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octubre, 1985:

La calle de Hernado Pecha

 

En nuestro recorrido por las calles de Guadalajara, aquellas que ostentan los nombres de personajes afamados o curiosos del pretérito, llegamos hoy a una de las pequeñas, pero al mismo tiempo intimas y queridas , cual es la calle dedicada a Hernando Pecha, un ilustre alcarreño del siglo XVII del que inmediatamente vamos a hablar, recordando sus hechos y sus obras.

Esta calle es, en efecto, de muy corto trayecto. Co­mienza en la calle de Medina, y concluye en la de Reinoso. Una larga fila de casas, sin bocacalle alguna, se alinea a cada costado de la calle, formada en toda su extensión por casitas bajas de antigua construcción, aunque en su mayoría modificadas recientemente. Su vida es tranquila y recoleta, apenas sin circulación, y con todos los elementos de la sencillez y lo cotidiano.

Se encuentra a la izquierda de la calle de la Virgen del Amparo, y forma parte de lo que antiguamente fue llamado «arrabal de Santa Ana», en las afueras de la ciudad, más allá de las murallas, y siempre en un plano secundario de los aconteceres ciudadanos. El Ayuntamiento, hace años, adopto con muy buen criterio dedicar una calle sencilla, como el había sido en todo sencillo, a Hernando Pecha, un escritor e historiador de Guadalajara del cual hemos de hacer a continuación memoria somera. 

De la noble y antiquísima familia de los Pecha, de la que salió el fundador y primeros benefactores de la Orden de San Jerónimo, Hernando Pecha nació en la ciudad de Guadalajara en el año de 1567. Sus padres fueron don Pedro Pecha Calderón y Francisca Here­dia, ella de familia de la villa de Hita, donde contrajeron matrimo­nio. Eran sus armas heráldicas una abeja azul en campo de oro.

De amplios estudios, Hernando Pecha opto por ingresar en religión, haciéndolo en la Compañía de Jesús, en el Colegio que esta tenia en Alcalá de Henares. Su afición a la historia le hizo salir gran erudito en temas de genealogía, siendo muy consultado en pleitos de la nobleza acerca de los derechos de unos y otros a la posesión de títulos. Escritor prolífico, luego veremos relación de sus obras. Fue también hombre piadoso, buen religioso y dotado de fuerza organizadora, razón por la cual fue enviado por sus superiores al recién estrenado Colegio de San Francisco Javier, que para la Compañía de Jesús había fundado en Nápoles dona Catalina de la Cerda, condesa de Lemos, nieta de San Francisco de Borja y esposa del enton­ces virrey en aquella región italiana, perteneciente a la Corona española. Algún tiempo paro el padre Pecha en la organización de ese Colegio, obteniendo entonces abundantes materiales para sus obras.

Ocupo mas tarde el cargo de rector de los colegios jesuitas en Plasencia y Talavera, y tuvo a su cargo la organización y puesta en marcha del legado que la familia Lasarte había dejado para la fundación y erección de un colegio de jesuitas en la ciudad de Guadalajara. Alma de esta institución fue el padre Pecha, quien ocupo el cargo de rector a partir del 29 de junio de 1631, fecha de su solemne inauguración. Años de fecunda actividad de nuestro personaje, quien al tiempo de preparar su gran «Historia de Guadalajara» se ocupaba en erigir un nuevo y cómodo edificio para el Colegio, que hasta finales del siglo XVII no se vio totalmente acabado.

Tuvo gran relación con la familia Mendoza: confesor de la sexta duquesa, dona Ana, y preceptor del séptimo duque don Rodrigo. Tuvo acceso pleno a los archivos históricos de la familia mendocina, gozando de gran confianza entre todos sus miembros, recibiendo de ellos gran cantidad de regalos y mercedes que trasladaba luego a la Compañía.

Retirado a Madrid, en su muy avanzada edad, murió el 24 de julio de 1659. Según su biógrafo el padre Ossa, Pecha fue «de apacible condición y de una sinceridad colombina, de gran bondad y sin doblez ni engaño». Entre otros altos cargos que a lo largo de su vida ocupo, esta el de confesor del Conde‑Duque de Olivares, de lo no sin exageración podemos colegir que influyo notablemente en la política española del siglo XVII.

