Villaviciosa de Tajuña, el románico rumoroso

viernes, 15 febrero 1991 0 Por Herrera Casado

 

Tiene la alcarria también un nutrido repertorio de templos románicos. Pues aunque, como veíamos en anteriores capítulos en este repaso completo al arte románico de Guadalajara, son las tierras serranas, seguntinas y atencinas, las que mayor densidad guardan de estos ejemplos, la Alcarria ofrece algunos hermosos monumentos, entre los que cabe recordar Millana, Hontoba, Cifuentes y los templos de Brihuega. Hoy nos detendremos en Villaviciosa de Tajuña, en las cercanías de esta población, entre el rumor del agua y los álamos, en un día de primavera intemporal e inexistente.

El nombre del pueblo hace alusión a la hermosura de su entorno. Sobre la parda y llana meseta de la Alcarria, surge como escondido entre arboledas, en el recodo suave de una torrentera que cae hacia el hondón del Tajuña, este lugar que nació al compás de la repoblación medieval, y tomó el nombre de la buena impresión causada a sus primeros pobladores. «Vicioso» en la acepción medieval significa «hermoso y deleitable». Así es Villaviciosa.

La villa ha sido protagonista de importantes páginas de la historia de España. Recordar a ese respecto el encuentro crucial, bélico y definitivo, entre el ejército español de Felipe de Anjou y el de los aliados austriaco‑británicos comandados por Starenberg, en 1711, del cual quedó la victoria del primero de los Borbones españoles, Felipe V, quien tras dicha batalla aseguró su permanencia, y la de su dinastía, en el trono español.

También desde el punto de vista monumental guarda muchas reliquias históricas y artísticas. Es una de ellas la picota que aparece a la entrada de la población. O las ruinas el que fuera convento de monjes jerónimos de San Blas, cuya portada, que otro día comentaremos con mayor detenimiento, es una joya del manierismo alcarreño.

Pero lo más singular del conjunto patrimonial de Villaviciosa es su iglesia parroquial, dedicada a la Santa Cruz, y que ofrece detalles de estilo románico que obligan a estudiarla desde la perspectiva de esta tipología. Aunque con reformas posteriores, este templo fue trazado y construido en el siglo XIII, y hoy vemos de él lo fundamental. A saber: su planta rectangular, alargada de poniente a levante, de unos veintitrés metros de longitud por cinco de anchura. Es de una sola nave, dividida en cuatro tramos, más el presbiterio o ábside de planta semicircular. El interior de la nave, única como digo, ofrece arcos fajones apoyados en gruesos pilastrones laterales. El paso de la nave al presbiterio se hace a través de un arco triunfal apoyado en semicolumnas adosadas al muro, adornadas en breves y casi gastados capiteles.

Dos puertas tenía este templo primitivamente. Sobre el muro de poniente se abría uno, hoy cegado, muy estrecho. El otro, que todavía conserva su función de acceso al templo, estaba inserto en el muro de mediodía, en el segundo tramo de la nave, y se forma por dos sencillos arcos semicirculares en degradación, con arquivoltas lisas sin apenas decoración de ningún tipo. Sobre el muro de poniente se alza la espadaña, que es maciza, de recio aspecto, con dos vanos para las campanas, circuidos de sencilla moldura, y añadida en su remate triangular por un campanil más moderno. Al otro lado, a levante, se alza el ábside, de sillarejo poco trabajado, como todos los muros del templo, rematado en su altura por una cornisa apoyada en modillones lisos, y abierto en su centro por una simple ventana aspillerada. El esquema o plano adjunto da una idea de la estructura románica de este templo.

Que recibió, en el siglo XVI, el añadido de un cuerpo mas endeble que se levantó adherido al muro del sur, sobre la plaza del pueblo que hoy todavía luce su oronda olma multisecular. En ese cuerpo, formado de tres habitaciones, una de ellas en chaflán, se abre la puerta actual de ingreso, sin interés alguno.

Aunque de una sencillez aplastante, de una rusticidad evidente y de una pureza de líneas que singulariza en líneas generales al románico alcarreño, esta iglesia parroquial de Villaviciosa de Tajuña ha de ser incluida en el catálogo general del románico de Guadalajara, que todavía por hacer debería abarcar no solo los grandes edificios de todos conocidos y proclamados en las guías y folletos de turismo, sino también estos otros que, precisamente por su insignificancia, podría no solo pasar desapercibidos, sino incluso sufrir los efectos de un mal uso y desaparecer para siempre.