don José Luis Condado, concejal delegado de Obras del Excmº Ayuntamiento de Guadalajara; y don Leopoldo Arnáiz, arquitecto autor del proyecto de remodelación urbana del entorno de las Adoratrices, que actuó también como representante de estas, propietarias del conjunto de edificios monumentales.

Se comentó en primer lugar el hecho de que muy recientemente se había procedido, por parte de la Junta de Comunidades, a la declaración de Bien Cultural para el conjunto de edificios de la Fundación «San Diego de Alcalá» incluyendo el Panteón de la Duquesa de Sevillano, y la verja monumental que la separa del parque de San Roque. El proceso de declaración llevaba abierto desde 1979, y solamente ahora, en el momento en que el Ayuntamiento aprobaba la remodelación urbana en su torno, salía a luz la aprobación y declaración de tal carácter monumental para este conjunto impresionante de edificios. Que lógicamente debían estar ya declarados desde mucho tiempo antes.

El delegado de Cultura, señor Martínez Pinilla, explicó que esta declaración, en este momento, no suponía ninguna «reacción» frente al proyecto aprobado por el Ayuntamiento, sino un lógico reconocimiento a la importancia monumental del Panteón y cuanto le rodea. Señalando, por otra parte, que la Ley del Patrimonio Artístico de Castilla‑La Mancha no se opone a la modificación o traslado de monumentos declarados, simplemente pide intervenir y opinar (y en definitiva aprobar o rechazar) los proyectos arquitectónicos o urbanísticos que afecten directamente a los Bienes Culturales declarados. En definitiva, don Laureano Martínez fue extremadamente cauto en sus declaraciones, aunque dejó claro que el proyecto que ya ha aprobado el Ayuntamiento tiene que ser todavía revalidado ó rechazado por la Comisión Provincial del Patrimonio Artístico (que por cierto, ha sido recientemente renovada en buena parte de sus miembros, dando entrada a personas de reconocida autoridad en materia arquitectónica y urbanística).

La intervención, larguísima y meditada, del arquitecto señor Arnáiz, trató de explicar los beneficios que para el desarrollo de la ciudad va a representar el proyecto aprobado, en el que lleva trabajando ya diez años, y que ha sufrido diversas modificaciones hasta llegar al definitivo planteamiento, que supone abrir una calle que, continuando la Avenida de Castilla, se introduce en el ámbito de las huertas de la Fundación de las Adoratrices, rodea muy cerca de sus edificios al panteón y Colegio, y construye 400 chalets en su orilla meridional, añadiendo a ello la apertura de un pequeño parque entre los edificios unifamiliares de la calle Mozart y la fachada del panteón, con el consiguiente traslado y rotación de 90 grados sobre su actual emplazamiento de la monumental verja diseñada como cierre del conjunto por el arquitecto Velázquez.

El señor Arnáiz, que en diversas ocasiones expresó su duda sobre el interés que la ciudadanía puede tener sobre este tema, insistió en presentar este proyecto como un «gran beneficio para el desarrollo de la ciudad», pues la va a dotar de un espacio residencial de aspecto agradable e incluso puede mejorar la visibilidad del Panteón, que hasta ahora no había sido suficientemente percibido por esa ciudadanía. Precisó que la finca en que se incluye la Fundación «San Diego de Alcalá» y el Panteón de la Duquesa han de tener un encaje en el espacio que la ciudad está desarrollando en torno a ella, y por éso se requiere una reordenación de la propia Fundación.

El catedrático don Miguel Angel Baldellou, que conoció en ese mismo momento, con los planos puestos sobre la mesa, el proyecto que allí se debatía, mostró su asombro y rechazo ante el mismo, alegando, de forma contundente pero muy bien razonada, diversos puntos que deben impedir cualquier cambio en la estructura y ordenación de la Fundación y su Panteón. Cualquier cambio en la situación del monumento o sus partes supone transgredir de forma violenta la propiedad intelectual del arquitecto autor del proyecto, y alteraría, de forma irreversible, la intencionalidad del mismo. Arguyó la necesidad del respeto que toda sociedad culta debe tener respecto a los bienes patrimoniales que conforman su identidad, y planteó su gran temor ante la posibilidad de que se lleve adelante el proyecto que sobre la mesa se extendía y que, tal como veía, ya estaba aprobado por el propio Ayuntamiento. Señaló, en fin, que debe lucharse contra la idea falsamente generalizada de que «la ciudad engendra ciudad» y es esta una responsabilidad que los urbanistas y arquitectos tiene  planteada en nuestros días.

El debate continuó con diversas intervenciones de arquitectos alcarreños (entre ellos fue especialmente destacada y polémica la del Presidente del Colegio don Javier Solano) que se mostraron unánimemente en contra del proyecto tal como está desarrollado en este momento, y tras casi cuatro horas de intenso y esclarecedor debate, se levantó la sesión, que consiguió entre otras cosas sacar a la luz este importantísimo tema para el que (en contra de lo que opina el Sr. Arnáiz, autor del proyecto) existe un alto grado de interés entre la ciudadanía, que hasta ahora había permanecido ajena al mismo por falta de información desde las instancias públicas y responsables. Seguiremos, en próximas semanas, hablando de este tema…