Las portadas románicas de la Catedral de Sigüenza

viernes, 13 julio 1990 0 Por Herrera Casado

 

Cuando, desde cualquier instancia, se aborda el estudio del arte románico en la provincia de Guadalajara, la atención se va como sin quererlo hacia esos ejemplos magnos y singulares de los templos parroquiales de los pequeños pueblos alcarreños y serranos: Albendiego, Villacadima, Cifuentes, Atienza, Pinilla, Viana y tantos otros. A la catedral de Sigüenza se la ignora casi sistemáticamente, quizás por pensar que su misma grandilocuencia la aparta del genérico ámbito. Y no es así, o no debe ser así. Porque precisamente la catedral seguntina es la iglesia mayor de la diócesis, el ejemplo y la referencia continua de donde los maestros constructores, los artífices y tracistas, los escultores de metopas y capiteles sacaron su primera muestra. El edificio catedralicio debe ser tomado, por tanto, como obligada referencia y elemento a estudiar en cualquier planteamiento, por sencillo que sea, que se haga en torno al románico de Guadalajara.

La semana pasada veíamos el tema del proyecto primitivo, de la planta del templo y del conjunto de su cabecera formada por cinco ábsides semicirculares puestos en paralelo. Hoy abordaremos el ámbito que se establece en la fachada principal de la catedral, en el muro occidental de la misma, donde se sitúan los ingresos nobles y donde surgen, con unas modulaciones muy específicas, las portadas que luego serán modelo y cifra del resto de las iglesias alcarreñas y diocesanas.

Este muro de poniente no comenzó a levantarse sino en los años iniciales del siglo XIII, concretamente en el periodo de gobierno del obispo don Rodrigo. En su prelatura, que abarca los años 1192 a 1221, se realizaron las partes bajas del muro occidental, o pies de la catedral, con sus tres puertas y las ventanas que hay sobre ellas, así como los cuerpos inferiores de las dos torres.

La estructura de estas puertas, que estarían terminadas hacia el año 1220, es de una tipología totalmente románica. También lo es la de las ventanas que dan luz a la parte occidental de las naves, desde esta fachada occidental.

Dicha fachada muestra un paramento central en el que surgen las tres puertas principales, correspondiéndose cada una de ellas con las respectivas naves del templo. La central es mayor que las laterales, y todas ellas, menos la del norte, sufrieron en el siglo XVIII mutilaciones severas y el picado de la ornamentación de sus arquivoltas. Estas puertas ofrecen, como acabamos de decir, un estilo plenamente románico.

En la puerta septentrional, la única que ha llegado intacta hasta nosotros, vemos la estructura de arcada semicircular con múltiples arquivoltas en degradación que establece el abocinamiento del ingreso. Sobre sencillo basamento apoyan las columnas, que son seis a cada lado, más la jamba interna. Estas columnas rematan en sendos capiteles de decoración vegetal, apareciendo sobre ellos una imposta decorada con palmetas entrelazadas. Y de esta arrancan finalmente las arquivoltas, que ofrecen decoración muy bella, inspirada en motivos geométricos y vegetales. De dentro afuera encontramos el dintel arqueado; luego una arquivolta cubierta del taqueado jaqués; otra con sucesión de hojas unidas por retorcidos tallos; otra con labor de cestería o entramado de cintas, en una línea de orientalismo muy acentuado; y finalmente la arquivolta más externa ofreciendo una sucesión de piñas rodeadas de tallos ondulados formando óvalos.

También en esta fachada aparecen ventanales románicos, de múltiples arquivoltas en degradación, de liso baquetón, apoyadas en columnas con capiteles vegetales, muy similares a las puertas descritas anteriormente. Sobre la parte central del paramento de esta fachada, se abre un rosetón circular, rehundido en el muro a partir de numerosos arcos baquetonados y moldurados que le abocinan. Al exterior lleva una cenefa de puntas de diamante, y al interior, un círculo central del que emergen doce columnillas o radios. Este rosetón es posterior, del siglo XIV.

La fachada occidental de la catedral seguntina se escolta por dos fuertes torres almenadas, de carácter militar: fueron iniciadas, como hemos dicho, en el siglo XIII en el episcopado de don Rodrigo, siendo acabadas en el XIV la del sur y en el XVI la del norte, conservando el estilo primitivo. Los cuatro cuerpos de que consta cada una están separados entre sí por una estrecha moldura, y los paramentos apenas se horadan por estrechísimas ventanas, excepto el más alto, donde se abren una pareja de vanos semicirculares en cada muro. El remate de estas torres está compuesto a base de almenas cúbicas rematadas en bolas. Una impresionante colección de campanas y un espléndido panorama de la ciudad, pueden ser contemplados desde su altura.

Lo que está muy claro es que la admiración de clérigos, de maestros de obras y del pueblo fiel ante la ingente construcción que en Sigüenza crecía fue cuajando enseguida en los modos constructivos de los templos cristianos de la comarca. La evidencia está en el estilo de las portadas de las iglesias parroquiales de Santiago y de San Vicente, en la parte alta de la misma Sigüenza. Iglesias que, fundadas por el obispo Cerebruno, se reformaron y construyeron sus portadas en el primer cuarto del siglo XIII. Y de esa forma se heredan tantas otras (recordar Villacadima, Hijes, Viana de Mondéjar, Valdeavellano, y tantas otras. Del aspecto de la fachada derivarían luego algunos monumentos rurales tan singulares, como la parroquia de Tortonda, uno de los elementos más hermosos del románico de Guadalajara, todavía muy mal conocido, que en la próxima semana analizaremos.