Sigüenza, núcleo románico

viernes, 2 septiembre 1983 0 Por Herrera Casado

 

En el pasado mes de agosto, en el que nuestra provincia se ha llenado de visitantes y gentes que disfrutan del verano en el clima amable de la tierra alca­rreña, uno de los puntos de más afluencia, incluso después de ce­lebradas sus fiestas patronales, ha sido la ciudad de Sigüenza. Inacabable en recursos turísti­cos, vamos hoy a repasar brevemente los detalles más signifi­cativos que Sigüenza ofrece en el campo del arte románico.

Es lógico que la ciudad del al­to Henares haya tenido, y aún tenga, numerosos edificios y ele­mentos del estilo que mejor cum­plía con la Edad Media: el ro­mánico. Fundamentalmente por que creció con vigor en la época en que tal modo de construir estaba de moda. Los siglos siguien­tes en los que hubo más riqueza y dinamismo, hicieron derribar iglesias, hospitales y edificios por considerarlos viejos, construyen­do en estilo renaciente. Pero de lo primitivo románico han que­dado varios monumentos, que en un conjunto muy homogéneo y de interés subido, hoy puede admirarse en fiel reflejo de una época, la del primer siglo de episcopado y nacimiento ciuda­dano: la XII centuria hizo cre­cer estos templos: la catedral, San Vicente y Santiago, funda­mentalmente.

A media ladera sobre el río, la iglesia dedicada a Santa María por el obispo don Bernardo de Agén llegó al carácter de cate­dral inmediatamente. Los planos que la presentaban con tres grandes naves, fachada escolta­da de torres, y cabecera con cin­co ábsides, demuestran que el primer impulso dado a este tem­plo catedralicio fue extraordina­rio. El obispo aquitano hizo ve­nir de su tierra arquitectos y ta­llistas, constructores y técnicos, que pusieron en marcha un edi­ficio de neto perfil franco. Pos­teriormente modificado el inicial impulso, la planta quedó conser­vada y en la gran fachada de po­niente se pusieron ya las tres puertas que han llegado hasta nosotros. De dichas puertas, la más grande y destrozada es la central, mientras que las latera­les muestran aún con tersura su carácter románico pleno: arcos semicirculares, arquivoltas multiplicadas y baquetonadas, y una ornamentación de tipo geométrico, con ciertos visos orientali­zantes, que nos recuerdan algu­nos monumentos y detalles del mudéjar aragonés. Esta fachada y sus puertas se hacen en la se­gunda mitad del siglo XII, épo­ca en la que tanto obreros fran­ceses como aragoneses han veni­do a la ciudad en gran numero. De entonces es posible que daten algunos apellidos, hoy netamen­te seguntinos, con ciertas re­membranzas del pirineo franco­aragonés.

También en la catedral desta­ca un elemento de estilo romá­nico que puede calificarse como uno de los más hermosos de Es­paña en su estilo: es el rosetón que ilumina el crucero desde el muro meridional del templo. Re­producido junto a estas líneas, dicho rosetón consta de 12 arcos que rodean a un círculo central, sobre los que posan un doble nu­mero de arcos y sobre ellos nu­merosos círculos, confiriendo a la pieza un aire de ingenuidad y prodigio muy sobresalientes.

Si la construcción de la cate­dral prosiguió a lo largo de los siguientes siglos, lo hizo ya con otro estilo, como el gótico de sus bóvedas y el renacimiento de sus altares. Pero en el momento de la Baja Edad Media en que sus puertas más características se han levantado, otras iglesias sur gen en los barrios altos de la población, necesarias para atender al cada vez más denso vecinda­rio de las zonas en torno al cas­tillo. Allí fundó don Cerebruno las parroquias a San Vicente (patrón de Sigüenza) y a San­tiago (siempre en el candelero de los santos hispánicos medie­vales), también mediado el si­glo XII, haciéndoles construir en el estilo románico en que se es­taba haciendo la catedral, si bien con las dimensiones más modestas propias de templos me­nores.

En San Vicente, se ha conser­vado el templo entero, práctica­mente sin modificar, y que gra­cias a reciente restauración de su párroco ha evidenciado neta­mente su carácter medieval completo. La portada es también de arcos semicirculares, con arqui­voltas baquetonadas, en las que surgen decoraciones geométri­cas, a base de hojas, estrellas o simples líneas entrecruzándose. Columnas que sujetan capiteles con temas vegetales, y el interior de una sola nave, con pilares adosados a los muros y un arco triunfal, valiente y apoyado en capiteles enormes, dando paso al irregular presbiterio alto. Puede mostrarse a San Vicente de Si­güenza como una iglesia de gran carácter medieval, y muy suge­rente del arte románico francés trasladado a Castilla.

Todavía debe el viajero bus­car el templo de Santiago, en el cuestarrón que une la catedral con el castillo. Fuera de uso esta iglesia actualmente, se encuen­tra en período de restauración. Se admira la portada, con una profusión espléndida de decora­ción geométrica y vegetal, que se sujeta prendida a las anchas arquivoltas. Su aspecto equili­brado, elegante y austero, hacen de este elemento arquitectónico todo un paradigma del románi­co seguntino. De aquí surgirán luego muchas otras portadas, ya meras copias desafortunadas por los pueblecillos de la dióce­sis. El interior de esta iglesia es­ta, con la restauración actual, imposible de visitar. Puede, y debe, verse también el ábside de Santiago, que con planta cua­drada se asoma sobre el profun­do arroyo Vadillo. En su muro mayor se abre una gran ventana escoltada de pilares con capite­les vegetales, y rematando en multiplicadas arquerías baqueto­nadas que, a pesar de la distan­cia con que el espectador debe contemplarla, la confieren una gracia muy especial.

Y esto es todo cuanto la ciudad  de Sigüenza da de si en lo que se refiere al estilo románico. Que no es poco. Irradiado desde ella, el foco constructivo medieval se extiende a su estrecha comarca en derredor, y casi todos los pue­blecillos que dependieron jurídi­ca y económicamente de la mitra seguntina, muestran todavía hermosos ejemplares de templos románicos, que van desde los muy completos de Jodra del Pi­nar, Saúca o Carabias, a los más simples, pero también expresi­vos, de Pelegrina, Pozancos, Cu­billas o Alcuneza. Son también éstas, oportunidades de captar de un modo más amplio el senti­do único, fuerte y genuino de una época tan dinámica e interesante como la Baja Edad Me­dia seguntina.