El seguntino Francisco López de Caravantes, cronista del Perú

jueves, 1 agosto 1991 2 Por Herrera Casado

Mapa del Peru en el siglo XVII

1. INTRODUCCION

     En estos años previos a la conmemoración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América, cuando con tal motivo tantos estudios se están realizando sobre personas, instituciones y hechos relacionados con tal histórica empresa, vamos a tratar de recordar brevemente la figura de uno más de esos españoles que dieron lo mejor de su vida en la tarea de llevar la civilización occidental al Nuevo Continente.

     Trátase de un personaje bastante conocido, pero que hasta ahora no se había identificado como seguntino, por lo que esta noticia puede servir,  ‑al menos eso pretende‑  tan solo para incluirle en la ya abultada nómina de seguntinos ilustres, y dar así aun mayor importancia a la historia de la Ciudad Mitrada, que puede enorgullecerse con toda razón de haber sido la patria de este gran cronista de Indias, don Francisco Lopez de Caravantes.

     Nacido, como veremos a continuación, en el seno de una familia de letrados y burócratas, plenamente enraizada en el mundo episcopal e intelectual seguntino, y educado él mismo en la ciudad del alto Henares, Lopez de Caravantes se constituye en una de las referencias más decisivas de la historia del Perú, y muy especialmente de su etapa virreinal, que él vive, como funcionario de la corte limeña, directa e intensamente, por lo que su crónica o Noticia General del reino andino es verdaderamente jugosa, certera y valiosa para acercarse al conocimiento de aquel territorio en la época que fué gobernado por los españoles.

2. LOS ORIGENES FAMILIARES

      Del cronista Francisco Lopez de Caravantes conocemos meticulosamente su ascendencia, en ambas líneas, hasta el nivel de los bisabuelos, gracias a una «información actuada» a demanda de Cristóbal de Caravantes, realizada a fin de acreditar la nobleza de su hermano Francisco Lopez de Caravantes, nuestro personaje, cuando pensaba pasar a Indias1.

     Su padre fué Andrés Lopez de Medrano (también llamado de Benita en algunos docuumentos). Era natural de Soria, como todos sus antecesores. Fué hidalgo, de acomodado pasar, y sirvió en la casa o corte de los duques de Medinaceli. Su padre fué Capitán, llamado Sebastián de Morales Medrano, procurador por Soria en las cortes de Valladolid en tiempos del Emperador Carlos, y alcalde por el estado de hijosdalgo de la ciudad de Soria en varias ocasiones. Se casó este Capitán con otra soriana, Luisa de Barrionuevo, y tuvieron dos hijos: el primogénito Diego Lopez de Medrano, que se fué a vivir a Guadalajara, y este que comentamos, Andrés Lopez de Medrano, que también fué a vivir a Guadalajara, y allí se casó con su prima Juana de Caravantes y Medrano.

     Esta señora, madre de nuestro personaje, era hija de Luis de Caravantes Ondonero, y de María de Medrano Garnica, vecinos de Sigüenza. Este señor fué alcaide del alcázar seguntino por el obispo don Pedro de la Gasca, pacificador del Perú. También fué alcalde por el estado de los hijosdalgo de Sigüenza, entre 1576 y 1582. Este matrimonio tuvo también por hijo a don Juan Ginés de Caravantes, que fué canónigo de la catedral de Sigüenza.

     Aunque casaron Andrés Lopez y Juana de Caravantes en Guadalajara, debieron de trasladarse a vivir a Sigüenza muy pronto. Allí les nacieron sus hijos, que fueron los siguientes: el primogénito fué el licenciado Andrés Lopez de Medrano, educado en el Colegio de San Antonio Portaceli y Universidad de Sigüenza, fraile de la Orden de Santiago, que vivió siempre en el convento de su Orden en Mérida; el maestro Juan Lopez de Caravantes, también formado integramente en la Universidad seguntina, aunque luego siguió estudios en el Colegio de San Ildefonso de Alcalá; el doctor Manuel Lopez de Caravantes, médico formado también en la correspondiente facultad de la Universidad de Sigüenza, que viajó al Perú y ejerció su profesión en Huancavelica; fray Diego de Caravantes, fraile franciscano; Cristóbal de Caravantes y Medrano, y finalmente nuestro biografiado, Francisco Lopez de Caravantes, el menor de todos éllos.