Como antes decía, fue su obra numerosa y densa. De gran importancia para nosotros alcarreños es su gran Historia de la Ciudad de Guadalaxara y como la Religion de San Geronimo en España, fue fundada y restaurada por sus ciudadanos, que escribió a mediados del siglo XVII y quedo manuscrita e inédita hasta 1977 en que la Institu­ción «Marqués de Santillana» de Guadalajara la edito e inmediatamente después se agoto. Es esa obra una gran historia de la ciudad, muy completa, en la que además aparecen los personajes que la estirpe de Mendoza dio a lo largo de los siglos y que influyeron en el desarrollo del burgo.

Aunque solo por esa «Historia de Guadalajara» referida ya hubiera debido pasar Hernando Pecha a los fastos guadalajareños, escribió además sobre otros numerosos temas, siendo uno de ellos la Historia de las vidas de los Excmos. Sres. duques del Ynfantado y sus Progenitores desde el Ynfante don Zuria primer senor de Vizcaya asta la Excma. Sra. Duquesa Da. Ana y su hixa dona Luisa condesa de Saldaña. También escribió una Vida de Da. Ana de Mendoza, sexta duquesa del Infantado, manuscrita en 1633, y que ocupaba la ultima parte, así como la anterior referida Historia mendocina, del volumen historiográfico sobre Guadalajara.

Entre otras cosas, sabemos que escribió un largo volu­men titulado Vida y Passión de Christo, del que no se ha encontrado el paradero. De su quehacer, de su laboriosidad, y muy especialmente de su afán investigador y su cariño a Guadalajara, su ciudad natal, deberíamos todos copiar. Quizás fue por ello por lo que el Ayuntamien­to nos lo propuso, como sano ejemplo de ciudadanía, a considerar en una calle de la ciudad.

La plaza de Dávalos

 

Es esta una calle situada en la parte moderna y resi­dencial de Guadalajara: sube la calle de Alvar Gómez de Ciudad Real en derechura desde la calle de Páez Xaramillo a la Avenida de Castilla, abarcando cuatro manzanas de casas. Atraviesa y deja a su derecha la alegre plaza dedicada a José de Creeft. Esta situada a la mano dere­cha, y paralela a ella, de la Calle de la Virgen del Amparo, pertene­ciendo a la zona que puede considerarse, o al menos de antiguo se consideraba, como el barrio del Amparo.

La verdad es que recuerdo que no hará mas de 12 o 15 años, toda la zona que hoy atraviesa la calle de Alvar Gómez era campo, y unos cuantos años más aun, lo mismo que la calle de la Llanilla y su final, eran lugares donde se celebraba la Feria de Ganados de Guadalajara, existiendo corrales y abrevaderos para los animales dispersos por aquel entorno.

No hubo ni hoy existe monumento de interés en esta calle, ni en ella ocurrió hecho histórico alguno de importancia. Es por ello que en esta ocasión nos limitaremos a recordar algo, en brevedad, de la vida y la obra de este personaje que, a pesar de su apellido, era muy de Guadalajara, y entre sus glorias pasadas le contamos.

Nació Alvar Gómez de Ciudad Real en Guadalajara, el año 1488. Hijo único, y heredero del importante mayorazgo que fundó su abuelo. Este, también llamado Alvar Gómez, ocupó el cargo de secreta­rio real con Juan II, Enrique IV y aun alcanzo la primera época de los Reyes Católicos. Se distinguió por su capacidad de maniobra política, sabiendo traicionar y quedar bien con todos. El consiguió, por true­ques y negocios con el Gran Cardenal de España don Pedro González de Mendoza, cuya calle recordábamos la semana pasada, el señorío de Pioz, Atanzón, el Pozo de Guadalajara, los Yélamos y otros pequeños lugares. La familia fue, en todo caso, de escasos recursos. Fueron sus casas, inicialmente, un palacio de «casas mayores» en la parroquia de San Esteban, que se caían de viejas. El hijo del poeta levantó unas nuevas junto a la iglesia de San Gines, y puso por fin en práctica el deseo de todos sus antepasados de erigir convento de monjas concepcionistas, cosa que se hizo frente a su nuevo palacio. Con más dinero, se ocupó en erigir nueva iglesia a su villa de Atanzón.

