La sociedad familiar en el siglo XV alcarreño

viernes, 10 octubre 1986 0 Por Herrera Casado

 

Eran los comienzos del siglo XVI en España, y una persona de seso y saber decía esto, entre muchas otras cosas: el diablo ha ensenado a los hombres muchas supersticiones vanas, y entre ellas es muy notable… la de los saludadores. Y fingen que son fami­liares de Sancta Catalina o Santa Quiteria, y que estas sanctas les han dado virtud para sanar la rabia. Y para lo hacer creer a la simple gente, hanse hecho imprimir en alguna parte de su cuerpo la rueda de Sancta Catalina, o la señal de Santa Quiteria y ansi, con esta fingida sanctidad, traen a la simple gente engañada tras si.

Pertenecen los párrafos anteriores a la obra Reprobación de las supersticiones y hechicerías que Pedro Ciruelo escribió a comienzos de la década dieciséis, en cuyo texto denso y lleno de conocimiento con respecto al mundo de la magia y las supersticiones, aparece en un mosaico de increíble color y de sorprendente riqueza, todo el cúmulo de creencias falsas, de mezcla de brujería y cristia­nismo, de superstición y rito, que llenaba como una mancha de aceite la sociedad hispana de esa centuria. Es curioso conocer hasta que punto esta forma, mágica y supersticiosa, impregnaba el discurrir de la sociedad. Todos los niveles sociales, y aun de muchas calidades mentales, estaban convencidos de la bondad de estos sistemas. Contra ello se levantó, en los primeros años del siglo XVI, Pedro Ciruelo, como dos siglos después lo haría el padre Feijoo y otros muchos lo han ido haciendo hasta casi nuestros días.

Pero lo más curioso es de quien procedía tal invectiva. Pedro Ciruelo era un astrólogo convencido, un hombre entregado al estudio profundo de los astros y de sus influencias sobre los hombres. Además era matemático, era filósofo, era teólogo y era, en definitiva, un sabio a la moda antigua, a quien «nada humano le era ajeno». Su nombre autentico era Pedro Sánchez Ciruelo. Originaria su familia del Señorío de Mollina, el nació en Daroca, hacia 1470. Estudio en su lugar natal y paso luego, en 1482, a Salamanca, donde finalmente se licencio en Artes. Marcho en 1492 a París, a estudiar Teología, y a enseñar las matemáticas que aquí ya había aprendido. Estuvo 10 anos en París, respirando un aire distinto al de las cátedras salmantinas, y colabo­rando en la edición de algunos libros matemáticos, o incluso escribiéndolos y publicándolos personalmente. Tal ocurrió con su Tratado de Aritmética practica, y con su Aritmética speculativa, además de la edición comentada de la Sphera de Johannes de Sacrobosco.

Pedro Ciruelo llegó a Sigüenza inmediatamente después de su regreso de París. Se presentó a las oposiciones que habían sido convocadas por el Colegio‑Universidad seguntino, para la provisión de la Cátedra de Filosofía. Pero la opción era, al mismo tiempo, la de ocupar la Cátedra y una canonjía de la Catedral (que era la que llevaba anejo el sueldo). En el tribunal formaban personas como Fran­cisco de Carvajal, chantre de la catedral; Fray Juan de Melgar, prior del monasterio jerónimo de San Antonio, y el bachiller Diego de Horni­llos, Rector de la Universidad seguntina. Nemine discrepante obtuvo Ciruelos la cátedra. Sustituía en ella al maestro Domingo Paniza, quien la dejo vacante al ingresar en el monasterio de Guadalupe. Tomo posesión nuestro personaje el 20 de marzo de 1502. Y en Sigüenza permaneció durante 3 anos completos. En las actas de la Universidad se le nombra a veces como «Maestro en Teología» y es calificado de «egre­gio varón» en algunos párrafos. Ciertamente, ya para entonces Ciruelo estaba considerado como un sabio y una gloria de la ciencia española. Y la Universidad seguntina contó desde entonces como un honor el que Pedro Ciruelo hubiera formado parte de su claustro de profesores.

