Los monjes de Huerta, señores de Molina

viernes, 26 diciembre 1986 0 Por Herrera Casado

 

En la historia del Señorío de Molina, que estuvo marcada en sus dos primeros siglos de existencia por los condes de Lara, intervinieron también otros personajes e instituciones que influyeron de un modo u otro en su desarrollo, y que incluso llegaron a ostentar el señorío territorial sobre algunas parcelas del mismo. Uno de esos señores fue el Monasterio cisterciense de Santa Maria, hoy en la provincia de Soria, pero durante la Baja Edad Media situado en el límite nororiental de Castilla, y por lo tanto en la misma frontera de Molina con Aragón.

Aunque algunos datos ya son conocidos, y en estas paginas he publicado referencias ciertas sobre el señorío de los monjes de Huerta sobre fragmentos del territorio molinés (1), la reciente publicación de un importante documento viene a mostrarnos otros datos nuevos e interesantes, y nos permite reunir, en gavilla homogénea, las noticias que a este respec­to existían. Dicho documento es el Cartulario de Santa Maria de Huerta, que estudiado por José Antonio García Lujan ha editado la Excma. Diputación Provincial de Soria (2).

En este documento, escrito en magnifica letra gótica de mediados del siglo XIII, ignotos monjes de Huerta fueron copiando cuidado­samente a lo largo de sus apergaminadas paginas todos los importantes documentos que hasta su chancillería llegaban, con prerrogativas, derechos, donaciones y confirmaciones. Conservado hasta el momento de la Desamortiza­ción en Huerta, fue trasladado a Buenafuente, en Guadalajara, donde las monjas cuidaron su venerable vetustez, permitiendo que en 1930, al repo­blarse Huerta con nuevos monjes del Cister, volviera a su lugar de origen, donde hoy se conserva y ha podido ser estudiado por el investigador citado.

De entre los numerosos documentos relativos a los primeros anos de la vida del cenobio castellano, destacan varios que hacen referen­cia a las relaciones de Molina con la institución sacra. Daré en principio una referencia sucinta de dichos documentos, pasando luego a valorar los más interesantes y a centrar el significado de todos ellos en el contexto de la historia del territorio de Molina. Estoy seguro que estas paginas han de interesar a mas de un estudioso que tiene al Señorío molinés por su punto de mas cierta referencia.

El documento mas antiguo es de 1164, y en el confirma el Papa Alejandro III las posesiones que Huerta tiene, entre otros lugares de su entorno, en Arandilla y Grudes. Presupone este documento una donación previa de dichos territorios al monasterio. En 1167, sin embargo, la conde­sa dona Ermesenda, esposa del primer conde y señor de Molina, don Manrique de Lara, hace donación a Huerta de la heredad de Arandilla, con objeto ya por entonces expresado de que se construyera allí un monasterio cistercien­se, filial del soriano.

Otro documento de 1169 nos muestra que Alfonso VIII da su protección total al monasterio, incluyendo todas sus posesiones, entre las que menciona de forma destacada la heredad de Arandilla. De ese mismo ano, de 1169, es un documento que permanecía hasta ahora desconocido, y que es de un gran valor para el conocimiento de la historia molinesa: en ese ano el conde de Molina don Pedro y el abad de Huerta don Martín hacen la relimitación del territorio de Arandilla, que propiedad de los monjes blancos, aparece ya como una autentica isla en el interior del señorío molinés.

En 1172, el mismo conde don Pedro de Molina junto a su cunado don Almalrico, conde de Narbona, hacen donación a Huerta de la mitad de las salinas de Terceguela o Terzaguilla, todavía hoy existentes en termino de Terzaga. Se trataba sin duda de una importante y magnánima donación, pues en esa época la sal era uno de los productos fundamentales del mercado, muy cotizado y codiciado. Al ano siguiente, en 1173, el mismo conde molinés don Pedro y su mujer dona Sancha vuelven a confirmar esta donación, con unas condiciones muy particulares.