     De nuestro personaje sabemos que fué bautizado en la parroquia de San Pedro de Sigüenza el 16 de octubre de 1569. Le sostuvieron en la pila el doctor Juan de Molina, dignidad de arcediano de Almazán en el Cabildo seguntino, y su abuela materna María de Medrano Garnica. Sabemos también que sus primeros años de vida los pasó con sus padres y hermanos en el palacio ducal de la villa de Medinaceli y, aunque no hemos encontrado constancia fehaciente de éllo, probablemente estudió, como sus hermanos, en la Universidad de su ciudad natal. De entonces, de sus años de estudiante, nos queda una curiosa imagen física, puesta en letras de molde por el doctor Escalona y Agüero, quien le describe así: «de buen cuerpo, blanco de rostro, los ojos açules, y con dos señales de herida, la una en la ceja derecha, y la otra bajo del carrillo derecho, y en la caveça y mollera tiene una descalabradura grande…»

     Como complemento a esta relación familiar, que nos ha llegado tan completa, cabe decir que, en realidad, ambas familias eran de origen soriano. En la rama materna, el abuelo Pedro Ondonero de Morales fué en 1540 alcaide de la villa y fortaleza de Serón de Nájima (en el partido de Almazán), y el bisabuelo Lucas de Medrano era con su mujer Leonor de Garnica vecino de Medinaceli, y servidor de la casa de los Gomez de Sandoval, duques de Cea y luego de Lerma. Los Caravantes eran hijosdalgo notorios con solar conocido en el lugar de Tapiela (en el municipio de Aldeafuente, Soria), y de ellos salieron varios individuos que se distinguieron en la conquista del Perú y otros que probaron su nobleza en la Chancillería de Valladolid mediado el siglo XVI.

     La rama paterna es de origen soriano puro, de la ciudad del Duero. El bisabuelo era Andrés Lopez de Medrano, apodado «el Calvo», hijodalgo notorio, de la casa y solar de los Medrano.     

 3. EL CURSO VITAL

 3.1. Los inicios en España

      El inicio de la carrera burocrática de Francisco Lopez de Caravantes sabemos que fué hacia los 20 años de su edad, y en la Corte madrileña, en las oficinas de Contaduría mayor y de Resultas de Castilla, lugares donde muy posiblemente le colocó el duque de Medinaceli, hacia 1588.

     Viajó después a Sevilla, donde desempeñó las tareas de «auxiliar de Contador» en la Casa de Contratación. Eran puestos iniciales, de escasa responsabilidad, que le procuraron experiencia y avivaron su vocación. De allí surgió la idea de hacer carrera administrativa en América, iniciando enseguida los trámites para pasar en barco a las Indias. Ignoramos cuales fueran las razones últimas de este deseo. Es posible que influyera en éllo algún familiar o conocido que le reclamara e incluso le incluyera en su lista de acompañantes. Así, sabemos que en 1561 había pasado al Perú un familiar suyo algo remoto, don Gabriel de Caravantes, vecino de Soria, y en 1610 se encontraba en Potosí un jesuita también familiar, el padre Valentín de Caravantes.

 3.2. Primera estancia en Perú

        En 1594 llegó Francisco Lopez de Caravantes al Perú, presentándose en Lima al Virrey Marqués de Cañete, alcarreño también. En primera instancia, nuestro personaje fué encargado de llevar el «Libro de la Razón» del Contador Balaguer de Salcedo, y enseguida fué enviado como Contador de Cuentas de la Caja de Huancavelica.

     Pasó después como Teniente (o ayudante) del Tesorero de la Caja de Potosí, brillando allí con su trabajo, y pasando desde ese lugar a practicar una inspección de las cuentas de la recaudación de los tributos de Andahuaylas. De allí nuevamente fué a revisar cuentas en la Caja de Potosí, por designación del nuevo Virrey Velasco, en ese mismo año.

     Ese mismo mandatario peruano, el Virrey Velasco, en 1598 le desginó para actuar de Contador y Escribano en diversos lugares del Perú (en Charcas, Potosí, La Plata, etc.) recibiendo siempre informes muy favorables y laudatorios de todas sus misiones. En esos lugares, y otros muchos por donde su misión administrativa le fué llevando a lo largo de los años de su primera estancia en Perú, fué tomando Caravantes buena nota, plasmada luego en sus atinadas descripciones de paisajes, de edificios, de instituciones y personajes.

     De esta primera serie de trabajos burocráticos e inspecciones, nuestro autor extrajo deducciones que le sirvieron para escribir un «Aviso» o informe titulado «Razón de los Ramos de Hazienda que S.M. tiene en este Reyno, y el modo como se an administrado y lo que parece conbenir para que se ajusten y liquiden…» En este escrito, que luego valoraremos dentro del capítulo de la obra escrita del Contador Caravantes, se encuentra indudablemente el germen de su gran obra, la Noticia General del Perú de la que mas ampliamente informaremos luego. La intención del cronista al escribir esta obra era la de proponer remedios para arreglar el orden de la cobranza de los impuestos, y en orden a sanear la economía pública del virreinato, podemos calibrar que su objetivo último era la creación de un Tribunal de Cuentas del Perú.