El poeta que hoy recordamos no parece que fuera a Universidad alguna. Ocupado en su corta hacienda, por sus dotes de poeta y humanista fue muy querido de sus conciudadanos. Ocupó algunos cargos en el gobierno del Concejo, y en las Cortes de Valladolid en 1518, consta que representó a Guadalajara.

Se caso con Da. Brianda de Mendoza, hija ilegitima del tercer duque del Infantado. Se ocupo en guerras de las que siempre armo el imperio carolino. Y acompañando al Cesar Carlos acudió a Bolonia, formando en la comitiva de su coronación imperial. Allá en Italia se acerco a los Papas, formo en sus cortes. Al flamenco Adriano dedicó su Thalichristia, y a Clemente VII la Musa Paulina, en 1522 y 1529 respectivamente. Una larga temporada paso en la península itáli­ca, y es muy de notar que ese «exilio» o larga vacación en el extran­jero coincidió con el de otro ilustre alcarreño, Luís de Lucena, medico de los Papas y preocupado siempre de la hondura cristiana. Alvar Gómez volvió a España, y aquí murió, en su ciudad natal, el 14 de julio de 1538, siendo enterrado en la iglesia conventual de San Francisco, en la capilla familiar que fundó su abuelo.

La obra de Alvar Gómez de Ciudad Real es amplia, aunque no variada. Todos sus temas coinciden en la inspiración religiosa, cristiana, católica. Usa por norma la lengua latina, y es tal su conocimiento de ella, su maestría en el manejo de su difícil mecanis­mo, que puede decirse no tenia ningún secreto para el, y algunos de sus traductores afirmaron que era tan difícil de traducir como el mas clásico de los romanos. De ese renombre como latino le vino la admira­ción que le profeso sin duda el mismo Erasmo de Rótterdam, quien con gusto accedió a poner unos versos, también latinos, en la presentación del De Militia Principis Burgundi del alcarreño. Es esta una nueva oportunidad que nos permite sospechar del erasmismo y posible hetero­doxia de Alvar Gómez.

De la obra de nuestro personaje, diremos aquí, en somera relación, sus títulos mas afamados. Repito que su obra toda esta escrita en latín, por lo que, aun siendo un excelente poeta del Renacimiento español, ha llegado a ser poco conocido por tratadistas y estudiosos. Su obra entera esta aun por estudiar, a manos de los latinistas que lo deseen.

Fue su primera publicación la Thalichristia, editada dos veces en Alcalá, 1522 y 1525. Es obra cristiana pero con múltiples referencias a la antigüedad greco‑romana. Pocos años después aparece editada su segunda obra poética, la Musa Paulina (Alcalá, 1529), escrita en dísticos latinos. El tercer lugar de su producción poética esta ocupado por Los Proverbios de Salomón puestos en verso y editados en Roma, 1535, que inicia una serie de análisis bíblico al estilo de lo que había sugerido Erasmo.

En esa vía de acceso poético a los libros veterotesta­mentarios, Gómez de Ciudad Real compone y edita (Toledo, 1538) las Septem elegiae in septem penitentiae psalmos. Y es ese el año de su inesperada y prematura muerte, en el que se cierra lo que prometía ser larga y fecunda serie de obras. La admiración y fidelidad de su hijo Pero Gómez permitió que en 1540 se editara el De Militis Principis Burgundi, dedicada a la glosa de los príncipes de Borgoña, y muy en especial a la historia del Vellocino de Oro. A la piedad de su hijo débese también que saliera a la publica consideración una obra origi­nalmente compuesta por Alvar Gómez en metro castellano: la Theológica descripción de los misterios sagrados dedicada al Cardenal Tavera, impresa en Toledo, 1541. Años mas tarde, dentro de la Antología que Esteban de Villalobos imprimió (1604) con el titulo de «Primera parte del Tesoro de Divina Poesía» aparecen las Sátiras morales de nuestro autor, en arte mayor y redondillas. En definitiva, una obra densa y prolífica, insuficientemente conocida por la dificultad que siempre ha entrañado a los hispanos entendérselas con el idioma del Lacio. Ojalá que pronto surja algún estudioso que nos devuelva esta meritoria entrega al arte poético. La que este noble, guerrero y humanista alcarreño llamado Alvar Gómez de Ciudad Real nos legó.

