Illana: Arte e Historia

viernes, 5 enero 1990 0 Por Herrera Casado

El palacio de Goyeneche, en Illana, en 1990, antes de ser completamente derribado.

 

Bien pueden servir las líneas que siguen para poner, en la brevedad obligada de una crónica periodística, todo lo que de interesante ofrece la historia y el arte de uno de los pueblos guadalajareños más distantes de su capital, y menos conocidos. De Illana concretamente. 

El origen de Illana es antiquísimo. Por aquí pasaba la vía romana y luego camino real, de Cuenca a Huete y a Madrid. El nombre del pueblo ya prueba su probable ascendiente romano (Illana = Juliana). Las orillas del río Tajo, al menos en sus tramos más amables y transitables, fueron asiento de abundantes villas y explotaciones agrarias en la época del Imperio. Los árabes fueron dueños de estas sierras de Altomira y márgenes del Tajo (y con seguridad habitantes también de Illana), durante varios siglos, pasando después el territorio, en el siglo XII, al reino cristiano de Castilla, quedando este término incluido en el alfoz o Común de Zorita, y como ella perteneció a la Orden de Calatrava. 

La Orden militar surgida en las tierras de la Mancha, se expandió notablemente hacia el norte, y en la zona sur de la Alcarria tuvo asentamiento muy poblado y rico: todo el territorio en derredor del puesto de Zorita, estuvo durante siglos en poder de los maestres calatravos. A Illana se la tenía por la Villa más antigua del Común de Zorita, pues en él tenía la prerrogativa de hablar primero que los demás pueblos. Al ser enajenados de las órdenes militares todas sus posesiones y pertenencias, Illana pasó a ser de señorío real, aunque continuó en tierra de Zorita, reconociendo la inmediata autoridad de sus comendadores. 

En 1605, Felipe III vendió la villa al marqués de Almonacid, y en el siglo XVIII fué comprada por don Juan de Goyeneche, marqués de Belzunce, quien en la meseta alcarreña fundó un pueblo, el Nuevo Baztán, donde construyó palacio, iglesia y colonia en torno a una floreciente industria de vidrio. Durante el señorío de Goyeneche, Illana conoció su máximo crecimiento, instalándose en ella industrias de tejidos y cordobanes; de curtidos y cordelería; explotándose los famosos vinos, que ya desde tiempos más antiguos, siglos XVI y anteriores, gozaban de excelente fama en la Corte. 

Precisamente sería este acaudalado y emprendedor hombre de negocios navarro, don Juan de Goyeneche, quien daría a Illana sus mejores momentos de prosperidad. Como un adelantado del Despotismo Ilustrado, desde los últimos años del siglo XVII Goyeneche puso en marcha, en diversos pueblos en torno a Madrid, industrias y explotaciones de diverso tipo que aprovecharan y transformaran los recursos naturales de la zona. Había nacido este personaje en Arizcun, en el Valle navarro del Baztán, y fué amigo personal del rey Carlos II «El Hechizado», en cuya Corte llegó a desempeñar altos cargos, como el de tesorero de los Ejércitos reales, y el de Contador de su segunda esposa, doña Mariana de Neoburgo. Al llegar los Borbones, continuó su asistencia a la Corte, donde por parte de Felipe V fué también muy querido, alcanzando entonces el puesto de tesorero de la esposa de éste, doña Isabel de Farnesio. Murió en 1735, a los 77 años de edad, en su pueblo de adopción y de fundación, el Nuevo Baztán madrileño. 

Juan de Goyeneche tenía en Madrid unas estupendas casas situadas en la calle de Alcalá, cerca del centro (son hoy palacio y sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando). Adelantándose a las futuras ideas repobladoras de Carlos III, este magnate se propuso la construcción de un pueblo perfectamente estructurado urbanísticamente, situado en las mesetas de la baja Alcarria, y al que dio el nombre de Nuevo Baztán, en recuerdo de su tierra natal. Tal fundación la hizo en 1709, y poco después fue el notable arquitecto José Benito Churriguera quien se puso como director de las obras, levantando el pueblo entero, y en su centro el palacio del señor, la iglesia y las tres plazas mayores. Sobre la portada del templo, una magnífica talla del santo navarro por antonomasia, San Francisco Javier. 

En Nuevo Baztán puso Goyeneche fábrica de vidrios, llegando a producirlos muy buenos. Y en los alrededores, que procuró adquirir y señorear, fue mejorando el nivel de vida de las aldeas poniendo en ellas industrias productivas que transformaran los productos de la tierra y generaran riqueza de transformación. Eso fue lo que hizo Goyeneche en Illana, construyendo las fábricas de curtidos, los cuatro telares de lanas y lienzos, y el taller de hilados de sogas. Además de construirse en la calle principal un fastuoso palacio de estilo barroco, con engalanadas líneas y un gran blasón central, muy posiblemente diseñado por el propio Churriguera. 

Por las calles de Illana se ofrecen magníficos ejemplares de palacios, del siglo XVIII, con grandes y bien trabajadas puertas barrocas, numerosos balcones y ventanas, tallados en piedra, etcétera. Es especialmente interesante el ya mencionado palacio barroco de Goyeneche, con portada de complicadas molduras y escudo de armas, que hoy se mantiene en un lastimoso estado de abandono y semirruina. Otra de las buenas casonas de Illana, la de los López Coronado, cayó bajo la piqueta recientemente. La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción es un magnífico ejemplar del siglo XVI, aunque su exterior, de sillar y sillarejo, no ofrece apenas detalles de interés; el interior, de una sola nave, es grandioso y bello: se cubre de bóveda nervada, con crucería de complicada traza especialmente sobre el poco marcado crucero. Remata el presbiterio con un retablo mayor, de estilo barroco, churrigueresco, sin dorar, pero de una elegancia suprema. En su centro destaca una imagen de la Inmaculada. En la nave, sobre los muros laterales, destacan algunos otros retablos también barrocos. En la sacristía pueden contemplarse un par de curiosos lienzos, magníficos, uno de ellos representando las Almas del Purgatorio. En cualquier caso, Illana es un lugar que ofrece sugerencias e interés para el viajero y que bien merece un paseo por sus calles, ejercitando entre ellas la memoria de su historia.