     En torno a esa idea, que el Virrey Velasco acogió con calor y entusiasmo, se fué fraguando la actuación futura de Caravantes. En 1603 fué enviado a la península para que, en Madrid, él personalmente gestionara ante las autoridades del Consejo de Indias la creación de esa institución tan necesaria. Llevaba en su viaje credenciales para presentarse ante el presidente del referido Consejo, don Pablo de Laguna, y ante su secretario Ibarra.

     A su paso por Panamá, contrajo matrimonio con Elena Ordóñez de Salazar.

     Llegó a Valladolid el 11 de agosto de 1603, presentándose inmediatamente ante el Consejo de Indias. Les presentó la embajada que traía, la cantidad de informes y propuestas, las razones que conducirían a la creación de tan necesario Tribunal, pero como todo lo que andaba en Corte, se enlenteció de entrada.

     El no dejó de trabajar. Entretanto pasaban los meses y los miembros del Consejo estudiaban la propuesta, Caravantes fué enviado a desarrollar una complicada misión de burocracia e intendencia: la inspección, ajuste de haberes y puesta en orden de todo lo relativo a la economía de las tropas españolas apostadas ese año en la frontera de Francia. Todos sus superiores quedaron muy contentos de su puntual actividad e inteligente gestión.

     Tras diversos exámenes, reuniones y consultas, el 24 de agosto de 1605 Felipe III suscribía en Burgos las Ordenanzas que regulaban la estructura, el régimen interno, el personal y el funcionamiento en general de las tres Contadurías Mayores o Tribunales de Cuentas que se creaban en Lima, México y Bogotá.

     Se creaban esos Tribunales con unas atribuciones en materia de hacienda y administración mucho más amplias que su homónimo de la península. Trataba de forma amplia de hacer efectiva la fiscalización de las actividades de los Oficiales Reales indianos en el manejo de los fondos públicos, acumulando a su función propia de contabilidad y escrutinio la de órgano consultivo y decisorio, teniendo en el caso del Tribunal de Lima un amplio territorio sobre el que ejercer estas funciones, pues abarcaba las Audiencias de Panamá, Quito, Lima, Charcas y Chile, comprendiendo en su misión la inspección de 24 Cajas Reales y 87 Gobiernos y Repartimientos.

     Es justo considerar, como prueba Lohmann analizando diversos capítulos de sus Ordenanzas y comparándolos con los escritos de Caravantes, que nuestro personaje fué el efectivo redactor e inspirador de gran parte de la estructura y organización de esta nueva institución indiana.

 3.3. Vuelta definitiva al Perú

      El 16 de mayo de 1606 zarpaba de Sanlúcar de Barrameda la flota en la que Lopez de Caravantes, acompañado de su hermano médico Manuel, iría a Tierra Firme. Llegó a Lima el 6 de enero de 1607, después de un viaje larguísimo, en el que tuvo que entretenerse en Panamá para curar y reponerse de una enfermedad. A su llegada a la capital peruana, hizo la solemne toma de posesión de su cargo de Contador del Tribunal de Cuentas de Lima, para el que había sido designado en la Corte, a la hora de la creación de dicha institución. Ese cargo se parangonaba en preeminencia social y burocrática con el de Oidor de la Audiencia.

     Aunque sea meramente anecdótico, cabe recordar que tanto a Caravantes como al otro Contador del Tribunal, Martinez de Pastrana, se les subieron los humos de su puesto y cargo, y hasta el propio Virrey Marqués de Montesclaros, a poco de su llegada, hubo de bajárselos con diversas misivas tocantes a protocolo, adorno de la sala, tratamiento de personas, etc. Dicen los cronistas de la época que pronto los dos contadores se ganaron la animadversión de sus conciudadanos.

     Pero enseguida, y gracias a la forma de ser tan agradable que tenía don Juan de Mendoza y Luna, el marqués de Montesclaros, todo fué apaciguándose, llegando a trabarse una cordial y firme amistad entre ambos personajes alcarreños, hasta el punto de que el Virrey, en un informe elaborado de su puño y letra, decía en 1609 del Contador Lopez de Caravantes que: «tiene menos espiriencia que el primero [Martinez de Pastrana], pero mui bibo entendimiento, i sirbe su plaça con cuidado, asistencia y satisfaçión. Es de provecho para el serviçio de Vª Mgd. en su ocupación. Téngole por hombre de bien y fiel. Sus serviçios y ocupaciones fueron algunos en ese Reyno, de que el Consejo estará ynformado. En este también tuvo algunas por comision de los Virreyes, todas en materia de papeles, de que dio buenas muestras de su persona. Es casado y pasa mucha neçesidad…» Montesclaros fué progresivamente demostrando amistad y favor hacia Lopez de Caravantes, quien a su vez fué adquiriendo importancia social y el respeto de los demás. Se le encargaron por esa época arduas y difíciles misiones administrativas.