La calle de Alvar Gómez de Ciudad Real

 

Es esta una calle situada en la parte moderna y resi­dencial de Guadalajara: sube la calle de Alvar Gómez de Ciudad Real en derechura desde la calle de Páez Xaramillo a la Avenida de Castilla, abarcando cuatro manzanas de casas. Atraviesa y deja a su derecha la alegre plaza dedicada a José de Creeft. Esta situada a la mano dere­cha, y paralela a ella, de la Calle de la Virgen del Amparo, pertene­ciendo a la zona que puede considerarse, o al menos de antiguo se consideraba, como el barrio del Amparo.

La verdad es que recuerdo que no hará mas de 12 o 15 años, toda la zona que hoy atraviesa la calle de Alvar Gómez era campo, y unos cuantos años más aun, lo mismo que la calle de la Llanilla y su final, eran lugares donde se celebraba la Feria de Ganados de Guadalajara, existiendo corrales y abrevaderos para los animales dispersos por aquel entorno.

No hubo ni hoy existe monumento de interés en esta calle, ni en ella ocurrió hecho histórico alguno de importancia. Es por ello que en esta ocasión nos limitaremos a recordar algo, en brevedad, de la vida y la obra de este personaje que, a pesar de su apellido, era muy de Guadalajara, y entre sus glorias pasadas le contamos.

Nació Alvar Gómez de Ciudad Real en Guadalajara, el año 1488. Hijo único, y heredero del importante mayorazgo que fundó su abuelo. Este, también llamado Alvar Gómez, ocupó el cargo de secreta­rio real con Juan II, Enrique IV y aun alcanzo la primera época de los Reyes Católicos. Se distinguió por su capacidad de maniobra política, sabiendo traicionar y quedar bien con todos. El consiguió, por true­ques y negocios con el Gran Cardenal de España don Pedro González de Mendoza, cuya calle recordábamos la semana pasada, el señorío de Pioz, Atanzón, el Pozo de Guadalajara, los Yélamos y otros pequeños lugares. La familia fue, en todo caso, de escasos recursos. Fueron sus casas, inicialmente, un palacio de «casas mayores» en la parroquia de San Esteban, que se caían de viejas. El hijo del poeta levantó unas nuevas junto a la iglesia de San Gines, y puso por fin en práctica el deseo de todos sus antepasados de erigir convento de monjas concepcionistas, cosa que se hizo frente a su nuevo palacio. Con más dinero, se ocupó en erigir nueva iglesia a su villa de Atanzón.

El poeta que hoy recordamos no parece que fuera a Universidad alguna. Ocupado en su corta hacienda, por sus dotes de poeta y humanista fue muy querido de sus conciudadanos. Ocupó algunos cargos en el gobierno del Concejo, y en las Cortes de Valladolid en 1518, consta que representó a Guadalajara.

Se caso con Da. Brianda de Mendoza, hija ilegitima del tercer duque del Infantado. Se ocupo en guerras de las que siempre armo el imperio carolino. Y acompañando al Cesar Carlos acudió a Bolonia, formando en la comitiva de su coronación imperial. Allá en Italia se acerco a los Papas, formo en sus cortes. Al flamenco Adriano dedicó su Thalichristia, y a Clemente VII la Musa Paulina, en 1522 y 1529 respectivamente. Una larga temporada paso en la península itáli­ca, y es muy de notar que ese «exilio» o larga vacación en el extran­jero coincidió con el de otro ilustre alcarreño, Luís de Lucena, medico de los Papas y preocupado siempre de la hondura cristiana. Alvar Gómez volvió a España, y aquí murió, en su ciudad natal, el 14 de julio de 1538, siendo enterrado en la iglesia conventual de San Francisco, en la capilla familiar que fundó su abuelo.

