El programa teológico de la portada románica de Santa María del Rey en Atienza

lunes, 1 enero 1990 3 Por Herrera Casado
In this work a punctual element of castilian romanic art is presented: concretely the meridional porch of Atienza (Guadalajara) Santa María del Rey church, sketching and dating this church, also making a three‑levels stuely of this element on iconographic analitic method.
In the first level ‑the formal level‑ the porch is dated beetwen 1260‑1270, also for a «Cifuentes master» is attribued, with known work at another Guadalajara places. In the second level ‑the iconographic level‑ the 81 figures which adorning the element are analyzed, and on three homogenous groups are classified: saintes, grace­less and angels. In the third level ‑the iconologic or simbolic level‑ the ensemble is explained how a Gloria theologic pinture.

Portada meridional de la iglesia de Santa María la Mayor de Atienza, o Santa María del Rey. Su riqueza ornamental comulga en cantidad y calidad con las portadas de Santiago en Cifuentes y de Santo Domingo de Silos en Millana. Las tres poblaciones se encontraban en estaciones clave del Camino de Santiago levantino, el que desde el Mediterráneo entroncaba con el Camino Francés en Burgos.

 Hoy es comúnmente admitido que uno de los objetivos del arte cristiano medieval es el de transmitir doctrina religiosa a un porcentaje elevado de población que carece de los mínimos conocimientos previos, a nivel de lectura o de estudio de aquellos dogmas y postulados, básicos o muy elaborados, que se piensa son fundamentales para, con su cono­cimiento, alcanzar la salvación. A ese conocimiento debe añadirse la práctica de las virtudes y la abstinencia de vicios que propiciarán una sociedad más sana y gobernable. Finalmente, se trata también de inculcar un respeto hacia la clase eclesiástica, intermediaria entre la divinidad y el pueblo, que administra los sacramentos y garantiza, con ellos, la salvación eterna. Puede decirse, en resumen, que el arte cristiano medieval es un elemento de comu­nicación dirigido al mantenimiento del prestigio de una doctrina y una clase concretas, la eclesiástica, ante la sociedad contemporánea.  

Estas premisas iniciales, que ya han sido puestas de manifiesto en muchas otras ocasio­nes1, son ineludibles a la hora de analizar cualquier monumento religioso cristiano medieval, y de tratar de captar el significado último de su estructura y, sobre todo, de su decora­ción. En el presente trabajo analizaré uno de los más hermosos ejemplos de la arquitectura y la escultura románicas en la provincia de Guadalajara: concretamente la portada meridio­nal de la iglesia parroquial de Santa María del barrio del Rey, en Atienza. Un edificio, paulatinamente en peores condiciones de conservación, que siempre se ha destacado por su belleza y el interés de su decoración, y que ahora me propongo analizar y actualizar tanto en lo que respecta a su cronología como, más ampliamente, a la iconografía de sus fachadas y el programa simbólico, o iconología, de la gran portada meridional.  

Descripción y valoración del templo  

La iglesia de Santa María del Rey se encuentra en la villa de Atienza (Guadalajara). Hoy día se encuentra aislada de todo otro tipo de construcción, rodeada tan sólo por las ruinas de la antigua muralla de la villa, en la caída occidental del núcleo principal del castillo, y destinada desde hace un siglo a servir, en su campo o jardín previo, de cementerio municipal. En tiempos de la Baja Edad Media, en que Atienza fue una población muy importante socio‑económicamente, con un amplio número de parroquias, Santa María fue considerada la más importante, sede del Arciprestazgo, y nominada en algunos documentos como Santa María la Mayor. Su nombre indica que fue anteriormente mezquita árabe2, habiendo sido éste el lugar donde se estableció el barrio árabe o núcleo más importante de población en la época del dominio político islámico3. Aunque Atienza pasó a poder del reino de Castilla en el momento en que Alfonso VI conquistó Toledo, en mayo de 1085, el lugar no fue repo­blado, y se perdió poco después, en 1109, cuando la invasión de los almorávides. Sería finalmente en 1112, cuando Alfonso I el Batallador, Rey de Aragón, casado con la Reina Urraca de Castilla, y por tanto Rey consorte de este territorio, realizara la reconquista definitiva de Medinaceli y de Atienza 4. A partir de ese momento, se inicia la repoblación atencina y comienza su imparable crecimiento. La iglesia de Santa María fue, pues, el primer edificio religioso, románico, que se construyó en la villa.  