     Como un ejemplo de éllas, debemos recordar aquí que elaboró las instrucciones relativas al Veedor y Capitán de la Armada de los Mares del Sur2, con gran minuciosidad, en 1610. Otras

tareas burocráticas fueron el corte y tanteo de las cuentas que llevaba el tenedor de las provisiones de la Armada; el acopio de suministros y recursos para hacer frente al ataque del pirata Spielbergen en El Callao, en julio de 1615; e incluso el arqueo de los fondos recaudados para el sostenimiento de las compañías de Lanzas y Arcabuces. También actuó de inspector en la revisión de los cargamentos de ropa que llegaban desde China a Acapulco, y que pasaban luego al Callao. También redactó las ordenanzas para los oficiales reales de Huancavelica, Arequipa, Oruro y Buenos Aires. Y en 1613 fué uno de los del grupo que asesoró a Montesclaros sobre las ventajas e inconvenientes de instaurar en Lima el Tribunal del Consulado.

     De la amistad, ya estrecha, entre el Virrey y Caravantes, nació la idea de cuajar en una gran obra, de grandes alientos, la Noticia… que este había empezado a redactar. Sin duda alguna fueron la aficiones literarias y humanísticas de Montesclaros las que le animaron a éllo. Quizás el inicio de esa empresa podamos situarlo en 1614, cuando el Virrey alcarreño le pidió al seguntino escribir una relación geográfica y fiscal del Perú, que tituló «Relación de las provincias que allí tiene Su Magestad; lo que se gasta della y le queda libre y otras cosas que se sustentan con la Real Hazienda y tocan al govierno superior y conservación del Reyno, con el origen que an tenido y el estado que al presente tienen…», a la que siguió otra breve relación titulada «Hazienda real y administración della por maior y por menor» dedicada a Montesclaros.

     De 1618 a 1623, Caravantes estuvo realmente al mando del Tribunal de Cuentas. En ese tiempo, nuestro personaje se ocupó de altas labores administrativas, en reuniones, grupos de trabajo y comisiones. Con su ayuda hiciéronse los acuerdos con el consorcio de mineros de Huancavelica, las condiciones de mantenimiento de la Armada y guarnición de El Callao; actualizó las Ordenanzas para los Oficiales Reales de Potosí, y muchas otras tareas.

     En 1615 recibió de su amigo el Virrey Montesclaros una merced material. El magnate mendocino le concedió unas tierras de 48 fanegas en las riberas del río Chillón, que él puso en utilidad a base de labrar tierras, comprar esclavos y dedicarle mucho tiempo. Se cuestionó la legalidad de tal concesión por parte de algunos enemigos, que llevaron el asunto ante la Audiencia. Tras largos pleitos, el tema se saldó con la sentencia de que Caravantes debía devolver las tierras, que en teoría pertenecían a la ciudad, cosa que finalmente hizo en 1628.

     Tras la llegada del Virrey Príncipe de Esquilache, con quien Caravantes nunca llegó a llevarse bien, se encargó también de algunas misiones directas: fué una de éllas la inspección personal de las tierras de La Imperial, en Cañete, para considerar la posibilidad de irrigarlas. Por entonces presentó el Contador al Virrey un adelanto de su Noticia… consistente en resúmenes de los principales hechos y tareas realizadas durante los gobiernos de los diferentes Virreyes, añadiendo unos apuntes tendentes a mejorar el estado de la Hacienda pública en el Perú, siendo este un importante y valioso escrito que le consagró en ese momento como el más indudable y cierto mejor hacendista del Virreinato. Sus recomendaciones fueron oidas por el Consejo de Indias, que dictó normas al Virrey Esquilache para que mejorara la calidad del funcionariado y los recaudadores.

     Bajo el gobierno del marqués del Guadalcázar, Caravantes gozó de una situación favorable, siendo muy considerado por el mandatario virreinal, pudiéndose incluso calificar de valido suyo. No era para menos, pues de nuevo tuvo que hacer frente a misiones difíciles de afrontar, como la que en 1620 hubo de dirigir de licenciar a dos compañías enteras de las cinco que formaban la guarnición del Callao. Sabemos también que en 1623, cuando se decidió construir un galeón nuevo en Guayaquil para hacer frente a posibles ataques holandeses, Caravantes fué designado junto con otros para realizar el contrato de construcción con José de Castro.

