La plaza de Dávalos

viernes, 18 octubre 1985 0 Por Herrera Casado

 

Es esta una calle situada en la parte moderna y resi­dencial de Guadalajara: sube la calle de Alvar Gómez de Ciudad Real en derechura desde la calle de Páez Xaramillo a la Avenida de Castilla, abarcando cuatro manzanas de casas. Atraviesa y deja a su derecha la alegre plaza dedicada a José de Creeft. Esta situada a la mano dere­cha, y paralela a ella, de la Calle de la Virgen del Amparo, pertene­ciendo a la zona que puede considerarse, o al menos de antiguo se consideraba, como el barrio del Amparo.

La verdad es que recuerdo que no hará mas de 12 o 15 años, toda la zona que hoy atraviesa la calle de Alvar Gómez era campo, y unos cuantos años más aun, lo mismo que la calle de la Llanilla y su final, eran lugares donde se celebraba la Feria de Ganados de Guadalajara, existiendo corrales y abrevaderos para los animales dispersos por aquel entorno.

No hubo ni hoy existe monumento de interés en esta calle, ni en ella ocurrió hecho histórico alguno de importancia. Es por ello que en esta ocasión nos limitaremos a recordar algo, en brevedad, de la vida y la obra de este personaje que, a pesar de su apellido, era muy de Guadalajara, y entre sus glorias pasadas le contamos.

Nació Alvar Gómez de Ciudad Real en Guadalajara, el año 1488. Hijo único, y heredero del importante mayorazgo que fundó su abuelo. Este, también llamado Alvar Gómez, ocupó el cargo de secreta­rio real con Juan II, Enrique IV y aun alcanzo la primera época de los Reyes Católicos. Se distinguió por su capacidad de maniobra política, sabiendo traicionar y quedar bien con todos. El consiguió, por true­ques y negocios con el Gran Cardenal de España don Pedro González de Mendoza, cuya calle recordábamos la semana pasada, el señorío de Pioz, Atanzón, el Pozo de Guadalajara, los Yélamos y otros pequeños lugares. La familia fue, en todo caso, de escasos recursos. Fueron sus casas, inicialmente, un palacio de «casas mayores» en la parroquia de San Esteban, que se caían de viejas. El hijo del poeta levantó unas nuevas junto a la iglesia de San Gines, y puso por fin en práctica el deseo de todos sus antepasados de erigir convento de monjas concepcionistas, cosa que se hizo frente a su nuevo palacio. Con más dinero, se ocupó en erigir nueva iglesia a su villa de Atanzón.

El poeta que hoy recordamos no parece que fuera a Universidad alguna. Ocupado en su corta hacienda, por sus dotes de poeta y humanista fue muy querido de sus conciudadanos. Ocupó algunos cargos en el gobierno del Concejo, y en las Cortes de Valladolid en 1518, consta que representó a Guadalajara.

Se caso con Da. Brianda de Mendoza, hija ilegitima del tercer duque del Infantado. Se ocupo en guerras de las que siempre armo el imperio carolino. Y acompañando al Cesar Carlos acudió a Bolonia, formando en la comitiva de su coronación imperial. Allá en Italia se acerco a los Papas, formo en sus cortes. Al flamenco Adriano dedicó su Thalichristia, y a Clemente VII la Musa Paulina, en 1522 y 1529 respectivamente. Una larga temporada paso en la península itáli­ca, y es muy de notar que ese «exilio» o larga vacación en el extran­jero coincidió con el de otro ilustre alcarreño, Luís de Lucena, medico de los Papas y preocupado siempre de la hondura cristiana. Alvar Gómez volvió a España, y aquí murió, en su ciudad natal, el 14 de julio de 1538, siendo enterrado en la iglesia conventual de San Francisco, en la capilla familiar que fundó su abuelo.

La obra de Alvar Gómez de Ciudad Real es amplia, aunque no variada. Todos sus temas coinciden en la inspiración religiosa, cristiana, católica. Usa por norma la lengua latina, y es tal su conocimiento de ella, su maestría en el manejo de su difícil mecanis­mo, que puede decirse no tenia ningún secreto para el, y algunos de sus traductores afirmaron que era tan difícil de traducir como el mas clásico de los romanos. De ese renombre como latino le vino la admira­ción que le profeso sin duda el mismo Erasmo de Rótterdam, quien con gusto accedió a poner unos versos, también latinos, en la presentación del De Militia Principis Burgundi del alcarreño. Es esta una nueva oportunidad que nos permite sospechar del erasmismo y posible hetero­doxia de Alvar Gómez.

De la obra de nuestro personaje, diremos aquí, en somera relación, sus títulos mas afamados. Repito que su obra toda esta escrita en latín, por lo que, aun siendo un excelente poeta del Renacimiento español, ha llegado a ser poco conocido por tratadistas y estudiosos. Su obra entera esta aun por estudiar, a manos de los latinistas que lo deseen.

Fue su primera publicación la Thalichristia, editada dos veces en Alcalá, 1522 y 1525. Es obra cristiana pero con múltiples referencias a la antigüedad greco‑romana. Pocos años después aparece editada su segunda obra poética, la Musa Paulina (Alcalá, 1529), escrita en dísticos latinos. El tercer lugar de su producción poética esta ocupado por Los Proverbios de Salomón puestos en verso y editados en Roma, 1535, que inicia una serie de análisis bíblico al estilo de lo que había sugerido Erasmo.

En esa vía de acceso poético a los libros veterotesta­mentarios, Gómez de Ciudad Real compone y edita (Toledo, 1538) las Septem elegiae in septem penitentiae psalmos. Y es ese el año de su inesperada y prematura muerte, en el que se cierra lo que prometía ser larga y fecunda serie de obras. La admiración y fidelidad de su hijo Pero Gómez permitió que en 1540 se editara el De Militis Principis Burgundi, dedicada a la glosa de los príncipes de Borgoña, y muy en especial a la historia del Vellocino de Oro. A la piedad de su hijo débese también que saliera a la publica consideración una obra origi­nalmente compuesta por Alvar Gómez en metro castellano: la Theológica descripción de los misterios sagrados dedicada al Cardenal Tavera, impresa en Toledo, 1541. Años mas tarde, dentro de la Antología que Esteban de Villalobos imprimió (1604) con el titulo de «Primera parte del Tesoro de Divina Poesía» aparecen las Sátiras morales de nuestro autor, en arte mayor y redondillas. En definitiva, una obra densa y prolífica, insuficientemente conocida por la dificultad que siempre ha entrañado a los hispanos entendérselas con el idioma del Lacio. Ojalá que pronto surja algún estudioso que nos devuelva esta meritoria entrega al arte poético. La que este noble, guerrero y humanista alcarreño llamado Alvar Gómez de Ciudad Real nos legó.