Puede establecerse la primera mitad del siglo XII como época de construcción de la iglesia de Santa María del Rey de Atienza. De esa época es el trazado y la planta, el arranque de los muros, y la portada que hoy luce en el muro norte, y que en opinión de Layna debió ser en ese momento la puerta principal, trasladada luego al muro referido desplazada por la gran portada que aquí estudiamos 5. En el siglo XIII, en su segunda mitad también, sufrió reforma para la colocación de la gran portada meridional, principal, cuajada de figuras, que sirve de tema a este estudio. Y posteriormente, ya en los siglos XVI y XVII, probablemente por avanzado deterioro del templo, y no tanto por necesidades de ampliarlo, pues la pobla­ción del «barrio del rey» fue paulatinamente disminuyendo, se elevaron sus muros, se puso nueva cubierta, y se alzó la torre. En la figura 5 vemos la planta de este templo, en el que se señalan en negro los elementos netamente románicos, siendo el resto reconstrucción o añadido posterior.  

Este templo es de planta rectangular, de una sola nave, en cuatro tramos dividida, y rematada en su cabecera por un presbiterio cuadrangular. Aunque muy alterada por la reforma de los siglos modernos, lo esencial de la traza de esta iglesia es románica, sorpren­diendo en cualquier caso por su inhabitualidad el hecho de ser cuadrangular el ábside, y no semicircular como era lo habitual. De sillar los muros y los arcos interiores, sólo cabe destacar una hermosa ventana de arcos semicirculares en la parte alta del muro sur, en la cabecera. La torre, ya lo hemos dicho, es moderna.  

Figura 1

El interés principal de este templo, desde el punto de vista del estilo románico medieval, son sus portadas. La más antigua de ellas, hoy en el muro norte, y tabicada totalmente desde hace mucho tiempo, mal restaurada, es la que nos da la cronología de la edificación (Fig. 1). Se trata de un arco de medio punto, rebajado, quizás por imperfecta colocación de sus dóvelas. Sus tres arcos apoyan en capiteles que a su vez se sustentan por pilares y columnas adosadas. Los capiteles son de ornamentación vegetal, y los arcos ofrecen una decoración de temas geométricos, sencilla, con moldurajes resaltados. En el arco interior, existen dos frases que, superpuestas, le recorren, y que tienen la clave de la portada: por una parte se lee, con cierta dificultad debido a los pegotes de cemento dados en época reciente, la siguiente frase latina: IN NOMINE DOMINI IESU X(P1)BITUR (BENEDICITUR) IN ERA MILESIMA CL DOMO ECCLESIE SANTA MARIA VOICA (VOCIGATA)… FUIT IN EODEM TEM­PORE ENIE REX ALFOS DE ARAGONE… MP (ERANS) IN CAST (ELLA)6. Debajo de ella, hay otra frase escrita en árabe, en caracteres cuneiformes, de la que sólo ha podido leerse el clásico «LA PERMANENCIA PARA ALLAH» que era propia exclamación de la religión mahometana en homenaje a Dios (Fig. 2).  

Figura 2

Traducida la frase latina, encontramos que hace referencia a la erección del templo, el año 1112, por el Rey Alfonso, que en ese año no puede ser otro que el de Aragón. Ello nos pone de evidencia el deseo de este monarca de extender los límites de su reino hacia el oeste. Pactos posteriores permitieron el paso de Atienza y muchos otros lugares de la orilla izquierda del Jiloca y del Jalón a Castilla7. La frase e invocación en árabe son claro expo­nente de la existencia de una población mudéjar importante, o al menos dominante en los temas constructivos y decorativos. 

Descripción de la portada  

La gran portada meridional del templo de Santa María del Rey de Atienza, es obra de la segunda mitad del siglo XIII. Así lo afirma ya Layna en su clásico estudio sobre la arqui­tectura románica en Guadalajara8 y otros autores que le siguen9. Para ello se basa en razones estilísticas, no demasiado evidentes, como son, según dicho autor, el apuntamiento incipiente de los arcos, y las formas de tratar los paños de los personajes. Hay un dato, creemos, revelador de que esta portada está realizada entre 1260 y 1270: es su similitud formal estricta con la portada de Santiago, de la iglesia del Salvador de Cifuentes10, que está fechada en el episcopado del Obispo don Andrés de Sigüenza (1261‑1268), y que presenta unos rasgos en los personajes, en sus vestimentas y en la técnica del tallado que las hacen, sin ninguna duda, hijas de un mismo artista o taller.   