La obra de Alvar Gómez de Ciudad Real es amplia, aunque no variada. Todos sus temas coinciden en la inspiración religiosa, cristiana, católica. Usa por norma la lengua latina, y es tal su conocimiento de ella, su maestría en el manejo de su difícil mecanis­mo, que puede decirse no tenia ningún secreto para el, y algunos de sus traductores afirmaron que era tan difícil de traducir como el mas clásico de los romanos. De ese renombre como latino le vino la admira­ción que le profeso sin duda el mismo Erasmo de Rótterdam, quien con gusto accedió a poner unos versos, también latinos, en la presentación del De Militia Principis Burgundi del alcarreño. Es esta una nueva oportunidad que nos permite sospechar del erasmismo y posible hetero­doxia de Alvar Gómez.

De la obra de nuestro personaje, diremos aquí, en somera relación, sus títulos mas afamados. Repito que su obra toda esta escrita en latín, por lo que, aun siendo un excelente poeta del Renacimiento español, ha llegado a ser poco conocido por tratadistas y estudiosos. Su obra entera esta aun por estudiar, a manos de los latinistas que lo deseen.

Fue su primera publicación la Thalichristia, editada dos veces en Alcalá, 1522 y 1525. Es obra cristiana pero con múltiples referencias a la antigüedad greco‑romana. Pocos años después aparece editada su segunda obra poética, la Musa Paulina (Alcalá, 1529), escrita en dísticos latinos. El tercer lugar de su producción poética esta ocupado por Los Proverbios de Salomón puestos en verso y editados en Roma, 1535, que inicia una serie de análisis bíblico al estilo de lo que había sugerido Erasmo.

En esa vía de acceso poético a los libros veterotesta­mentarios, Gómez de Ciudad Real compone y edita (Toledo, 1538) las Septem elegiae in septem penitentiae psalmos. Y es ese el año de su inesperada y prematura muerte, en el que se cierra lo que prometía ser larga y fecunda serie de obras. La admiración y fidelidad de su hijo Pero Gómez permitió que en 1540 se editara el De Militis Principis Burgundi, dedicada a la glosa de los príncipes de Borgoña, y muy en especial a la historia del Vellocino de Oro. A la piedad de su hijo débese también que saliera a la publica consideración una obra origi­nalmente compuesta por Alvar Gómez en metro castellano: la Theológica descripción de los misterios sagrados dedicada al Cardenal Tavera, impresa en Toledo, 1541. Años mas tarde, dentro de la Antología que Esteban de Villalobos imprimió (1604) con el titulo de «Primera parte del Tesoro de Divina Poesía» aparecen las Sátiras morales de nuestro autor, en arte mayor y redondillas. En definitiva, una obra densa y prolífica, insuficientemente conocida por la dificultad que siempre ha entrañado a los hispanos entendérselas con el idioma del Lacio. Ojalá que pronto surja algún estudioso que nos devuelva esta meritoria entrega al arte poético. La que este noble, guerrero y humanista alcarreño llamado Alvar Gómez de Ciudad Real nos legó.

La calle de Reinoso

 

Es esta una de las calles de la Guadalajara moderna donde reside un elevado número de vecinos. Quizás de las zonas mas densamente pobladas de la ciudad. Abarca dos barrios diferentes, pues comienza en la zona del plan Sur, con edificaciones totalmente moder­nas, y continua luego por el lado izquierdo de la calle del Amparo, incluida en el antiguo barrio de tal nombre.

La calle de Reinoso se inicia en la Llanilla (hoy Virgen de la Soledad), y termina en la calle del Ferial, frente a las vallas de piedra de las Adoratrices. Atraviesa por la plaza de José de Creeft, tan alegre y llena de niños siempre, y al cruzar la calle Amparo lleva un buen trecho a su derecha el alto muro del edificio de la Prisión Provincial, hoy incluido en el casco de la ciudad, pero antiguamente en las afueras.

