Notas para el arte en Pastrana

viernes, 19 marzo 1982 1 Por Herrera Casado

 

«En el año del Señor de 1704 hizo este órgano Domingo de Mendoza Maestro de su Magestad y de su real capilla. Reinando Felipe V». Esta frase, pintada en letras doradas sobre la caja que guarda el gran órgano de la Colegiata de Pastrana, es un ejemplo palpable de exactitud y fácil investigación en los datos de fechas y nombres de autores con respecto a una obra de arte. Así de fácil es saber el año (1704) y el autor por quien esa magnifica obra de arte fue realizada (el navarro Domingo de Mendoza). Pero no siempre es tan fácil llegar a concretar estos datos, para cuya búsqueda y hallazgo el investigador de la historia del arte debe dedicar horas de investigación y trabajo.

La villa alcarreña de Pastrana encierra numerosas obras del arte de los pasados siglos. Tanto arquitectónicas como obras muebles, desde el palacio ducal hasta la Colegiata, y desde los tapices flamencos hasta la gran cruz procesional de plata, son numerosísimas las piezas que en esta villa merecen ser contempladas, admiradas y aún estudiadas con detenimiento. En este año del Centenario de Santa Teresa, la atracción que Pastrana y su denso patrimonio ejercen es aun mayor.

Puestos a aportar, brevemente, algunos datos concretos sobre el arte de este pueblo, podríamos empezar diciendo que para el gran palacio ducal que preside su plaza principal ya se ha descubierto, en reciente investigación debida a la pericia y constancia de doña Margarita Estella, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid, la autoría de este gran palacio del Renacimiento castellano: fue concretamente el gran Alonso de Covarrubias, autor de otros muchos y buenos edificios en nuestra provincia, quien realizó y firmó los planos de esta casona.

Del retablo actual que preside el altar mayor de la Colegiata pastranera, se tienen también los datos concretos de autor y fe­cha: fue el pintor Matías Jimeno, en 1637, quien lo realizó con la maestría que caracterizó su obra toda. En ese retablo, de elegante traza tridentina y en cierto modo manierista, destacan a lo largo y alto de sus tres cuerpos, diez cuadros representando santas y vírgenes de la Iglesia católica, mas un Calvario en lo alto, un cuadro con la efigie de cuerpo entero de San Francisco, bajo la que luce esta contundente frase: «La verdadera imagen de nuestro padre San Francisco», y una pintura de la Asunción sobre una piedra de ágata transparente, que regaló por esos años el Papa al Duque de Pastrana don Rodrigo.

En cuanto a cuadros de los adornan y avaloran el Museo de la Colegiata, merecen destacarse aquellos que van firmados: un San Joaquín y Santa Ana, de Luís Fernández, y un San Bernardo, de Carreño de Mirando; y también referir aquellos otros que suponen una intervención muy probable en sus líneas y colores: el retrato de doña Maria Gasca de la Vega, de Luís Tristán, y un San Jerónimo, réplica del Greco.

Pero anterior a ese retablo del siglo XVII, hubo otro que se pintó y colocó, en el altar mayor de la antigua colegiata (todavía simplemente iglesia parroquial pastranera), a principios del siglo XVI. Fueron sus autores dos de las magnas figuras del arte castellano de la época: Juan de Borgoña y Alonso de Covarrubias, uno como pintor y el otro como tracista y escultor. En el año 1536 todavía aparecen en los libros de cuentas de la iglesia algunas cantidades pagadas a costa de la hechura de aquel retablo: un total de 255.000 maravedises, cifra realmente crecida para la época, mas cierta demasías o perfecciones no incluidas en el plan inicial, fueron los que cobraron este par de artistas «por la obra de talla, pintura y oro del Retablo de la dicha Yglesia». De este retablo solamente queda en el momento actual una sola pintura sobre tabla en el Museo de la Colegiata, y aunque breve retablo del antiguo, muestra con fuerza su perfección.

También de varias de las obras del tesoro de orfebrería que conserva la colegiata pastranera quedan elocuentes documentos que muestran épocas, autores y cantidades. Así, sabemos que Pedro Muñoz, un platero de Alcalá de Henares, hizo en el siglo XVI varios cálices para la casa. En 1547 aparecen pagos a Martín de Covarrubias, hermano del arquitecto, y a su vez un gran platero avecindado en Sigüenza, por la realización de algunas obras. Concretamente la gran cruz que hoy conserva la Colegiata de Pastrana la construyó este artista, del cual sabemos que trabajó como platero del Cabildo catedralicio de Sigüenza desde 1543 a 1578. Hizo entre otras las cruces parroquiales de San Gil de Medinaceli, así como de las parroquias de La Toba y Alustante, ambas en la provincia de Guadalajara. También hizo cálices para la colegiata.

En cuanto a las obras de orfebrería pastranera, creo interesante copiar aquí un fragmento del Inventario que en 1570 se hizo en la parroquia, y que se conserva en un libro de la misma, en el cual se aprecia la existencia, en ese año, de dos grandes cruces de las cuales solo se conserva ahora una, la segunda de ellas. Dice así el documento: «-Primeramente una cruz de plata grande con su pie labrado al romano que tiene en el árbol ocho veriles con cinco esmaltes, quatro imágenes y un crucifijo con sus chambranas y en el pie están los doze apóstoles con sus ensamentos y traspilares, que pesó el pie 25 marcos menos 3 onzas y el árbol con los dichos veries 31 marcos menos dos onzas y media. -Ytem otra cruz grande de plata blanca con su pie que tiene doze apóstoles y un crucifijo con sus remates de imágenes labrado al romano que pesó el pie nueve marcos y seis onzas y media, y el árbol desta cruz pesó treze marcos y cinco onzas toda entera con sus apóstoles y remates sin faltar cosa algunas».

Incluso el templete, todavía existente, para el Corpus, fue obra del platero pastranero Juan López. Fueron, en fin, numerosos los nombres y las manos que pusieron lo mejor de su ingenio y su trabajo en la consecución de un patrimonio artístico que hoy enorgullece a la antañona y acogedora villa alcarreña, ducal y amable, de Pastrana.