Un lugar de la Alcarria: Millana

viernes, 11 enero 1985 0 Por Herrera Casado

 

En nuestros viajes por la Alcarria, siempre nos hemos detenido en uno de sus pueblos más interesantes y plenos de contenido artístico y tradicional: en Millana, lugar de remoto origen romano, y con elementos de arte y de belleza urbana rural muy especiales, en todo caso recomendables para que el turista ansioso de conocer nuevos horizontes en nuestra tierra, lo tenga por objetivo que sabrá compensar la modestia del viaje.

Desde las alturas de la Alcarria tercera, la que media entre el Tajo y el Guadiela, bajan hacia el ancho valle de este último río varios arroyos paralelos en profundas barrancas agrestes, colmadas de tomillares y olivos escuálidos. En estos días del más crudo invierno, todo ofrece un aspecto gris, silencioso, apareciendo la pálida mancha de la nieve entre algunas umbrías y espesuras de los carrascales.

Junto a uno de estos valles que bajan de lo alto, se apiña el caserío de Millana, antiquísimo enclave del territorio de la Hoya del Infantado, y lugar donde ya asentaron los romanos. El nombre del pueblo es incluso claramente latino (derivado de Emiliana o de Illana: Juana), y en su término se han encontrado restos arqueológicos de dicha época, consistentes en un poblado con su necrópolis, así como trozos de mosaicos y cerámica.

Se sabe incluso que en sus inmediaciones pasaba un camino o calzada romana, que comunicaba la meseta inferior con el levante hispano. Más tarde, en la Edad Media, el pueblo volvió a recuperar vida, aunque nunca la tuvo demasiado importante. Su historia es común a todos los demás pueblos que forman la llamada «Hoya del Infantado», especialmente a los de Alcocer y Salmerón, entre los que se encuentra y con los que de siempre mantuvo relaciones de hermandad y similitud.

Muy sucintamente podemos recordar esta historia, diciendo que perteneció, tras la Reconquista a los árabes de este territorio, en los años finales del siglo XII, al Común de Villa y Tierra de Huete. Pasó luego al señorío, de doña Mayor Guillén de Guzmán, a quien se lo donó el Rey Alfonso X el Sabio. Más tarde cayó en posesión del infante don Juan Manuel, hombre inquieto, político y escritor, figura típicamente medieval. Más tarde perteneció a doña María de Albornoz y a su marido don Enrique de Villena «el Nigromántico», y acabó por pasar, en el siglo XV, al poder de la omnipresente familia de los Mendoza, que recibió su más importante título, el de «duques del Infantado», precisamente de esta tierra o pedazo de la Alcarria. En esta noble casa permaneció ya hasta el siglo XIX, cuando la disolución de los señoríos.

El viajero tiene diversos elementes monumentales que poder admirar en Millana. Muy sucintamente los recordaremos ahora: la iglesia parroquial está dedicada a Santo Domingo de Silos, y su primera construcción data de cuando el lugar fue repoblado a comienzos del siglo XIII. Así, vemos de aquella época la gran puerta de ingreso, en estilo plenamente románico, de apariencia majestuosa, que se aloja en un saledizo cuerpo de sillares bien tallados. Se cubre este cuerpo de tejaroz sostenido por magnífica serie de canecillos y metopas con decoración de monstruos y rosetas. El ingreso propiamente dicho se constituye por serie de cinco arquivoltas baquetonadas, con un arco liso que hace de cancel, y que se apoya en lisas jambas laterales que escoltan el ingreso, mientras que las arquivoltas lo hacen en una serie de cuatro columnillas adosadas a cada lado, con basa moldurada y sobre corrido plinto Estas columnas se rematan en sendos capiteles que ofrecen una bella e interesante decoración, con iconografía tomada del más puro bestiario medieval, utilizando modelos del románico castellano, y algunos del centroeuropeo, con parejas de harpías, grifos, perros y otros seres imaginarios enfrentados o en lucha. Ante esta portada, se abre amplio atrio descubierto y rodeado de barbacana, que le dan aún mayor vistosidad al conjunto, y desde luego una extraordinaria apariencia de majestuosidad a la portada, sin duda una de las más características y bellas del románico rural alcarreño.

Esta iglesia fue levantada, con seguridad, por orden de la señora del pueblo, doña Mayor Guillén, que lo era de todo el territorio de la Hoya hacia la primera mitad del siglo XIII. Al igual que mandó hacer en la iglesia parroquial de Cifuentes, en la portada que hoy llamamos de Santiago, una colección o equipo de artesanos tallistas, posiblemente franceses, se dedicaron a. diseñar y tallar los detalles de esta portada.

Posteriormente, en el siglo, XVI, cuando, la economía de la tierra alcarreña estaba en su mejor y más boyante período, se derribó gran parte de la Iglesia de Millana y se levantó la actual, que ya carece de interés en su conjunto. Solo esta portada románica se salvó, y con ella el valor marcadísimo de la misma.

Por el pueblo se ven todavía algunos ejemplares de interesantes casas populares alcarreñas. Destaca una casona de origen nobiliario que muestra sobre la puerta un enorme escudo de armas, tallados en piedra, y el apellido Astudillo al que pertenece, y la fecha de 1700 a sus lados, en un conjunto de exuberante barroquismo.

Para terminar la visita a Millana, sobre los montes que por el sur circuyen su término, y en el límite entre éste y el de Casasana, podemos visitar la ermita de la Virgen de la Fuensanta, desde la que al mismo tiempo se divisan magníficos panoramas de toda la comarca de la Hoya del Infantado. En su interior se encuentra la imagen románica de esta Virgen, La tradición dice que en este mismo lugar había un pozo, y en una ocasión en que los pastores de la zona iban a sacar agua para dar de beber a sus rebaños, vieron sorprendidos que el nivel de las aguas ascendía hasta que al llegar al brocal se detuvieron, llevando en su superficie esta imagen mariana, desde entonces muy venerada.

Un conjunto de arte, ruralismo auténtico, leyendas y amabilidad de sus gentes, hacen de Millana un interesante enclave alcarreño que poder visitar en uno de estos fines de semana del invierno en que estamos. No se olvidará fácilmente cuanto allí se vea.