La muralla medieval de Hita

viernes, 21 marzo 1986 0 Por Herrera Casado

 

De las viejas villas alcarreñas que durante la larga Edad Media destacaron por su importancia urbana y señorial, o por su situación estratégica, una de las más señaladas fue Hita, dominante del valle del Henares, y codiciada de iberos, de romanos, de árabes y de castellanos. Sin entrar ahora en el análisis de su historia, que ya hemos hecho en otras ocasiones, hoy quisiera referirme exclusivamente a uno de sus aspectos monumentales más característicos, aunque ya por desgracia actualmente casi perdido. Se­ trata de su antigua muralla, medieval que en ocasiones pretéritas circundó totalmente a la villa y la confirió una fuerza y una seguridad únicas.

Como cabeza de un importante Común de Villa y tierra que era, Hita tuvo siempre una murilla circundante. Este era uno de los sig­nos expresos de la categoría de Vi­lla cabeza de Común. La fuerza de su Concejo medieval y el apoyo de sus señores, los Mendoza, a lo que se añadía la enorme y plural población que albergaba, hizo que Hita fuera mejorando paulatinamente a lo largo del Medievo. Sabemos, muy indirectamente, que la villa contaba con muralla desde poco después de la reconquista a los árabes. En lo alto del cerro un castillo. Y abajo el Poblado rodeado de cerca protectora. Pero en el siglo XV esta cerca se encontraba muy destruida y restaba seguridad al pueblo. Fue por­ ese motivo que se concertaron el se­ñor de la villa, que a la sazón era el marqués de Santillana don Iñigo López de Mendoza, con el Concejo y regidores de Hita, para entre todos poner nuevamente en pie elemento tan crucial en su fuerza y en su vida.

Del documento que se suscribió entre, ambas partes en 1441, hemos entresacado las Características de la muralla que entonces comenzó a construirse. Las expondré con brevedad y concisión, ayudándome de un gráfico sencillo que explique la estructura de esta muralla. Por otra parte, explicará también el sistema que se adoptó para sufragar los gasto de esta muralla, en la que colaboraron todos, pueblo y señor, con sus caudales dinerarios.

El documento habla de reconstruir “los muros e cerca de la dicha villa”. En un castellano sencillo y primitivo, el documento nos apunta cómo sería este edificio. Debería hacerse entera, desde los cimientos. Tendría en todo su circuito 5 tapias (medida de longitud). Encada tramo, esta altura se dividiría así: la parte más baja se­rían los cimientos, a base de cal y canto. Seguirían tres tapias hechas de tierra con cal. Arriba, la última tapia, estaría más elaborada a base de cal, canto y ladrillo. Encima de ella iría un pretil, y encima de éste las almenas, que serían de piedra. El grueso del pretil y muralla sería de 7 pies. Se añadirían saeteras entre las almenas. Y el pretil se haría de tapial delgado, de tierra «fasera­da».

La muralla, que rodearía por completo toda la villa, había de, tener un total de 10 torres, una por cada puerta de acceso. Las torres se construirían con esquinas de cal, canto y ladrillo, siendo los muros de tapial y tierra faserada. Esta obra había de llevar 10 años de trabajo, no sabemos si en ese tiempo se concluyó, o fue más deprisa, o si incluso quedó Incompleta. Lo cierto es que en 1441 dieron comienzo las obras con un caudal importante de dinero para ellas.

La financiación, de esta obra se estipuló hacerla del siguiente modo. Ofreció don Iñigo una modalidad que fue aceptada por el Concejo. Durante. 10 años se comprometía el pueblo y el marqués a aportar, cada uno de una forma diferente, el dinero necesario. Se intentó, de todos modos, evitar los impuestos directos, y así dice el documento «que se escusen de fazer derramas sobre los dichos vasallos». Pero hubo de acudirse a los impuestos indirectos. Estos consistían en unos recargos o «sisas» sobre el precio de algunos artículos de uso frecuente así sobre la venta de carne y pescado, se cobraría un arrelde por cada cuatro onzas. Los carniceros lo cobrarían para entregarlo luego al recaudador. Sobre el pescado, salado (bacalao, etc.) se pagarían dos meajas de maravedí por cualquier cantidad, comprada de dicha materia. Y finalmente se imponía también una «sisa» sobre el vino vendido y sobre el producido. Se pagarían 7, ducados por cada cántara de vino traficado. En, este punto el acuerdo invoca una real ordenanza que permitía el registro de casas y bodegas para comprobar el vino guardado por cada vecino.

La forma de recaudar todo este dinero, que procedería de los referidos impuestos indirectos de nueva creación, y que sólo podría aplicarse para la construcción de la mura­lla de la villa, sería a través de un recaudador, nombrado anualmente por los regidores d e la Villa y, los adelantados del Común, de acuerdo con el mayordomo del marqués. Los carniceros, pescaderos y los vinateros o, particulares productores de vino, entregarían las cantidades re­caudadas al recaudador, quien ad­ministraría estos dineros, entregan­do para las obras lo que fuera necesario y dando cuenta anual, ante escribano público de sus ingresos y gastos. El documento especifica los plazos para cobrar cada no de los impuestos, sus particiones y entregas, en un lenguaje muy “fiscal” propio de la época.

La contribución del señor era también muy importante. El marqués de Santillana destinó todo lo que le correspondería en esos 10 años por recaudación del impuesto del portazgo en Hita y su tierra. Ello suponía Una cantidad muy importante. Y las gentes del Concejo de Hita debieron ver muy justa la forma en que se acordó el pago de esta obra monumental, pues al, sa­crificio que todo el pueblo debía ha­cer, viendo cómo aumentaba el cos­to de su alimentación, observaban que el señor también prescindía de un importante nivel de ingresos par­ticulares.

Podemos añadir, como curiosidad, que en ese mismo, año decidió el marqués que también en TrIjueque se construyera muralla, dedicando las sisas y correspondientes y parte del portazgo para “el reparto e facimiento de la cerca del logar de la dicha villa de Trijueque”. En definitiva, una obra que pasé a la historia y que, a pesar de su, ruina actual, da fe de la vitalidad de una población y de una época.