Campisábalos, el románico con pedigrí

viernes, 28 septiembre 1990 0 Por Herrera Casado

 

Para no abandonar del todo la paramera de Sierra Pela, y volver al recuerdo de los lugares que se saben nuestra biografía, paramos un rato en Campisábalos y miramos, anotamos y aplaudimos su iglesia parroquial, otra de las cimas del arte románico guadalajareño, un edificio múltiple y bien nutrido de elementos que, por estructura y ornamentos, le permiten presentar el mejor pedigrí de cuantos conocemos: la influencia en sus capiteles del monasterio de Silos es evidente, y ahora veremos por qué.

La iglesia parroquial de Campisábalos es románica, de tipo rural, del siglo XIII. Participaron en su construcción diversos artistas de filiación mudéjar, dando un resultado muy similar a la iglesia de Villacadima, y en gran modo parecida a la de Albendiego, abarcando su influencia, según nos dan a entender los restos encontrados, hasta Cantalojas y Galve.

La estructura de la parroquia de Campisábalos se conserva bastante completa desde su primitiva construcción en el siglo XIII. Tan sólo la torre es un añadido posterior, que precisó derribar la  parte oriental del atrio meridional. El resto nos muestra un edificio compacto, orientado y alargado de poniente a levante, con ábside semicircular en este extremo, ingreso al sur, incluido en el atrio, y capilla añadida (la de San Galindo) sobre el muro sur del templo.

El exterior del ábside, semicircular, muestra adosadas cuatro columnas que rematan bajo el alero con capiteles de tipo clásico. Una bella serie de canecillos muestra temas curiosos, figuras, incluso escenas, como la caza del conejo con palos. En el tramo central se abre una estrecha ventana aspillerada, que se cubre con dos arquivoltas o cenefas de bella decoración foliácea, apoyando sobre corrida imposta de entrelazo que se extiende a todo el ábside. Un par de capiteles (uno de tipo corintio y otro de entrelazo) coronan las columnillas que escoltan este bellísimo ejemplo de ventana absidal románica. Bajo ella, y también extendiéndose a todo lo ancho del ábside, aparece otra imposta con decoración de «ochos» sin fin, y que se puede observar también en la decoración de otra lejana iglesia románica alcarreña (la de Valdeavellano).

Bajo el alero del muro norte se ven también varios canecillos con carátulas y otros temas curiosos.

El atrio consta de cuatro columnas cilíndricas que apoyan sobre sencillas basas, y éstas sobre un pasamanos de piedra entre las que se ven, muy desgastadas, varias estelas funerarias medievales, procedentes del cementerio que sin duda existió delante de esta iglesia. Rematan las columnas en desgastados capiteles y culminan en liso arquitrabe. En este atrio se abre la puerta de ingreso al templo. Se incluye en el muro, escoltada por dos altas columnas con sus correspondientes capitelillos, a la altura de una cornisa moldurada sostenida por varios modillones que alternan con talladas metopas. La puerta tiene cuatro arquivoltas, con decoración muy movida, dentro del tema vegetal, en la más externa, bordeada incluso con cenefa de entrelazo; la sigue otra arquivolta con incisiones que dejan ver baquetón interno; y otras dos más con alternancia de baquetones lisos y cenefas decoradas. Apoyan todas ellas sobre imposta decorada y tallada, y ésta a su vez sobre sencillos capiteles, cuatro en cada lado, con sus respectivas columnas. El dintel arqueado presenta, como es común en este grupo de portada románico‑ mudéjar, dovelaje dentellonado con rosetas talladas, apoyado en imposta y jambas que son más pronunciadas en su parte superior, confiriendo al conjunto un cierto aire de arco en herradura.

El templo al interior es de una sola nave, con ábside semicircular cubierto de cúpula de cuarto de esfera, arco triunfal y pequeña entrada primitiva, también con arco románico, a la sacristía. Se ve una buena pila bautismal de la misma época bajo el coro.