También los obispos de Sigüenza, señores espirituales de la zona, expresaron su deseo de beneficiar a los monjes de Huerta, concediendo en un documento de 1175 la percepción de los diezmos que correspondían al Obispo y Cabildo catedralicio, en Arandilla y en las salinas de Terzagui­lla, amen de otros muchos lugares ya por entonces propiedad de los bernar­dos. Era una forma de conceder la total propiedad de hecho y de beneficio sobre esos territorios y minas. Nuevamente, en 1176, el Rey de Castilla Alfonso VIII confirma a Huerta la propiedad de esos lugares.

Aunque ya suficientemente conocido, el mas importante de estos documentos es el que extiende en 1181 el conde de Molina don Pedro junto con el Común de Villa y Tierra molinés, a favor de Santa Maria de Huerta, en que confirma la propiedad de este monasterio sobre el termino de Arandilla, rica finca en el corazón del territorio molinés, y puesta en un idílico entorno de bosques y praderas, para que allí instalaran un monaste­rio que serviría como panteón familiar de la casa de Lara y de los condes de Molina y toda su familia. Después de conceder definitivamente el terri­torio, mas 400 ovejas, 40 vacas, 10 yeguas y tierra suficiente para ser arada por 16 yugadas de bueyes cada ano, el conde trata de asegurar la construcción del monasterio en Arandilla, e incluso pone al Rey Alfonso VIII por testigo de que eso se cumpla. Si sus sucesores no pueden llevarlo a cabo, por falta de dinero, entonces pide que su cuerpo llevado a Huerta y enterrado en su claustro (como efectivamente ocurrió, y aun hoy puede comprobarse).

Confirmaciones papales posteriores aseguran a los monjes de Huerta sus posesiones molinesas. Sendos documentos de Clemente III en 1189, y de Celestino III en 1191, mas otro de Alfonso VIII en 1199, insisten en convalidar a los cistercienses sus dominios en Arandilla, Grudes, las salinas de Terzaguilla y otros territorios hoy de la provincia de Soria

De todo lo referido anteriormente, se desprende la buena vecindad que reino siempre entre los obispos de Sigüenza, su Cabildo cate­dralicio, los señores de Molina y los monjes de Huerta. Ese entendimiento cuajo en las anotadas donaciones, y sobre todo, en el deseo de los Lara molineses de ser protegidos en su otra vida por las oraciones y los espiri­tuales valimientos de los monjes blancos. Es de resaltar nuevamente la intención del conde don Pedro, ya manifestado por su madre la condesa dona Ermesenda, y probablemente, aunque ello no esta documentado, por el funda­dor del territorio don Manrique de Lara, de fundar un nuevo monasterio, filial de Huerta, en el valle de Arandilla, junto a la ermita de Nuestra Señora de Montesinos, y allí poner el panteón familiar de los Lara, en imitación de los que las nobles familias castellanas e incluso la realeza hacían en otros lugares del reino. Es este un dato muy relevante de la historia de Molina, que creo necesario quede bien notorio.

Para terminar, y como un apéndice documental brevísimo, copio las frases con las que el conde don Pedro y el abad don Martín señalan los términos de Arandilla, entre Cobeta, Molina y Selas, refiriendo en latín algunos detalles geográficos que probablemente los buenos conoce­dores de la comarca puedan hoy, ocho siglos después, identificar. Decían así:

Sic autem exterminaverunt, ex parte de Molina sicuti sunt illas pennas extra naves et sunt cruces posite in illas pennas, in rivo usque ad rupem in qua est posita xrux subtus molendinum quod destrusit Petrus Cova, iussione comitis Almarrich, extra la foz; ex parte de Selas sicuti sunt las angosturas in illas pennas; ex parte de Alagonciello sicuti sunt las covas lavradas; ex parte de illo pinar asi comodo la cova de la ferreria.