Figura 5

La portada meridional de Santa María del Rey es de grandes proporciones. Presenta seis enormes arcos semicirculares, en degradación que la hacen muy profunda, lo que obligó a sus constructores a ensanchar el muro en que se inserta, y construir un cuerpo saliente que pudiera albergarla. Se protege por un estrecho tejaroz o alero sostenido por canecillos y modillones decorados con bolas. Se escolta en lo alto de dos hornacinas que tuvieron figu­ras, del mismo estilo, hoy ya muy deterioradas. La portada en sí consta de seis arcos semi­circulares en degradación, ocupados, totalmente por figuras talladas de las que luego vere­mos su disposición, tamaños y significados. Una cenefa exterior se cubre también de figuras más pequeñas. Los arcos apoyan, a través de molduras, en sendos capiteles, historiados y decorados con temas vegetales, y éstos a su vez son sostenidos por pilares adosados que apoyan sobre una compacta basamenta común (Fig. 3). El nivel de deterioro de esta portada es, por desgracia, muy importante. Tanto el paso de los siglos sobre la piedra no en exceso dura, como el mal trato de la chiquillería, de tropas y alborotos, e incluso la recolocación de algunas dovelas en arreglos sucesivos, nos han dejado esta joya del arte románico en unas condiciones no en exceso favorables para su contemplación y admiración. No obstante, el mérito artístico y la importancia del mensaje iconográfico que encierra esta pieza románica, merecen que sea estudiada con mayor detenimiento.   

Figura 3

Nivel formal   

En cuanto al nivel formal podemos decir, sin ningún género de dudas, que el tallista de Santa María en Atienza es el mismo que el de la portada del Salvador en Cifuentes. La, formas de diseñar las figuras, el tratamiento de los paños, la posición de las manos, los peinados, los rostros, la técnica de talla de los ojos, etc., evidencian no ya un parecido, sino una identidad total entre ambos conjuntos. De ello se deduce también la fecha más o meno, exacta de la realización del conjunto atencino, que es, según antes comentamos, la séptima década del siglo XIII: entre 1260 y 1270 fue tallada esta gran portada románica, lo que la hace, efectivamente muy tardía. Este detalle, en conjunción con el de la ya referida portad, de Cifuentes, y algunas nuevas cronologías documentadas en relevantes iglesias románica: de la diócesis, como las mismas de San Vicente y Santiago en Sigüenza11, nos permiten esbozar la teoría de la pervivencia en épocas muy avanzadas del esquema arquitectónico decorativo puramente románico, y que en la Alcarria, sierras del Ducado de Medinaceli, Molina, etc., y en general en toda la meseta sur castellana, los edificios religiosos continua ron utilizando las estructuras y decoraciones románicas durante dos siglos más que en la tierras del norte de Castilla, esto es, hasta entrado el siglo XIV.   

Nivel iconográfico   

Pasando a la consideración de este elemento arquitectónico desde el punto de vista estrictamente iconográfico, es preciso describir la decoración que posee, con vistas a su análisis pormenorizado. Existen, por una parte, las dos series de capiteles que rematan las columnatas de apoyo de los arcos. Y, por otra, las seis grandes arquivoltas más su cenefa externa, que forman el cuerpo de la portada.   

Los capiteles, precisamente por su situación más inferior y accesible, han sufrido con todo rigor los desperfectos a los que los siglos los han sometido. Apenas pueden identificarse en ellos las figuras que ofrecían, que son tanto antropo como zoomorfas. Es imposible, de todos modos, identificar personajes, o especies. Y mucho menos, sentido de las escenas. Abundan en ellos la decoración vegetal. Es muy posible, que sus ternas estuvieran en la órbita de la Anunciación, Natividad, Pasión, etc., de Cristo.   

Las arquivoltas son en un total de seis, más una cenefa externa también cargada, corno ellas, de figuras. La inserción de esta iconografía en el elemento arquitectónico, se hace a base de bloques tallados, independientes unos de otros, en los que aparecen una o varias figuras al mismo tiempo, pero siempre cada bloque formando una unidad escultural. De este modo, encontramos que a lo largo de toda la portada surgen un total de 65 bloques tallados (48 en arquivoltas y 17 en la cenefa externa) que suman entre todos, un total de 81 figuras incluidas en todos los bloques. La disposición de las figuras se hace en el sentido de la línea del círculo, excepto unas pocas que tienen disposición radial (Fig. 4).   