La verdad es que la de Reinoso es una calle alegre, movida, con tráfico, siempre sonora de gentes, pero apenas sin histo­ria como tal. Ningún edificio singular, ninguna anécdota arriacense ocurrió en ella. Prácticamente la totalidad de sus edificios no exis­tían hace tan solo quince años.

Pero a cuantos gustan de conocer las historias y tradiciones de Guadalajara, si que interesara saber algo relativo al personaje que da nombre a esta calle. Quien fuera ese Alonso Núñez de Reinoso, a quien el Ayuntamiento de la ciudad, hace algunos años, entrego en homenaje y recuerdo esta calle, lo vamos a ver ahora.

La verdad es que su biografía es un tanto nebulosa y con muy pocos datos concretos. Es mas, aunque hasta ahora se ha dicho que este personaje era nacido en Guadalajara, esto tampoco es absolu­tamente seguro. Los indicios parecen afirmarnos en esta idea. La verdad es que Alonso Núñez de Reinoso fue un importante escritor y poeta del Siglo XVI, de aquella Guadalajara que se titulaba la Atenas alcarreña porque constituía un lugar de residencia y de cultivo de todas las artes y las letras. En sus obras, Reinoso dice añorar mucho «a su tierra, a Guadalajara». Es un dato.

Pero lo que si es cierto, es que algunos de sus herma­nos vivieron en esta nuestra ciudad. Su hermano Diego Núñez de Reinoso era natural de Guadalajara. Estudió cánones en Salamanca, Coimbra y Alcalá. Otro hermano fue Martín de Reinoso, también arriacense, que dejo fundada una memoria pía en la iglesia de San Gines de nuestra ciudad. E incluso se conoce la existencia de otra hermana, Isabel de Reinoso, que estuvo casada en Guadalajara con familia linajuda.

Sin embargo, nuestro personaje, si fue nacido aquí, apenas si paro entre las murallas de la vieja Arriaca. Viajo toda su vida, estando durante muchos años en Italia, al servicio de algún alto señor, quizás en el Ejército. Allá escribió y allá se rodeo de gentes de saber y poesía. Es citado con encomio por varios autores. Así, por ejemplo, el veneciano Hortensio Lando en sus Cathaloghi le cita y considera como «uno de los mejores poetas castellanos del momento». Eso lo decía en 1552. Justo en el año en que Reinoso publicada, en primera edición, su famosa y única novela conocida: la Historia de los amores de Clareo y Florisea, y de los trabajos de Ysea, que fue impresa en Venecia, en el referido año de 1552. En esa obra, dedicaba un párrafo a D. Juan Hurtado de Mendoza.

Por algunos párrafos sueltos, entresacados de sus obras, sabemos que Reinoso estudio Leyes en alguna Universidad hispa­na, quizás en Alcalá. Pero no concluyo la carrera, y se considero siempre como un poeta, como un autentico humanista, que era lo que estaba a la moda. Fue admirador e incluso imitador fiel de Ovidio y de Séneca. En su estilo se aprecia indudablemente una gran influencia de los italianos, aunque en las formas y metros poéticos, guarda una fidelidad a los castellanos del siglo XV. Su obra mencionada, fue enseguida traducida a otros idiomas e incluso impresa en Paris. Sabe­mos también, porque el lo dice, que escribió una Comedia, por encargo del señor de Fresno de Torote, un Mendoza protector suyo. Pero de esa pieza literaria no se ha encontrado rastro.

De fechas en su biografía, solo podemos decir que su edad activa ocupo la primera mitad del siglo XVI, y que en 1567 estaba ya muerto. Ha sido incluido en todos los tratados de historia de la poesía española, y considerado siempre como nacido en Guadalajara, por lo que es lógico que nuestra ciudad se precie bien de haber sido la patria, como de otros muchos hombres y mujeres famosos, de este Alonso Núñez de Reinoso, de quien hoy hemos recordado, paseando por su calle, vida y milagros.