     Sin embargo, tras esos años que podemos calificar de gloria «administrativa», vinieron para nuestro personaje otros cuajados de amargos sinsabores. Una enfermedad ocular, posiblemente propiciada por el excesivo trabajo sobre papeles a lo largo de tantos años, le amargó la existencia una larga temporada. Los desastres económicos privados, al tener que devolver la chacra que le había regalado Montesclaros, sumada de los rendimientos producidos durante el tiempo que la poseyó, dejaron a Caravantes poco menos que indigente. La situación de sus hijos se hizo también difícil, destinando al chico a la carrera administrativa y a las hijas poniéndolas en sendos conventos limeños, tras nuevos sacrificios para dotarlas como la sazón pedía.

     Siguió haciendo informes para Guadalcázar, y especialmente para el Visitador Gutierrez Flores, quien hacia 1629 realizó una profunda inspección de las finanzas públicas del Perú. El siguiente virrey, el conde de Chinchón,fué recibido en el puerto del Callao por Lopez de Caravantes, comisionado al efecto por Guadalcázar. Con el nuevo jerarca siguió haciendo informes , uno de éllos el relativo a los débitos en las cobranzas de la Caja Real de Potosí.

     La jubilación definitiva, pedida desde mucho tiempo antes, llegó para Caravantes en 1630, aunque por la petición de Chinchón, siguió asistiendo en calidad de supernumerario a las sesiones del Tribunal de Cuentas, para asesorarle en materias complicadas. Estas fueron, especialmente, el estado de las cuentas de las minas de Huancavelica, enclave fuente de preocupaciones para todos los mandatarios peruanos. Todavía en 1633 escribiría nuestro biografiado un texto referente a temas de la «mita» y empleo de indios en trabajos mineros, titulado «Parecer del Contador Francisco Lopez de Caravantes en la visita y redución general de los indios entablallos y asegurallos en sus pueblos y serviçios de las minas y los demás a que acuden»..

     Tras quejarse en algunas ocasiones de su desesperada situación económica, debiendo dinero a todos, hasta un monto que en 1630 declaraba ser de 7.000 pesos. Ni siquiera podía pagar el alquiler de la casa en que vivía, situada en la calle de la Pescadería, frente a la Cárcel de Corte. Parece increíble que ante un hombre de tan probada lealtad en su tarea burocrática y tan benéfico a la comunidad por sus escritos y buen hacer, se ensañaran todos cuantos pudieran: la dueña de la casa en que habitaba, doña Ventura de Aliaga y de los Ríos, le demandó ante los tribunales para que pagara, y pidió al obispo de Arequipa y a la sazón Visitador Villagómez que interviniera directamente, lo cual hizo, embargándosele los esclavos que le quedaban y todos los enseres de la casa.

     Tantas desgracias y disgustos, y el vivir ocupado siempre en materias de responsabilidad y «stress» le procuraron finalmente a don Francisco Lopez de Caravantes un «accidente muy pesado de perlesía» el 22 de enero de 1634, hemorragia encefálica o trombosis que le procuró un inmediato edema cerebral, contra el que nada pudieron hacer los médicos que acudieron a su remedio, muriendo el 25 de ese mismo mes y año, siendo enterrado solemnemente al día siguiente en la iglesia de Santa Catalina de Lima , donde hoy aún continúa.

     Su esposa, doña Elena de Salazar, agobiada en los meses siguientes por las deudas y los apremios, declaraba que su marido había muerto «tan pobre y necesitado que no tubo con qué enterrarse», y pedía al Virrey la merced de una anualidad completa de su marido, para poder subsistir. No se la dieron, y en diciembre del mismo año de 1634 murió siendo enterrada junto a su marido.

3.4. La enfermedad de Lopez de Caravantes

      Es curioso poder seguir con cierto detenimiento, gracias a los meticulosos informes y referencias de sus contemporáneos y de él mismo, la enfermedad que aquejó al contador seguntino durante los últimos años de su vida. Es este un tema, (el de la paleo‑ patografía) que nos es muy querido, y por éllo se nos disculpará que nos entretengamos brevemente en él, aunque apenas afecte a la consideración panorámica de la vida y obra de este importante escritor seguntino.

