Notas a la heráldica cisterciense en Guadalajara

viernes, 28 junio 1985 0 Por Herrera Casado

 

En el contexto de los estudios his­tóricos, relativos a nuestra provin­cia, está aún por tomar en conside­ración, de una forma profunda y rigurosa el que hace referencia a la heráldica de sus pueblos, de sus gentes y de sus instituciones. Es un tema éste verdaderamente apasionante, pero que requiere una previa información y formación especiali­zada en los caminos del blasón.

Desde hace tiempo venimos ocupán­donos en recoger los símbolos he­ráldicos, especialmente los escudos de armas, que sobre todo en forma de escudos tallados en piedra, en madera o pintados, hablan de anti­guas familias e hidalguías a los es­tudiosos de hoy. Una amplia colección y recopilación sistematizada de estos documentos históricos, nos permiten así conocer con detenimiento los, avatares históricos de al­gunos pueblos y,  de muchos personajes de nuestra provincia.

Hoy quiero traer, como aportación al tema de la heráldica alcarreña, una recopilación y semblanza de los escudos cistercienses que por conventos, monasterios y capillas de nuestra tierra quedaron prendidos y parlantes de la espiritual presencia de los monjes blancos. Aunque ya en ocasiones anteriores he hablado ampliamente de la historia de los cenobios cistercienses en Guadalajara (1), nunca está de más volver a recordar la presencia, casi de forma generalizada en hábito de ruina, de los antiguos conventos bernardos, hoy en el silencio de valles y arboledas agazapados.

Sobre la heráldica cisterciense en España y Portugal hay un buen estudio publicado, el que deben acudir los interesados en el tema (2). Por él sabemos que la Orden del Cister, que para mejorar la regla de San Benito, fundó en 1098 San Roberto, y desde Citeaux, en desiertos parajes de la Borgoña, iluminó el mundo medieval con su mensaje, utilizó un escudo primitivo que, con pocas modificaciones, ha llegado hasta hoy: se trata de un escudo de azur, sembrado de lises doradas, en recuerdo de la Casa Real de Francia; y en escusón, seis bandas de oro y azur, con bordura de gules, al corazón del escudo, como simbólico del blasón del Ducado de Borgoña. Venía a ser un escudo gentilicio y territorial, consagrado como propio por el uso durante largos siglos.

En España, los cistercienses adoptan un escudo que es modificación del anterior o primigenio, y que viene a caracterizar a la llamada Congregación de Castilla o de la Regular Observancia de San Bernardo en España. Este escudo propio de los bernardos hispanos se viene utilizando, al menos desde el siglo XVI. Y se conforma del siguiente modo: «de azur, a la banda de doble serie de escaques de plata y gules, tres lises de oro, brazo de monje, moviente del flanco siniestro, empuñando báculo abacial, y una mitra, todo ello al natural». También se heredaba este blasón de otros gentilicios franceses, que de un modo u otro habían estado presentes en el nací, miento de la Orden. Así, la banda de escaques era herencia de los señores de Fontaines, y las tres lises de oro ‑sobre campo azul; de los Beyes de Francia. El brazo de monje lo traía en recuerdo del escudo de armas, del monasterio galo de La Ferté, uno de los primeros del Cister (3). Uno de los primeros autores españoles en describir, como hemos, dicho, el escudo de la Congregación de Castilla o de la Regular Observancia de San Bernardo en España, fue fray Bernabé de Montalvo, historiador de la Orden en nuestro país (4).

Veamos ahora los escudos que, como propios e individuales, adoptaron o usaron los monasterios cistercienses de nuestra tierra, tanto de la provincia de Guadalajara, como de sus inmediaciones geográficas, pero que por lazos de historia y fundaciones están íntimamente ligados a nosotros.

Así, el monasterio de Santa María de Huerta, que se fundó en 1144, y que de siempre perteneció a la diócesis de Sigüenza, aunque hoy está en la provincia de Soria, fue el lugar protegido de los Lara, señores de Molina, donde finalmente quedaron todos ellos, en los muros de su Claustro, enterrados. Tuvo este monasterio un escudo primitivo, correspondiente a la Congregación de Castilla, compuesto en forma de partido, el primero de azur, con barra de losanjes plata y gules, y una flor de lis en jefe y otra en punta; el segundo de azur, con una hidria de oro de la que salen 3 azucenas de jardín. Posteriormente, brisó el blasón este monasterio, en la época de la estrecha observancia, quedando también partido, el primero con el escudo de Cister, ya descrito, medio partido, y segundo, de plata, con jarrón de azucenas al natural.

Otro monasterio cisterciense cercano a nuestra tierra, hoy no incluido en ellas, pero que al menos en el siglo XIII si sabemos que perteneció al Señorío de Molina, es el Monasterio de Piedra, fundado en 1194 por el reino de Aragón, e incluido en un principio en la diócesis de Sigüenza y luego en la de Tarazona. Lleva un escudo totalmente diferente de los demás cenobios bernardos, .y que expresa con fuerza la elegancia y la poesía que el arte del blasón encierra. Es de gules, con tres piedras sillares de oro, ordenadas de dos y una, surmontadas por un castillo también de oro, adjurado; báculo, abacial en palo y una mitra brochante al natural. La simbología que para ese, escudo daban los tratadistas cistercienses, es la siguiente, ‑el castillo representa el primitivo «Castrum de Petra» que hubo en la zona, y, junto al cual se fundó el monasterio-. Y los tres sillares de oro, corresponden a los Reyes Alfonso II de Aragón, que fue el fundador de la abadía, a Pedro II Y a Jaime I, sus generosos protectores.