Figura 4

En cuanto al carácter de los personajes que vemos, son de tres tipos fundamentales: los que podríamos denominar bienaventurados, los réprobos y los ángeles. Son precisamente estos últimos, de los que hay alguno en todas las arquivoltas, los que aparecen en disposi­ción radial. La posibilidad de que el total de figuras esté, colocada en un cierto orden es muy remota. La gran mayoría de ellas pertenecen al tipo de los bienaventurados, y ocupan el total de las arquivoltas, y solamente algunas de réprobos aparecen, agrupados, en el arco izquier­do de la cenefa exterior. Los ángeles, en sentido radial, aparecen en todas las arquivoltas, aproximadamente hacia el punto de su clave.   

La clasificación de las 81 figuras que conforman la portada meridional de Santa María del Rey la hemos realizado en tres grupos muy concretos. Es el primero el de los bienaven­turados, del que hay 65 figuras. Van aisladas en cada bloque, o agrupadas. Son de canon muy alto, revestidas de largos y amplios mantos con numerosos pliegues, con cabezas rapa­das, peinadas con raya mediana, o cubiertos con cogulla, en actitud orante la mayoría, o con atributos que tratan de identificarlas. Veremos algunas con más detalle más adelante. El tipo de los réprobos, presenta seres antropomorfos, desnudos generalmente, en actitudes sufrien­tes o procaces, y con facies monstruosas o elementos de martirio. Solamente hay seis de éstas, y están situadas en el arco izquierdo de la cenefa externa. El tipo de los ángeles, como todos los otros de silueta y resolución muy torpes, ofrece figuras antropomorfas provistas de grandes alas que surgen de sus espaldas. Van revestidos de mantos amplios, se sitúan en sentido radial, y aparecen cercanos a la clave del arco, uno en cada una de las cuatro arquivoltas externas, dos en la segunda, y cuatro en la más interna.   

A continuación vamos a ir describiendo algunas de las más curiosas, y menos estropea­das, del conjunto de estas 81 figuras románicas. Y en el mismo orden en que las hemos definido, encontraremos primeramente las de los bienaventurados, luego las de los ángeles y finalmente las de los réprobos.   

Fig. 6a. Entre los bienaventurados, aparecen algunas figuras que llevan vestimenta de monjes: son túnicas largas que cubren también la cabeza en forma de cogulla. Sorprende, sin embargo, que en algunas de ellas los personajes que se arropan con tales telas no son realmente humanos, sino que recuerdan animales. En esta figura vemos un monje con rostro zoomórfico, como de león.   

Fig. 6b. Similar a la anterior, este monje, que parece ser franciscano por llevar en su costado izquierdo un ancho cordón, y aunque lleva la cabeza descubierta, muestra unas enormes orejas que pudieran darle también un sentido caricaturizante, recordando levemen­te a un cerdo. En cualquier caso, y aunque incluyo a estas figuras en el nivel de los biena­venturados, la caracterización ridiculizante de los mismos está muy en la línea de la Baja Edad Media de denunciar la corrupción de cierta parte del clero, viniendo a expresar con estas representaciones el hecho de que tras un hábito reglar podían esconderse individuos peligrosos y pecadores. En definitiva, el refrán tradicional de «el hábito no hace al monje».   

Fig. 6c. Entre los bienaventurados aparecen figuras de ampulosas vestimentas, mantos con numerosos pliegues, y algún adorno como la gargántula o collar que porta este persona­je, que le confiere un carácter de relieve social. Puede estar significando la presencia de un noble, puesto que no lleva signo alguno de dignidad o carácter eclesiástico. En muchos casos, como éste, la erosión y las agresiones han destruido los rostros de las figuras totalmente.   

Fig. 6d. En algunos de los bloques tallados formando las arquivoltas, aparecen en el nivel de los bienaventurados grupos numerosos, como el de esta figura. Son en total siete individuos, muy apiñados, con el canon alto propio del artista de esta portada, todos mi­rando en una misma dirección, se supone que a la «Gloria» que está en lo alto, y siempre con cierto gesto de placer y alegría. Representan al pueblo llano, pues de ello visten, que ha alcanzado la gracia de la salvación.   