     En 1625 comenzó a aquejar la sensación de visión borrosa que progresivamente se agravó hasta quedar practicamente ciego dos años después. El mismo daba explicación, con el empirismo propio de la época, de su afección: «por causa de las muchas crudezas del estómago le sobrevinieron unos corrimientos a los ojos siguiéndosele unas cataratas…» Todos los médicos que le fueron visitando dieron el mismo diagnóstico, las cataratas, aunque por no desmerecer unos de otros, cada cual fué dando su etiopatogenia inductiva a cual más peregrina. El protomédico limeño doctor Antonio de Robles Cornejo dictaminó a Caravantes que «una conmulsión que le sobrevino saliendo una noche del Tribunal se terminó la enfermedad en unas cataratas…» También le visitaron el doctor Juan del Castillo, el cirujano Gregorio de Utrilla y el médico Pedro Rodriguez de Toro.

     Todos éllos coincidieron en que no había cura para él, al menos en Lima. No existía allí cirujano oftalmólogo capaz de operar aquella afección. Buscó nuestro personaje en los virreinatos de México y Nueva Granada, no hallando a nadie. Llegó a sus oidos la noticia de que a Buenos Aires había llegado un fraile franciscano, italiano, fray Buenaventura de Monte Secato, que tenía fama de saber curar las cataratas. Gracias a las gestiones del marqués de Guadalcázar, el fraile llegó a Lima y a mediados de 1626 sometió al Contador seguntino a la intervención quirúrgica, que consistió en perforarle las pupilas con una aguja, con el lógico propósito de abatir el cristalino opacificado, pero el resultado fué malo, el cristalino quedó donde estaba y aun añadió algunas cicatrices, con lo que Caravantes quedó ya ciego del todo.

     Contaba él que en el momento de la operación, llegó a ver la cara del fraile‑cirujano y los enseres de la habitación donde se practicaba, pero que al cabo de nueve días, tras numerosas curas dolorosísimas, el orificio de la operación se cerró y la visión, como decía, se perdió del todo. Luego se averiguó que el franciscano era profano en la técnica real de abatir la catarata, quedando susaber reducido a abrir un pequeño orificio en la córnea, sin más.

     Dos años después de aquéllo, resignado Caravantes a su suerte, solicitada y concedida su jubilación, se enteró que en Nueva España existía un cirujano que con éxito operaba las cataratas, por lo que brotó la esperanza de nuevo en el corazón del seguntino, y pidió al tal galeno que viajara, a costa del enfermo, hasta Lima, donde en enero de 1628 le operó y quedó muy mejorado, recobrando notablemente la vista y volviendo a hacer una vida normal, reincorporándose al trabajo. Es lástima que el nombre de este cirujano oftalmólogo novohispano no nos haya llegado en los escritos de Caravantes. 

  4. LA OBRA ESCRITA DE LOPEZ CARAVANTES

      La obra escrita de Francisco Lopez de Caravantes, conocida en su totalidad, aunque solo editada en parte, está centrada en su magna obra, la Noticia General del Perú, por cuya redacción ha pasado a la historia. Pero escribió otras cosas, mas reducidas, pero también interesantes, de orden técnico. Generalmente por encargo de los virreyes junto a los que trabajó, o como apuntes y ensayos de los que fué surgiendo su grande y mastodóntica obra cronística.

     Así, nos cabe recordar el escrito que ya en 1601, y a instancias del Virrey Velasco, escribió con objeto de programar y solicitar la creación del Tribunal de Cuentas de Lima. Titúlase este escrito «Razón de los Ramos de Hazienda que S.M. tiene en este Reyno, y el modo como se an administrado y lo que parece convenir para que se ajusten y liquiden con que los Libros de la Contaduría de la razón, por donde V.E. los puede governar, de forma que en cada Armada se remita a S.M. lo que le procede dellos, sin que se quede ni oculte nada en poder de quien los administra, a quien se puede visitar y tomar quenta sin sugeción de creer las partidas de sus Libros, tan en daño de la rreal hazienda»3.

     Ya colaborando con su amigo el Virrey Montesclaros, Lopez de Caravantes escribió en 1614 un trabajo que pudiera considerarse como el germen de la «Noticia…» y que llevaba por título «Relación de las provincias que tiene el govierno del Perú; los officios que en él se proveen y la Hazienda que allí tiene Su Magestad; lo que se gasta della y le queda libre y otras cosas que se sustentan con la Rl. Hazienda y tocan al govierno superior y conservación del Reyno, con el origen que an tenido y el estado que al presente tienen»4.

     Otro breve trabajillo  sin fecha de redacción, y complementario del anterior, escribió Lopez de Caravantes, titulado «Hazienda real y administración della por maior y por menor», y dedicado al marqués de Montesclaros5  en el que seguía tratando sus temas preferidos y en los que era realmente un técnico de primera línea: los temas hacendísticos.

