El Renacimiento alcarreño

viernes, 10 noviembre 1989 0 Por Herrera Casado

 

El movimiento humanista italiano, que se extiende por la Península itálica y progresivamente por el resto de Europa a partir del siglo XV, adquiere en cada país, y aun en zonas muy concretas, aspectos propios que mereced estudios muy particularizados. Una de las modalidades de este movimiento socio‑cultural es el que podríamos denominar Renacimiento alcarreño, y que a partir de la segunda mitad del siglo XV se expresará, a través de personajes, de instituciones y de obras diversas, en la ciudad de Guadalajara y en su tierra más inmediata.

Serán los Mendoza, la prolífica familia que controla la mayor parte del territorio alcarreño, la que ha de introducir el Renacimiento en España. Y de ahí deriva el hecho de que sea en tierra de Guadalajara donde con mayor fuerza se manifieste, y más tempranamente lo haga. Don Iñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana, es reconocido unánimemente como un humanista pleno, introduciendo en su biblioteca traducciones y manuscritos de antiguos autores latinos y griegos. El mismo en su poesía introduce modismos nuevos, italianos. Y su protección a las artes, especialmente al estilo hispano‑flamenco, demuestra el calor con que acoge cualquier tema, que trate de sacar a su sociedad del modismo medieval. Algunos de sus hijos (especialmente el gran Cardenal de España don Pedro González de Mendoza) y nietos (como don Iñigo López de Mendoza, «el gran Tendilla» llamado por ser el segundo conde de dicho título) pusieron también su influencia y entusiasmo para introducir en España el nuevo sistema. Muchos otros miembros de la familia Mendoza colaboraron a ello.

Así puede decirse que Guadalajara es el primer punto de contacto del Renacimiento en la Península Ibérica. Y en esta tierra aparecen las huellas de esa situación. En cuanto a obras de arte, una serie de edificios realizados en el último decenio del siglo XV y primero del XVI proclaman la singularidad de lo alcarreño. No solo el palacio del Infantado de Guadalajara, todavía anclado en buen modo a las pautas del estilo gótico isabelino con detalles mudéjares, sino especialmente el palacio de don Antonio de Mendoza en Guadalajara, el convento de San Antonio en Mondéjar, la iglesia parroquial de esta misma localidad, el palacio de los duques de Medinaceli en Cogolludo, y algunos altares y edificios de Sigüenza y su catedral (el altar de Santa Librada, la sacristía de las Cabezas, etc.) pregonarán entre 1490 y 1510 el nuevo sistema de construcción y ornamentación que los Mendoza, de manos de sus arquitectos Lorenzo Vázquez, Alonso de Covarrubias, Cristóbal de Adonza y otros, introduce en Guadalajara. En todos esos edificios, y en otros de menor entidad (el palacio de los Dávalos en Guadalajara, el atrio de Santa María, etc.) aparece un elemento decorativo muy propio del Renacimiento alcarreño, cual es el capitel propio del mismo, que es ranurado y con ribete inferior de hojas.

Además de la ciudad de Guadalajara, algunos pueblos alcarreños recibirán muy pronto el influjo del estilo nuevo: así vemos en Cogolludo y Mondéjar la aparición de buenos ejemplos arquitectónicos renacentistas, pero en otros como Peñalver, Cubillo de Uceda, Bujalaro, Atienza, Almonacid, Yunquera, etc. también se pondrán edificios renacientes, especialmente sus iglesias parroquiales. Sigüenza será donde especialmente, y al calor del culto obispado, se desarrolle una vertiente personalísima del Renacimiento artístico: no solo en la catedral, sus altares y capillas, sino en otros edificios (el Ayuntamiento, la casa de la Inquisición) y templos (Stª María de los Huertos) se desarrollarán potentes las nuevas tendencias.

En cuanto a los focos de cultura, propios de esta época, será con singularidad la ciudad de Guadalajara, llamada la Atenas alcarreña a partir del segundo tercio del siglo XVI, donde se desarrollará un decidido afán de cultivo y protección de todo tipo de actividad cultural: escritores y poetas, novelistas y traductores, místicos y juristas, pondrán al servicio de la familia su afán de saber y renovación. Junto a la aparición de alumbrados como Ruiz de Alcaraz, María de Cazalla y otros, encontramos a Luis Gálvez de Montalvo, a Alvar Gómez de Ciudad Real, o a Francisco de Medina y Mendoza, desarrollando sus dotes narrativas, poéticas y eruditas. La corte mendocina de Guadalajara será capaz de asimilar y propiciar todo tipo de actividad novedosa, estimulante de la dignidad del hombre y de su obra personal.

La obra de otros artistas en la tierra alcarreña, prolongará a lo largo del siglo XVI esta primera semilla puesta por los Mendoza en Guadalajara: Alonso de Covarrubias en la catedral de Sigüenza, el convento de la Piedad de Guadalajara o el monasterio de San Bartolomé en Lupiana; Acacio de Orejón, Pedro de Medinilla y Pedro de Bocerraiz en construcciones variadísimas de palacios e iglesias; Rómulo Cincinato en pinturas manieristas de Guadalajara; Gaspar de Muñoyerro o Jerónimo de Covarrubias en objetos de orfebrería. Y cientos más de artistas, de tapiceros, de doradores y escultores, de actores, de impresores incluso, que en abrazo común darán al siglo XVI en Guadalajara y su tierra un carácter único, magnífico, generoso en vitalidad y lucimiento: el Renacimiento Alcarreño tiene, pues, plenamente justificada su existencia.