Fig. 6e. En el coro de los bienaventurados, hay algunos que portan en sus manos izquier­das sendos libros, en ocasiones adornados, mientras que con las derechas se recogen los mantos que cubren sus túnicas. Éste es el caso de estas dos figuras, de canon especialmente alargado. En cuanto a la indumentaria, y a pesar de su mal estado de conservación, puede decirse que aparecen modos y detalles de tipo francés, como los cuellos o bordes superiores de las túnicas.   

Figura 6

Fig. 7a. Otra de las actitudes de los bienaventurados, entre los que aparecen también algunas figuras femeninas, es la orante. No solamente el prototipo de varón con libro en la. mano izquierda y manto recogido con la derecha es el que abunda. Son también frecuentes figuras en las que, con atuendo femenino, se ofrecen orantes con ambas palmas de la, manos juntas, en actitud hierática y reverente.   

Fig. 7b. Algunas parejas de bienaventurados ofrecen diferencias notables de estatura Ello quiere indicar la variedad total de humanidad salvada. En ocasiones, aparte del prototipo habitual de libro y manto recogido, aparecen los varones con otros detalles, como el alto de esta figura, que sostiene con su mano derecha un palo o báculo, mientras con la izquierda es con la que se recoge el manto. En este grupo sorprende otro detalle que se ve en varias ocasiones: a los pies de las figuras de los bienaventurados aparecen pequeños seres de canon muy corto, muy toscamente tallados, en número abundante y con aptitudes indumentarias imposibles de identificar. Es claro, sin embargo, su sentido: son los vicios las tentaciones que aparecen aplastados, pisoteados y vencidos por los justos.   

Fig. 7c. En este grupo de tres bienaventurados, extasiados y orantes ante la visión de gloria, aparece un personaje central que contrasta en altura con los otros, y que lleva una indumentaria peculiar y bien conservada, de tipo franco. También este grupo se apoya sobre una hilera de figurillas inidentificables, pero con seguridad simbollizantes de los vicios y los pecados, sobre los que triunfan los seres virtuosos.   

Fig. 7d. Hay finalmente otro tipo de grupos entre los bienaventurados que presentan al prototipo de varón con libro y mano recogiéndose el manto, unido a figurillas de canon menor, en la misma actitud, y como pertenecientes a otro universo, en otra escala: en esta imagen lo vemos con claridad, añadiendo el detalle de que los bienaventurados de pequeño tamaño, provistos de piernas muy largas, son llevados a hombros de otros personajillos.   

Figura 7

Fig. 8a. Entre el grupo numerosísimo de bienaventurados, algunos hay que portan ele­mentos identificativos, que posibilitan su catalogación fácil. Uno de ellos es este personaje, con ropa talar y una especie de pergarmino en la mano, que lleva en el bolsillo de su manto un objeto visible con absoluta claridad: unas tijeras. Debe identificarse con San Pelayo, joven mártir cristiano, muy venerado en la Castilla medieval, cuyo atributo principal son las tijeras. Apoya en signo de victoria, sobre individuos toscamente tallados y muy peque­ños, símbolos de los vicios que él venció.   

Fig. 8b. Un varón grueso, con pelo rizado, amplio manto, portando en su mano derecha una enorme llave, no tiene dificultad en ser identificado con San Pedro.   

Fig. 8c. Lo mismo ocurre con este otro, anejo al anterior, que representando amplía vestidura de múltiples pliegues, en señal de importancia, porta con su mano derecha una espada, y debe identificarse con la imagen de San Pablo. A sus pies, un individuo es escol­tado de dos leones. Puede hacer alusión al profeta Daniel, o más genéricamente, al alma del cristiano acosada por el peligro de las fieras.   

Fig. 8d. La imagen de este bloque es indudable que trata de representar a Jesucristo, en pie, con un traje especialmente rico, comparado con las anteriores figuras, bendiciendo con su derecha mano, y portando en la izquierda un libro que sobre su cubierta luce una cruz. La cabeza de este personaje se rodea por un halo tallado en el que parecen surgir resplando­res mediante incisiones. Lo curioso de esta indudable imagen de Cristo, es el animalito que asoma en su costado derecho, y que parece representar un conejo o cualquier pequeño felino.   