Sus clases eran tan notables, que hasta el mismo Obispo de Sigüenza solicitó, sin estar matriculado en la Universidad, asistir a ellas. Era entonces Fray García Bayón el responsable de la Diócesis seguntina. Dominico procedente de San Esteban de Salamanca, sabio teólogo también, como buen predicador, y hombre de confianza de los Reyes Católicos. Durante 20 años tuvo el cargo de Obispo auxiliar de Sigüenza, pues la ausencia permanente del obispo titular, Bernardino de Carvajal, de continuo en Roma, obligo a que Bayón realizara las funciones episcopales.

En 1505 Ciruelo dejo Sigüenza y se traslado a dar clases a Zaragoza. Y en 1509 fue llamado por el Cardenal Cisneros para ocupar cátedra en la recién creada universidad de Alcalá de Henares. Allá permaneció durante dos décadas, explicando la Teología de Santo Tomas, cobrando fama universal por su oratoria y su sabiduría. De 1533 a 1537 vivió en Segovia, como magistral de la Catedral, trabajando en temas bíblicos, y finalmente la última etapa de su vida la pasó en Salamanca, donde se sabe que ejerció de canónigo de su catedral.

Pedro Ciruelo fue un hombre dado al pensamiento y la investigación. Muchos le conocen solamente como gran matemático. Y, en efecto, escribió numerosas obras de esta materia. Entre otros, publico en 1516 el Cursus quattor mathematicarum artium liberalium. En la biblioteca de la catedral de Sigüenza se conserva un pequeño librito, impreso en Paris en 1495, así titulado Brebe compendium artis Geome­triae a Thoma Brabardini… cum tractatu de cuadratura circuli bene revisa a Petro Sanchez Ciruelo.

De Teología también publico varias cosas. Asimismo de lógica. Y las diez Paradoxae questiones con las criticas a la cabala judía. Pero de lo que popularmente ha quedado mas señalada fama en torno a Ciruelo ha sido de su aspecto astrológico. Era raro que en aquella época, un sabio de su categoría, admirado de todos, buscado como gran teólogo, se dedicara al estudio y la defensa de la Astrología. El estaba convencido de la realidad de esta ciencia. Se mostraba en contra de la «astrología judiciaria» o falsa, pero insistió siem­pre en la seguridad de la influencia de los astros sobre los hombres y sobre la tierra. Así, en 1523 publico en Alcalá un opúsculo, titulado el Pronosticon, dedicado a Fernando de Austria, en el que trataba los posibles efectos de la conjunción de todos los planetas en Piscis en febrero de 1524. Fue librillo muy leído en toda España y aun en Europa. También escribió la Apothelecmate Astrologiae Christianae, y fue finalmente su Reprobación de las supersticiones y hechicerías, con la que iniciábamos este trabajo, la que le dio fama universal. Su segunda edición se hizo en Alcalá, en 1512. Pero a lo largo del siglo XVI fue reimpresa once veces. Recientemente ha sido otra vez editada en España, por la Editorial Glosa de Barcelona, en 1977, y siempre muestra esta obra el valor y el sabor de contactar con un mundo que, aunque asombroso, era real en nuestro país hace cuatro siglos. De su autor, del gran maestro y sabio que fue Pedro Sánchez Ciruelo, hemos recordado hoy silueta y legado. Para quien desee ampliar un tanto en su conocimiento, recomiendo acudir a algunas de las obras que menciono en la bibliografía.

Bibliografía

LOPEZ PINERO, J. M. et col.: Diccionario histórico de la ciencia moderna en España, tomo I, Barcelona, 1983

LORENTE Y PEREZ, J. M.: Biografía y análisis de las obras de matemática pura de Pedro Sánchez Ciruelo, Madrid, 1921

MINGUELLA Y ARNEDO, T.: Historia de la Diócesis de Sigüenza y sus Obispos, Madrid, 1899, tomo III, p. 430‑432

MONTIEL, I.: Historia de la Universidad de Sigüenza, Maracaibo, 1968

REY PASTOR, J.: Los matemáticos españoles del siglo XVI, Madrid, 1926

YELA UTRILLA, J. F.: Documentos para la historia del Cabildo seguntino, en Boletín de la Real Academia de la Historia, LXXXVI (1925)