Almonacid de Zorita: una joya de la Alcarria

viernes, 31 agosto 1990 0 Por Herrera Casado

 

Ahora que todavía estamos en plena temporada de vacaciones, de invitación al viaje y a la aventura, sería el momento idóneo para que, aquellos que aún no lo conozcan, se acerquen hasta Almonacid de Zorita, en el confín de la Alcarria, acunada de sierras y de embalses, en una privilegiada situación para el descanso y la sorpresa. No es una elocuencia vana decir que Almonacid es la joya de la Alcarria. Se lo merece por muchos motivos. Algunos los repasamos a continuación.

Sin exageración alguna podríamos decir que todo Almonacid es un monumento. Pues aparte de la iglesia parroquial, de los antiguos conventos, de los palacios, torres y murallas con sus puertas, de las fuentes y casonas señoriales, el conjunto entero de la población muestra un aire peculiar, castellano y rural, único y hermoso. Múltiples edificaciones populares guardan aún en toda su pureza el aire de lo que fué durante siglos la construcción típica alcarreña: la planta baja de los edificios es de sillarejo y la alta es de entramado de madera relleno de adobes. Amplios aleros sujetan los tejados, que son siempre a varias aguas. Los vanos de entrada son amplios, y numerosos ejemplos se ven de cuadras o patios anejos a las viviendas, para guardar los animales. Balcones y ventanales a las fachadas principales, y un revestimiento de cal o yesos que le confieren al pueblo entero un tono entre gris y ocre muy característico.

Las calles de Almonacid son estrechas y zigzagueantes. Aunque no tiene una calle mayor propiamente dicha, siempre tuvo en su interior un flujo viario muy bien definido. La comunicación por el interior de la población desde las puertas de entrada a la villa hizo que se establecieran además dos núcleos principales de referencia, las dos plazas que hoy vemos (la del Coso y la del Ayuntamiento). La primera, junto a la muralla, lugar de mercado; la segunda, en el centro o corazón de la villa, punto de confluencia de las diversas calles que llegaban allí desde todas las puertas. El templo parroquial, otro elemento de referencia obligada, estaba sin embargo algo desequilibrado, puesto en un extremo de la población, junto a la muralla también, cerca de la puerta de Zorita.

Esa estructura de población cerrada la tuvo Almonacid desde el siglo XIV, cuando comenzó a crecer en población y riqueza. Ese crecimiento y expansión urbana del primitivo caserío quedó limitado enseguida por la muralla que el Concejo, con el apoyo de la Orden calatrava, construyó en esa centuria. Así quedó prácticamente hasta nuestros días, en que ya desaparecida la muralla (derribada a lo largo del siglo XIX y principios del XX), ha ido extendiéndose en los aledaños con barrios residenciales, chalets, y otras instalaciones deportivas, culturales o lúdicas (el Complejo Deportivo, la Plaza de toros, el Grupo Escolar «Virgen de la Luz», etc.). Almonacid estuvo totalmente rodeado de murallas», de las que aún se ven restos entre las casas, y puede estudiarse su trayecto. Fueron construidas, a instancias de la Orden de Calatrava y con el apoyo de todos los vecinos y, por supuesto, del Concejo, a lo largo del siglo XIV, aunque ya de antes debía tener algunas defensas menores. Durante muchos siglos se mantuvieron en pie estas murallas, y fueron cuidadas por todos los vecinos como algo sustancial a su importancia. Sabemos que en siglos pasados, cuando se propagaba por la Península alguna epidemia de peste, el Ayuntamiento ordenaba cerrar las puertas de la villa, prohibiendo entrar a nadie que no fuera vecino de ella. Se cerraban también por las noches, con llaves que guardaban determinados miembros del concejo o personas encargadas para ello. En los documentos de antiguas sesiones del Ayuntamiento hemos encontrado que se proponía la restauración de algún fragmento de muralla que estaba medio derruido.

Esta muralla de Almonacid poseía cuatro diversas puertas de acceso. Las más importantes eran las que daban a los cuatro puntos cardinales, y que se denominaban con los nombres de las poblaciones de donde procedían los caminos que a ellas llegaban. Así estaban la puerta de Bolarque, orientada al norte, la de Santa María de la Cabeza, hoy frente al Cementerio, la de Albalate, orientada al sur, y la de Zorita, al poniente. Además había otra junto a la plaza del Coso, que llevaba este nombre. De todas ellas solamente quedan en pie la de Santa María de la Cabeza, situada frente al Cementerio, rodeada de jardines, y la última de ellas, la de Zorita, obra de recia envergadura, formada por un arco apuntado y en su interior una bóveda de cañón también apuntada, en uno de cuyos muros aún se ve la pequeña hornacina dedicada a la Virgen de la Luz, y en la que siglos atrás se verificó «el milagro del pajarito». Se remata el conjunto, hoy perfectamente restaurado, por un nivel de almenas.

La Plaza mayor de Almonacid tiene una estructura verdaderamente singular, con diversos niveles, mostrando en su costado meridional un ámbito cuadrado limitado en sus costados por antiguas edificaciones con soportales delanteros, lo que le confiere un aspecto muy popular y característico. En la parte norte se alza, moderno, construido en 1975, el Ayuntamiento con nobles materiales de piedra y madera, en un estilo tradicional castellano. En el interior del Ayuntamiento, siempre limpio y bien cuidado, encontramos de singular un tapiz antiguo que luce el escudo heráldico municipal. Tiene también el Ayuntamiento de Almonacid una espléndida colección de pinturas, formada con todos los cuadros premiados a lo largo de los años en su afamado Certamen Nacional de Artes Plásticas. Hay, entre ellos, firmas de tanto relieve como las de Rafael Bosch, Antonio Burgos, César Gil Senovilla, Antonio Ortiz, etc. Además se conservan dos interesantes cuadros antiguos, uno dedicado a San Sebastián, patrón del Ayuntamiento, y otro a la Virgen de Guadalupe, que fue traído del templo de los Jesuitas cuando su expulsión. Finalmente, es de justicia mencionar el maravilloso Archivo Histórico Municipal de Almonacid, que constituye un auténtico modelo no solo por la riqueza de sus fondos, llenos de manuscritos y legajos interesantísimos, sino por lo bien cuidado y clasificado que se encuentra. Muchos de estos antiguos manuscritos se conservan en el llamado «arcón de los tres claveros», un antiguo cofre con tres llaves procedentes de los antiguos comendadores y gobernadores de la villa y su territorio calatravo, y que en el siglo XVII se utilizaba para guardar el dinero procedente de los propios y rentas del Concejo. 

Junto al Ayuntamiento se encuentra la torre del reloj, sencillo elemento que, en sillar y sillarejo, eleva su silueta para servir de centinela y avisador (hoy con reloj y altavoces, antiguamente con campanas) del pueblo. A media altura de su muro de poniente hay una placa de piedra tallada que muestra con limpieza de caracteres las armas de Castilla y una leyenda que explica fue alzada en 1590, siendo gobernador del partido de Zorita don Juan de Céspedes.

Son estos algunos detalles de los muchos que encierra Almonacid y le ofrece, generoso, al viajero que decide darse un garbeo por sus soleadas y rientes esquinas. Una aventura que se te ofrece, lector amigo, en bandeja para este próximo domingo.