Figura 8

Fig. 9a. En la tipología de figuras angélicas, de las que aparecen en todas las arquivoltas algún ejemplar, el prototipo es similar a éste: un individuo de canon corto, con túnica de cuello apuntado, manto que sólo le descubre la parte anterior, por donde se ven sus manos, y alas grandes de arranque estrecho. Grandes pies le sirven de apoyo. Con diversas varian­tes, así son todos los ángeles que aparecen en esta portada.   

Fig. 9b. En la serie, breve, de réprobos, que figuran en la cenefa externa de la portada, y que se encuentran muy deteriorados, vemos figuras como ésta, con dos seres desnudos, montado el uno a hombros del otro. Indudablemente esta actitud de montar a hombros debe tener un significado peyorativo, de humillación, de purga, que queda evidente en esta figura.   

Fig. 9c. Otra imagen del grupo de los réprobos, muestra lo que podría ser una figura femenina, envuelta en un material que no es tela, que podría ser fuego, y que en su mano derecha porta un palo terminado en máscara. En el mismo sentido que algunas figuras de Cifuentes, podría simbolizar el engaño del Demonio que se muestra tapado con máscaras rientes.   

Fig. 9d. Y esta otra figura de réprobo, muy elocuente en el conjunto de elementos que le acompañan: un varón, desnudo, llevando su mano izquierda a los órganos genitales, y la derecha, hoy rota, probablemente a la laringe, asomándole una carátula de Diablo sobre el hombro izquierdo, y otros dos diablillos, entre llamas, atenazándole los pies.   

Figura 9

Una vez descritas las más relevantes de las figuras de la portada románica de Santa María del Rey de Atienza, queda solamente atender el estudio del nivel iconológico de todo el conjunto, o análisis de su programa simbólico.   

El nivel iconológico nos permitirá acercarnos al sentido último que el diseñador de la portada de Santa María quiso expresar, en su intento de comunicación de doctrina a cuan­tos habitantes del barrio o del burgo se acercaban al templo. Ya hemos comentado que nos parece muy poco probable que las figuras de esta portada estén colocadas en un orden establecido originariamente. Las reformas, evidentes, que dicha portada ha sufrido a lo largo de los siglos, nos impiden captar el pleno sentido originario de su disposición. Sin embargo, no estaría muy lejos de lo que vemos ahora.   

Debemos considerar, en líneas generales (Fig. 4) que de los tres tipos de figuras que se muestran en el conjunto, los réprobos están todos agrupados, en el lado «izquierdo» de la cenefa exterior o nivel de personajes virtuosos y viciosos. Los ángeles, tan toscos en Atien­za, van situados aproximadamente en el punto clave o central de todas las arquivoltas, con uno o varios en cada una de ellas. Están, indudablemente, estableciendo un eje celeste, que viene a calificar, de algún modo, con la categoría de «paraíso» al conjunto de las arquivoltas internas, en las que el resto de figuras son, sin excepción, bienaventurados.   

En la simbología del arte románico, y en general medieval, todo lo que posee una forma circular, semicircular o semiesférica, es representativo de un nivel superior, celeste (los científicos de la época pensaban que las «capas» que rodeaban a la Tierra, en número de nueve, eran perfectamente esféricas y sólo esa figura podía simbolizar el nivel de la Gloria, estante y envolvente al mundo). Esta portada es fácilmente identificable con esa Gloria en la que aparecen Cristo, los apóstoles, los santos y el coro de bienaventurados que tras la muerte han alcanzado la salvación. La identificación de algunas figuras con Jesucristo, con San Pedro y San Pablo, con San Pelayo, etc., nos permiten hacer esta interpretación cómo­damente, señalando además, sin concreción de nombres, cómo otros muchos de los perso­najes representados son apóstoles, otros monjes, y el resto bienaventurados. La aparición de ángeles entre ellos, marcando con su posición radial y su colocación clave, una línea central y ascendente, avala aun más esta interpretación de ser la «GIoria» lo que el diseñador de la portada de Santa María del Rey quiso mostrar en su espléndido retablo pétreo.   

La línea de capiteles y cenefas que los bordea, en Cifuentes estaba cuajada de seres malignos, de humanos en comisión de pecados, de animales fantásticos, etc. Los desperfec­tos tan acentuados de Atienza nos impiden confirmar o corroborar este mismo sentido para sus capiteles. Sin embargo, la función de la cenefa externa a las seis arquivoltas de la bocina, es en Atienza similar a la de Cifuentes, un nivel de Psicomaquia o “ducha de vicios contra virtudes” nos muestra en uno de sus lados o seres benéficos y virtuosos, y en el otro a diablos o pecadores, lo que aquí hemos denominado como réprobos. En cualquier caso, es la demostración visible de que también los pecadores tendrán su papel en el momento de la muerte y de alcanzar el nivel del «más allá»: será un papel del sufrimiento eterno, de la fealdad, de la condenación.   