Quizás el más importante de los monasterios cistercienses de la provincia fue el de Monsalud, junto a Córcoles. Hoy sólo quedan las ruinas, en todo caso grandiosas y evocadoras, de su pasado esplendor. Lo fundó, a mediados del siglo XII, Alfonso VIII, rey de Castilla. Su desarrollo fue espectacular a lo largo de la Edad Moderna y el período barroco. En cuanto a su escudo, podemos decir que usó el de la Congregación de Castilla, que tallado en piedra aún se ve sobre la puerta de entrada a la Hospedería monasterial. Es un escudo tallado en el siglo XVII, muy bien conservado, y el único del Cister hispano que nos queda en toda la provincia, Ha sido violentado, no hace muchos años, en sus laterales, por codiciosos que lo han querido desmontar. Es una señal de alarma que nos viene a decir que los escudos en piedra siguen siendo muy importantes: esperemos que no sólo para los ladrones de obras de arte.

Pero el monasterio de Monsalud también usó tradicionalmente otros escudos. En un policromo mosaico que se publica en la obra de Pérez Arribas (5), se ven junto a la Virgen dos escudos: uno es blanco con barra de azur, y dos lises de oro, en jefe y punta, estando timbrado de mitra y báculo; otro es blanco, con tres lises de oro ordenadas de dos y una, timbrado de corona real abierta. Finalmente, en una obra del siglo XVIII, del padre Cartes (6), su portada; se adorna con una imagen de la Virgen de Monsalud, y dos escudos, que representan, en uno, el de la Congregación dé Castilla, aunque con ciertas imperfecciones, y el otro, de blanco, con tres flores de lis puestas de dos Y una, que viene a insistir en la leyenda que sobre el Monasterio corrió, a nivel doméstico, de haber sido fundado por los Reyes de Francia, cosa a todas luces absurda.

Buenafuente del Sistal es un monasterio del Cister de monjas, hoy plenamente vivo, y siempre de actualidad, a pesar de los más de 800 años que tiene de existencia. Usó solamente el escudo de la Congregación de Castilla, al menos en 1747 ya lo usaba en sus documentos. Pero también utilizó como blasón el de la monarquía española.

Del monasterio de Ovila, en la orilla del Tajo, junto a Trillo, hoy apenas sí quedan restos mínimos de su antigua grandeza: parte del claustro y algunas dependencias monasteriales medio arruinadas, son la muestra que sir William Randolph Hearst nos dejó a los alcarreños para que, por lo menos, pudiéramos señalar el sitio donde estuvo la fundación cisterciense de Alfonso VIII. El resto se lo llevó a Norteamérica, y hoy parece que se están iniciando trámites, por parte del Ayuntamiento de San Francisco, en California, para reconstruirlo allá en la costa del Pacífico. Respecto a su escudo, nada ha quedado. En carta personal del Dr. Layna Serrano al padre Alberto Gómez González, en 31 mayo 1951, el cronista provincial de Guadalajara le decía textualmente: «El escudo del monasterio de Ovila, por que tanto se interesa Vd., no lo encontré ni sé cómo era» (7).

Por último, de otra de las más hermosas fundaciones cistercienses en nuestra provincia, la casa de Bonaval, junto a Retiendas, que hoy son ruinas evocadoras y románticas en un estrecho valle serrano junto al Jarama, no queda recuerdo de que tuviera escudo propio o de que usara cualquier otro. Terminaré este recorrido por las abadías cistercienses de nuestra tierra con la palabra de Alberto Gómez González referida a este monasterio: «Sobre los restos del que fue Monasterio de Bonaval, también da pena hablar, y no permiten esperanza alguna de hallar su blasón».

Bibliografía:

(1) Herrera Casado, A.: «Monasterios y conventos en la provincia de Guadalajara», Guadalajara, 1974.

(2) GÓMEZ GONZÁLEZ, Alberto, O.C.S.O/: «Heráldica Cisterciense Hispano ‑ lusitana», en Revista «Hidalguía», 1956, pp. 857‑920, con dibujos.

(3) VANCARD: «Vie de St. Bernard», t. II, p. 542, Paris 1895.

(4) MONTALVO, Fr. Bernabé: Primera Parte de la Crónica del Orden del Cister, e Instituto de San Bernardo», Madrid 1602, lib. III, cap. 1, página 364.

(5) PÉREZ ARRIBAS, A.: «El Monasterio de Monsalud», Guadalajara, 1978.

(6) CARTES, Fr. Bernardo: «Historia de la Milagrosa Imagen de Ntra. Sra. de Monsalud», Alcalá 1721.

(7) Lo publica Gómez González, A. en su op. cit.