     Mas adelante, en 1616, dedicó el Contador Caravantes un nuevo escrito, esta vez al Virrey Príncipe de Esquilache, en el que a tenor de informarle sobre temas de su especialidad, inicia la relación histórica de los hechos acaecidos en todos los predecesores (los virreyes) de su cargo, pudiendo ser considerado este escrito como un adelanto o apuntes de la futura Noticia…. Su título completo es el siguiente: «Relación de la variedad que a tenido la administración por mayor de la Real Hazienda del Pirú, en quanto a su jurisdicción en el Consejo y Virreyes, y los que le an governado, con algunos subcessos de los que an tenido; y lo que se les a ordenado por Su Magestad en esta razón, y la execución que ha tenido, y la cantidad de ducados que le han rremitido desde el prinçipio de la conquista hasta el despacho del Armada de 1618, y los daños que a padescido la rreal Hazienda, y el rremedio que paresce se le deue aplicar»6.

     Todavía en 1633 escribiò nuestro personaje un informe del que ha quedado original y que consideramos como una más de sus obras. También en referencia a temas hacendísticos del virreinato peruano, añadido de ciertos aspectos sociales, lleva por título «Parecer del Contador Francisco Lopez de Caravantes en la visita y redución general de los indios entablallos y asegurallos en sus pueblos y serviçios de las minas y los demás a que acuden»7.

     Pero la obra fundamental de este seguntino, y por la que ha pasado a la historia con todos los honores, es la «Noticia General de las Provincias del Pirú, Tierra Firme y Chile»8, de la que para terminar nuestro trabajo sobre Lopez de Caravantes damos a continuación una breve referencia.

  5. LA «NOTICIA GENERAL DEL PERU»

       Por muchos conceptos es importante esta magna obra de Francisco Lopez de Caravantes, pues la información de primera mano respecto al estado social y económico del virreinato peruano durante el siglo XVII que en ella se aporta es de todo punto impresionante. Pero quizás su mayor interés radique en la cantidad, en la pulcritud, en la perfección de sus datos económicos y hacendísticos, materia de la que era profesional el autor, y que hoy sirven para poder recomponer el cuadro macroeconómico del territorio.

     Son muy valiosas las frases que el gran historiador peruano Guillermo Lohmann vierte en torno a la obra de Lopez de Caravantes, y que aquí reproducimos: «Poseyó su autor autoridad como nadie, en razón de su cargo y de la experiencia acumulada en 40 años de manejo de papeles hacendarios, para constituirse en el profesional mas calificado para componer esta obra única por su magnitud, su concepción integral y su apresto informativo, que la convierten en un trabajo ejemplar e irreemplazable»9.      La intención del autor al escribirla, según él mismo en algún lugar confiesa, es la «restauración del Perú», conseguir poner en marcha la recaudación de impuestos, el aprovechamiento de los recursos, el buen orden en el gasto, etc.  Los envíos que anualmente se hacían a la Península de dinero peruano habían disminuido mucho en los inicios del siglo XVII, por lo que sus autoridades eran apremiadas desde Madrid a que enviaran dinero. La obra de Caravantes lleva como uno de sus fines últimos el deseo de clarificar, bien estructurado, todo el sistema de organización y economía del territorio. Podriamos calificar esta obra, pues, como unos «presupuestos generales» de amplia cronología aplicados al Perú virreinal.

     Es segura la intervención del alcarreño Montesclaros animando a Caravantes a emprender esta alta empresa, y dándole todas las facilidades para llevarla a cabo. Fué redactando, desde 1613 aproximadamente, capítulos de la Noticia reunidos en informes independientes. Continuó escribiendo y al mismo tiempo exponiendo sus opiniones respecto a mejorar los ingresos del Fisco. Con lo ya redactado, quiso en 1619 ir a España para entregar en la Corte al Consejo de Indias y al Rey sus datos y conclusiones, pero le fué impedido.

     Solo en 1630 puede considerarse que terminó su obra, tres lustros después de haberla empezado, con el interin de los 3 años en que anduvo falto de la vista. El 1º de Mayo de ese año suscribe su dedicatoria a Felipe IV, entregando para ser vista por el monarca la parte primera, que es un volumen de 232 folios, en la que aparece una crónica de todos los hechos históricos ocurridos en Perú desde el descubrimiento del Oceano Pacífico, hasta el gobierno del Conde de Chinchón.

