Una pequeña historia de la Hoya del Infantado

sábado, 9 enero 1982 0 Por Herrera Casado

 

Asienta la villa de Valdeolivas en la comarca de la Alcarria, amplio territorio de características geográficas muy concretas, situado en la histórica región de Castilla, y hoy partida en tres provincias distintas (Guadalajara, Cuenca y Madrid) separando administrativamente un terreno de latido único.

Dentro de la comarca de la Alcarria, existe una zona más breve pero también de características muy propias, como es la Hoya del Infantado, que comprende varios pueblos entorno al río Guadiela, y que poseen un paisaje, una economía y una historia propias y comunes. Sus pueblos son Alcocer, Salmerón, Salmeroncillos, Millana, Valdeolivas y algunos otros.

La población de este entorno es antiquísima, pues ya en épocas prehistóricas fue poblado de gentes íberas, que han dejado restos arqueológicos consistentes en cerámicas, ajuares guerreros y de adornos femeninos, e incluso algunas monedas ibéricas y romanas, que hacen datar el yacimiento de «los Cabezos», en término de Alcocer, hacia el siglo II antes de Cristo; también en término de Cañaveruelas se han visto restos semejantes.

Perteneció luego este territorio a romanos, visigodos y árabes. En la orilla izquierda del Guadiela, sobre abrupto territorio, asentó en lo antiguo la ciudad de Santaver, hoy ya sólo un despoblado en el que se vislumbran leves restos de antiguas construcciones, pero que estuvo habitado hasta la Edad Media. En este enclave de Santaver, magnífico por el paisaje y por las posibilidades que encierra para el estudio de la arqueología, se encuentran restos de construcciones romanas y visigodas; algunos autores sitúan aquí la que fue gran ciudad erigida por Leovigildo en honor de Recaredo: Recópolis. Será necesario estudiarlo bien desde el punto de vista arqueológico. En este lugar estuvo luego un importante enclave árabe, con fuerte castillo y ciudad amurallada, en el que se refugió Shaqya‑ben‑abd­al‑Wahid, líder religioso bereber, y otros líderes contrarios a los califas cordobeses. La Orden de Calatrava lo poseyó en la Edad Media, y posteriormente perdió su valor estratégico, quedando el entorno de Santaver sumido en el abandono, y, lo que es hoy peor, en el desconocimiento.

La reconquista de esta zona se llevó a cabo en los últimos años del siglo XI, llegando en cuña hasta estos lugares, y hechos fuertes previamente en Zorita y Almoguera, las huestes cristianas del capitán Alvar Fáñez. Quedó el territorio en principio bajo el control del Común de Villa y Tierra de Zorita, pasando luego a la demarcación de Huete, en la que se mantuvo, a efectos de jurisdicción y aprovechamientos comunales de pastos, bastantes años.

Alfonso VII, en 1154, donó estos lugares del señorío a los obispos de Sigüenza. Al ser conquistada Cuenca en 1177 por Alfonso VIII, este rey incluyó el valle del Guadiela en la diócesis conquense recién creada, volviendo a quedar sus pueblos en señorío real. Y es en 1252 cuando Alfonso X el Sabio crea un gran señorío en las tierras de la Alcarria para dárselo a doña Mayor Guillén de Guzmán, madre de su hija Beatriz, reina de Portugal. Recibió esta señora los lugares de Alcocer, Salmerón, Millana, Valdeolivas y otros varios que conformaban concreta comarca en el valle del río Guadiela, siendo desde entonces denominada Hoya del Infantado. También recibió esta señora Cifuentes, Palazuelos y otros lugares de la actual provincia de Guadalajara. Alfonso X confirmó a estos lugares en el uso de su antiguo Fuero, común al de Huete. El señorío quedó en doña Beatriz, pasando luego a su hija doña Blanca, quien acabó vendiéndoselo al infante don Juan Manuel.

De éste pasó más tarde al infante don Pedro, marqués de Villena, quien se lo vendió a don Micer Gómez de Albornoz, en la segunda mitad del siglo XIV. A éste le siguió en el señorío don Juan de Albornoz, y luego su hija doña María de Albornoz, casada con el misterioso personaje don Enrique de Villena, «el Nigromántico», dueño y señor en el castillo de Cifuentes, donde se dedicó a escribir extrañas obras de astrología. Doña María de Albornoz, sin descendencia del humanista, se lo donó a su primo el Condestable don Álvaro de Luna, mediado el siglo XV. Al valido de Juan II vino a heredarle su hijo don Juan, pero sus posesiones fueron tomadas por el rey Enrique IV, quien en 1471 entregaba los pueblos de la Hoya del Infantado, a don Diego Hurtado de Mendoza, a quien en 1475 los Reyes Católicos hacían duque de dicho título, el primero de una larga y honrosa serie de personajes. En los estados del ducado del Infantado quedó esta zona hasta el siglo XIX.

La protección que durante tantos siglos dispensaron a estos lugares sus señores feudales, se refleja hoy en los monumentos diversos que conforman un patrimonio artístico de gran interés. La iglesia parroquial de Valdeolivas es obra primorosa del protogótico, y también el templo cristiano de Alcocer destaca como uno de los más importantes de toda la Alcarria. Es incluso mencionable la iglesia de Millana, en la provincia de Guadalajara, que posee una gran portada de estilo románico con capiteles y decoración sumamente curiosa. Todo ello establece esa unión de historia y de carácter que a pueblos y tierras hoy partidos en dos diversas provincias, siempre los siglos unieron y dieron latido propio bajo la denominación de la «Hoya del Infantado».