Añadida en la misma época sobre el costado meridional del templo se ve la llamada Capilla del caballero San Galindo, que al exterior presenta una portada del estilo, mas un paramento cubierto con tallas alusivas a los doce meses del año, una ventana y un muro recto que sirve de ábside. Este muro da al atrio de la iglesia, y en él se ve un rosetoncillo de calada tracería en piedra con decoración geométrica muy bella. La portada es similar a la de la iglesia y a la de la parroquia de Villacadima: cuerpo saliente de bien tallado sillar, con alero de piedra sostenido por ocho canecillos de temas iconográficos zoomórficos y antropomórficos, y en el muro inclusa la portada abocinada con cuatro arquivoltas en degradación, la más externa con decoración de roleos vegetales; le siguen otras dos lisas, baquetonadas, y la interior con línea zigzagueante. Apoyan en imposta corrida, sobre tres capiteles vegetales a cada lado, cada uno sobre su correspondiente columna. El dintel semicircular se constituye con dovelas talladas de rosetas, que forman bello arco dentellonado que se apoya en jambas estriadas con prominencia hacia el vano en su parte superior, dando a toda la estructura un cierto carácter oriental o de arco en herradura. Esta decoración, similar en todo a la portada de Villacadima que veíamos la semana pasada, es a su vez muy parecida en algunos temas de las portadas occidentales románicas de la catedral de Sigüenza, fechadas sin duda en los primeros años del siglo XIII.

Sobre el muro meridional de esta capilla de San Galindo, aparecen tallados y ya muy desgastados diversos relieves que representan las tareas agrícolas y ganaderas propias de la zona, y correspondientes a los doce meses del año. Son, en todo caso, mucho más imperfectas en talla y composición que las que aparecen en la arquivolta interna de la parroquia de Beleña, pero representan las mismas escenas que en ésta, y en el mismo orden. Aquí, en Campisábalos, se añade al fin de la serie una escena de caza (un hombre clavando su lanza a un jabalí, que es atacado al mismo tiempo por tres perros, uno de ellos mordiéndole sobre el lomo: es escena copiada de un capitel de la galería porticada del cercano lugar soriano de Tiermes), y una escena caballeresca en la que dos guerreros medievales justan con sus lanzas, a caballo. Bajo este friso escultórico aparece una ventanilla similar a la del ábside. El interior de esta capilla del caballero San Galindo forma un perfecto espacio religioso románico: consta de una sola nave, de unos seis metros de largo por tres de ancho, y al fondo de ella el pequeño presbiterio, cubierto, lo mismo que la nave, de bóveda de cañón, pero más baja, y rematado por un semicírculo mínimo cubierto por su correspondiente cúpula de cuarto de esfera. Varias columnas adosadas a los muros rematan en capiteles foliados sobre los que cargan arcos fajones. El arco toral que da paso al presbiterio de esta capilla descansa sobre columnas cortas, pareadas, robustas, que sostienen sendos capiteles: el de la derecha ofrece decoración de palmas, y el de la izquierda muestra un bello conjunto iconográfico de clara filiación silense, presentando en su cara ancha dos animales fantásticos sobre los que cabalgan aves de encapuchada cubierta, y sobre las caras estrechas un par de centauros disparando sus flechas sobre las aves centrales. Este capitel, quizás de los mejores de todo el románico de Guadalajara, se conserva en perfectas condiciones por haber permanecido desde su tallado encerrado en el interior de la ermita. Todavía a la salida de Campisábalos, en dirección hacia Atienza, se ven las vallas del actual cementerio. Y en ellas, su puerta de entrada constituida por un aislado portón de sillar labrado, con arco moldurado muy sencillo y borrosos capiteles, que sin duda perteneció a antiquísima ermita románica, también del siglo XIII, de la que sólo queda esta mínima huella.

Otra etapa cumplida, esta de Campisábalos, en nuestro peregrinar por el románico alcarreño, serrano y molinés, del que intentamos ofrendar la memoria a quien de ella necesita. Es una memoria devota y fiel, a pesar del silencio y las apariencias.