     En el inicio del primer volumen del único Códice hoy conocido de esta obra, aparece una portada bellamente miniada en la que se ven dos indios sobre sendas llamas por un paisaje andino, y con adornos en tintas de colores y de oro y plata y una caligrafía muy pulcra. Pudiera ser ese dibujo de Pedro Reinalte Coello, el hijo de Sanchez Coello, que estuvo en Lima por esos años.

     La segunda parte de la obra que proyectó Caravantes para en élla tratar de las materias de Gobierno eclesiástico y Real Patronato, no se ha encontrado o quizás no se llegó a escribir nunca.

     La tercera parte, que sí se conserva, lleva dedicatoria fechada el 1º de Mayo de 1631, y se constituye actualmente como el segundo volumen de la obra. Tiene 317 folios y a lo largo de 12 «discursos» ofrece lo tocante a los temas militares y de defensa naval del Virreinato.

     La cuarta parte es la más voluminosa de la Noticia, constando de dos volúmenes sucesivos, de 382 y 124 páginas respectivamente, divididos en un total de 31 Discursos, en los que se tratan los temas sobre los que más enterado estaba el autor: la administración fiscal, con extensión especialísima dedicada a Potosí y Huancavelica.

     La obra completa tal como hoy la conocemos, con sus cuatro volúmenes, pasó a la Corte, y de allí fué depositada en el Colegio Mayor salmantino de Cuenca, de donde en el siglo XIX, al ser de patronato regio, se llevó a la Biblioteca del Palacio Real, donde hoy continúa.

     Las fuentes de donde bebe Lopez de Caravantes, suficientemente cotejadas, en esporádicas catas, por Lohmann, son todas de un rigor absoluto, compulsando en ocasiones varios originales. También usó los informes de Corregidores y gobernadores de provincias distantes, a las que él nunca fué, pero que pidiò para unir con rigor a su obra. La bibliografía usada es, sin embargo, escasísima. Su obra es, fundamentalmente, de primera mano, tomada en directo, de informes, de documentos, de cartas, etc.

     Desde muy antiguo, casi dos siglos, los historiadores han usado este filón que supone la Noticia General del Perú de Lopez de Caravantes como ayuda al estudio de diversos aspectos de la historia del Perú. Fué el bibliofilo Juan Bautista Muñoz quien en el siglo XIX descubrió esta obra, y luego fué usada por Manuel José Quintana, Prescott, Jiménez de la Espada, el jesuita Cappa, etc.

     Termina Lohmann su estudio sobre élla diciendo así: «¿Quien a cuento reducir podría la nómina de los investigadores que hasta hoy han beneficiado tan opimo venero? Puede afirmarse que no hay quien no haya saludado la Noticia ni quien, tras consultarla, haya salido defraudado en sus expectativas». A buen seguro que no cabe mayor recompensa póstuma para el contador Francisco Lopez de Caravantes, un seguntino más de esa ya larga lista de personalidades que con su vida y su obra han contribuido a dar aún mayor lustre a la Ciudad Mitrada.

NOTAS

 1Se conserva en A.G.I., Indiferente General, 1251

2Las publicamos por primera vez en nuestra obra El gobierno americano del Marqués de Montesclaros, Institución Provincial de Cultura «Marqués de Santillana», Colección «Virrey Mendoza», nº 2. Guadalajara, 1990

3Biblioteca Pública y Universitaria de Sevilla. Colección Marqués del Risco. Tomo IV. 330/122, nº 61, fols. 327‑350

4Biblioteca del Palacio Real. Madrid. Manuscritos, 1278, 191 fols.

5Biblioteca Pública y Universitaria de Sevilla. colección Marqués del Risco. 330/122. Tomo IV. Nº 59, fols. 301‑314

6Archivo General de Indias. Lima, 105

7The British Library, Add. 13.976, fols. 358‑361

8El único original conocido se conserva manuscrito en la Biblioteca del Palacio Real, de Madrid, Manuscritos, 1632 a 1635. Una amplia descripción de esta obra se encuentra en DOMINGUEZ BORDONA, Manuscritos de América. Catálogo de la Biblioteca de Palacio, Madrid, 1935. Nº 464‑469, págs. 179‑181. Se publica íntegra, y por primera vez, en la Biblioteca de Autores Españoles, de la Editorial Atlas, de Madrid, en 1985‑87, en sus tomos 292 al 297, con un magnífico estudio previo, del que hemos espigado la mayor parte de las noticias del presente trabajo, escrito por Guillermo Lohmann Villena, y que abarca las páginas IX a CXXIV del primer tomo.

9LOHMANN VILLENA, G.: Semblanza de Francisco Lopez de Caravantes, en op. cit., tomo I, pág. CXXIV.