En el Centenerio de San Juan de la Cruz. Juan de la Cruz en Pastrana

viernes, 17 mayo 1991 0 Por Herrera Casado

 

Estamos inmersos en el Centenario de San Juan de la Cruz. Un periodo de tiempo que se utiliza para recordar una figura, un hecho, y traerlo con nuevos ojos hasta los nuestros. Para eso sirve un Centenario. Ahora hace 400 años de la muerte de Juan de Yepes, uno de los mejores poetas castellanos, que además fue, imbuido del espíritu ascético (y alcanzando la gracia mística porque se lo propuso, y no por otra cosa) de la época, un fraile santo, reformador de los carmelitas, y de natural bondadoso y caritativo. Una buena persona, en resumen, de las que entran pocas en kilo.

Había nacido en Fontiveros, en la provincia de Ávila, allá por 1542. Murió en Baeza, en 1591, con un pie gangrenado que hoy le hubiera salvado cualquier antibiótico de los que se recetan casi sin mirar, o un hacha muy afilada, que entonces sí que había.  Una vida humilde, casi desesperada de pobrezas y sacrificios, le esperaba. Huérfano muy niño, de hospicio en hospicio, de convento en convento, barriendo suelos a veces, yendo a recados siempre, Juan de Yepes es el vivo ejemplo de la predestinación. Se metió a fraile carmelita, defendió la reforma descalza, se alió con Teresa de Ávila, y juntos anduvieron toda Castilla, España entera, reformando conventos, juntas y comunidades. Juan fue el primer maestro de novicios de la descalcez carmelitana. En Pastrana estuvo, en el convento de San Pedro, después que pasara Santa Teresa fundando. Y sus versos (gloria de la literatura española, maravilla sin pareja de la creatividad poética humana) los escribió encarcelado (envidias de frailes, celos de los buenos) en un retrete.

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En estos pasados días, se han sucedido los actos de este centenario en nuestra tierra de Guadalajara. El pasado sábado día 27 de abril, en la villa de Pastrana, tuvo lugar una solemnísima sesión de remembranzas. Primero en el ámbito anchuroso de la Colegiata, con la asistencia del Provincial de los franciscanos, de Francisco Tomey, presidente de la Diputación Alcarreña, de Jesús Jabonero, alcalde de la Villa, de Juan Sisinio Pérez Garzón, consejero de Educación y Cultura, de Celedonio de Andrés, director general de la Caja de Ahorro Provincial, y de José Antonio Suárez de Puga, estudioso de San Juan de la Cruz, se hizo presentación pública y general alabanza del libro que Diputación y Caja han editado con motivo de este centenario, como Catálogo de las pinturas y obras de arte que se atesoran en el nuevo Museo del Convento pastranero de San Pedro.

Allá se bajó, a verlo. Docenas y docenas de cuadros, todos perfectamente restaurados, se alinean por las paredes del claustro carmelitano, y en la nave y capillas de la iglesia del cenobio. Todos los fondos de cuadros carmelitanos que este convento salvó como por milagro, están ahora en perfectas condiciones de ser admirados. Retratos de santos, de mártires, de escenas pías. De San Juan de la Cruz también hay algunos retratos del natural. De Santa Teresa. De otros múltiples monjes ilustres y santos. Hasta de San Serapión hay un cuadro. O sea, muy completo. La única pega (me han dicho que esto no es definitivo, que la idea es arreglarlo) se centra en que se ha ocupado toda la nave del templo carmelita de San Pedro para albergar, sobre muretes o paneles de una especie de play‑dur, los cuadros que no cabían en otros sitios. Y esto es, realmente, un atentado a la integridad visual y monumental de esta edificación única y sorprendente: la iglesia que levantaron los arquitectos carmelitas fray Juan de Jesús María y fray Alberto de la Madre de Dios. Seguro que se arregla pronto. El catálogo, por cierto, muy bueno: lleno de grandes fotografías en color, de interesantes artículos explicativos, de lujosa apariencia y quizás de excesivas dimensiones, es una herramienta utilísima para conocer y admirar en reposo tanta densidad de frailes e historias.

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Finalmente, y en este eclosionar del Centenario sanjuanista, el pasado lunes 29 de abril, en acto programado por el Patronato Municipal de Cultura de Guadalajara, pronunció una conferencia sobre la «Vida y Obra de San Juan de la Cruz» el escritor don José Antonio Suárez de Puga y Sánchez, en el salón de actos del Ateneo Municipal, lleno a rebosar de público interesado. Aunque parezca a algunos que estas cosas no interesan, la verdad es que en Guadalajara ya hay gente para todo. Y si a una reunión maratoniana de rock apenas va público, a la conferencia sobre San Juan de la Cruz no le faltan entusiasmos multitudinarios.

Suárez de Puga puso su encendida palabra, su meticuloso cavilar, y su sabiduría, en esta empresa. Que resultó hermosa y aleccionadora. A lo largo de una hora de charla, ofreció resumida la vida de San Juan, y analizó con rigor y apasionamiento la obra poética del fraile castellano: su «Cántico espiritual» y otros versos, sonaron nuevos en la voz del poeta alcarreño, que acabó su magnífica intervención recitando, con la hondura y las ganas que él le pone, una composición‑homenaje a la figura y la obra del carmelita ahora centenariado. Todo un éxito. Que se repita.