Analizada, en fin, en su conjunto de figuras y temas esta portada románica de Santa María del Rey de Atienza, podemos llegar a ciertas conclusiones en cuanto a su simbología conjunta, al mensaje que quiere transmitir al espectador. Un gran bloque de seres venera­bles, respetables, que ya han muerto y por su vida perfecta, han alcanzado el calificativo de bienaventurados, ocupan los diversos círculos o estamentos del cielo, donde se acompañan de los apóstoles, de santos y de ángeles que alaban orando a Dios, quien en representación de la persona de Cristo también aparece en la gloria. Ese espacio santo no tendría valor si no se pone en contraposición con otros ámbitos diferentes: los capiteles y la cenefa exterior son niveles mundanos, históricos. El vicio y la virtud están todavía en la balanza que puede escoger el hombre. Sólo el que escoja la segunda penetrará en el círculo central. Es éste pues, un paradigma de Salvación mediante las obras: rechazo del vicio, práctica de la virtud.   

En definitiva, comprobamos que, de un modo muy similar a la portada del Salvador de Cifuentes, diseñada y trazada por un mismo individuo o equipo humano, la portada de Santa María del Rey de Atienza está ofreciendo una enseñanza teológica, de nivel simple, a los fieles de la villa en que se sitúa. Queda así, una vez más, sumamente clara la intencio­nalidad doctrinal del arte medieval, única vía, en muchos casos, de aleccionar a la población sobre una serie de ideas teológicas abstractas, que de este modo quedan permanentemente visibles y recordables.   

NOTAS   

1 Véase, en este sentido, los trabajos de Mâle, Guerra, etc., entre otros muchos. Por lo que respecta al signifi­cado del mensaje teológico encerrado en estas portadas de parroquias de pueblo, ver mi trabajo sobre la portada románica de la parroquia del Salvador en Cifuentes, publicado con el título Una propuesta teológica en el románico castellano (La portada del Salvador en la iglesia parroquial de Cifuentes, Guadalajara), en Wad‑al‑Hayara, 10 (1983): 165‑178.   

2 Era costumbre de los reyes castellanos poner bajo la advocación de la Virgen María, con el nombre de Santa María la Mayor o algún otro adjetivo, las iglesias construidas sobre las mezquitas de los árabes, o las mezquitas transformadas en iglesias.   

3 Pavón Maldonado, B., Guadalajara medieval. Arte y arqueología árabe y mudéjar, C.S.I.C., Madrid, 1984, pág. 67.   

4 Layna Serrano, F., Historia de la Villa de Atienza, Madrid, 1945~ García López, J. C., La Alcarria en los dos primeros siglos de su Reconquista, Ed. Institución «Marqués de Santillana», Guadalajara, 1974.   

5 Layna Serrano, F., La arquitectura románica en la provincia de Guadalajara, 2ª edic., Ed. Diputación Pro­vincial, Guadalajara, 1971, pág. 53.   

6 La reproducimos de Asensio Rodríguez, Ana Mª, La arquitectura románica en el partido de Atienza, en Wad‑al‑Hayara, 5 (1978): 89‑101.   

7 Zurita, Jerónimo, Anales de la Corona de Aragón, Ed. de A. Canellas, Zaragoza, 1967‑1977.   

8 Layna Serrano, F., La arquitectura románica en la provincia de Guadalajara, 2ª ed., Edit. Diputación Pro­vincial, Guadalajara, 1971, pág. 53.   

9 Asensio Rodríguez, Ana M.’, La arquitectura románica en el partido de Atienza, en Wad‑al‑Hayara, 5 (1978): 89‑101.   

10 Herrera Casado, A., Una propuesta teológica en el románico castellano (La portada del Salvador en la iglesia parroquial de Cifuentes, Guadalajara) en Wad‑al‑Hayara, 10 (1983): 165‑178.   

11 Muñoz Parraga, La Catedral de Sigüenza (las fábricas románica Y gótica), Public. Cabildo de la S.I.C.B. Sigüenza. Guadalajara, 1987.