Galve de Sorbe

sábado, 22 agosto 1981 0 Por Herrera Casado

 

Sobre unos anchos prados que bordean por el sur la alta llanada de la Sierra de Pela, aparece el caserío del que fuera en antiguos tiempos muy importante pueblo y cabeza de amplio señorío: Galve de Sorbe.

Perteneció, tras la Reconquista, al Común de Villa y Tierra de Atienza, siendo luego, en el siglo XIII, de propiedad del infante don Juan Manuel, quien levantó un primitivo castillo sobre el lugar. Pasó luego a la Corona por muerte del revoltoso Infante, y en 1354 el rey don Pedro I dio Galve a Iñigo López de Orozco. Su hija doña Mencía casó con Men Rodríguez de Valdés, señor de Beleña, y a ellos compraron Galve, mancomunadamente, el Almirante de Castilla don Diego Hurtado de Mendoza, y el Justicia Mayor del Reino don Diego López de Estúñiga. En esta última familia quedó. En 1428 fundó mayorazgo con Galve y los lugares de su tierra don Diego López de Estúñiga, en cabeza de su hijo Pedro de Estúñiga «el mozo», levantó el castillo que actualmente otea sobre Galve en 1468. Quedó, pues, en poder de estos Estúñigas o Zúñigas, a quienes en 1543 se lo compró doña Ana de la Cerda, viuda ya de don Diego Hurtado de Mendoza, hijo segundo del Cardenal Mendoza. El hijo de doña Ana, don Baltasar Gastón de Mendoza y de la Cerda fue nombrado por Felipe II en 1557 primer conde de Galve, y en esta familia, en seguida también duques de Pastrana, siguió el condado serrano. Ya en el siglo XVIII, por entronques familiares, pasó a la casa de los duques de Alba, que hoy ostentan el título de condes de Galve.

Fue este pueblo cabeza de un amplio territorio de lugares serranos extendidos por los agrestes vericuetos de la vertiente sur de las serranías del Ocejón. Eran éstos: Valdepinillos, La Huerce, Zarzuela de Galve, Valverde de los Arroyos, Umbralejo y Palancares, más los actuales despoblados de Cestalviejo, Pedro Yuste, Majadas Viejas y La Mata de Robledo, que constituían el condado de Galve.

Conserva esta villa algunos variados recuerdos de su pasado. Son de admirar sus construcciones rurales, todas de firme sillería bien trabajada, dando sensación de reciedumbre y buen hacer: muchos dinteles tallados, algunas buenas rejas… en la plaza mayor, ante el soportalado ayuntamiento, se alza el rollo o picota, de fuste cilíndrico, y remate pinacular con adornos góticos, muy bello ejemplar de finales del XV o principios del XVI, y que viene a simbolizar la categoría de villa que tuvo Galve. También a la entrada del pueblo, por levante, se alza otra picota de la misma época y parecidas características.

La iglesia parroquial es obra del siglo XVI, y presenta una fábrica inexpresiva de sillarejo, con portalada de dovelas bien trabajadas, pero sin otro detalle artístico destacable. Al construir este templo, fue derribada de una construcción con abundante talla, tanto de arquivoltas, cenefas e impostas de temas vegetales y geométricos mudéjares (de los que aún pueden verse fragmentos empotrados en el sillarejo del muro norte del actual templo) como de capiteles, de tema vegetal y de iconografía varia, (se conservan algunos distribuidos en muros y dinteles de las casas del pueblo; uno de ellos muestra una escena de la pasión de Cristo).

Sobre un alto cerro al norte de la villa, se alza majestuoso el castillo. Obra de la segunda mitad del siglo XV, erigido por los Estúñigas, cuyos escudos aparecen distribuidos en las talladas piedras de muros y estancias, sufrió luego el abandono y la ruina, el destrozo programado en la guerra carlista, y la reconstrucción arbitraria que su nuevo dueño le ha impuesto recientemente. Consta de un amplio recinto externo, de elevada muralla almenada, en la que se presentan sendas torres cuadrangulares en las esquinas, más un cubo semicircular adosado al comedio de la cortina sur. Sobre la esquina noroeste se alza la hermosa torre del homenaje: de planta cuadrada, con fuertes muros de sillar, en lo alto de las esquinas rompen su línea recta cilíndricos garitones sobre repisas varias veces molduradas, luciendo cada uno un escudo de los Zúñigas constructores. Se remata esta torre con un saledizo sujeto por modillones de triple moldura. Tiene su interior, ya restaurado, cinco pisos, en uno de los cuales aparece una gigantesca chimenea, de piedra sillar, con gran arco escarzano, y ventanales escoltados de asientos de piedra en otra, rematando en atrevida bóveda de piedra, y en una superior terraza desde la que se contempla un increíble panorama.

El primer domingo de octubre se celebran las fiestas patronales de Galve, en honor de la Virgen del Pinar. Actúan en ellas un grupo de danzantes que se acompañan de zarragón y músicos dulzaineros. Son nueve en total estos danzantes, y visten camisa blanca con corbata de colores vivos; pantalón corto y medias, muy claros; alpargatas blancas; chaleco oscuro; faja negra y una chaqueta del mismo género y color que el pantalón. En la cabeza llevan un pañuelo multicolor atado a la nuca. El zarragón viste de modo similar, con medias oscuras, y se toca la cabeza con una especie de bonete con gran bola, llevando en la mano unos palotes huecos para hacer diferente ruido que los danzantes. Ejecuta este grupo una serie de danzas de paloteos, y culmina su actuación con «el Castillo», en que puestos unos sobre otros, los danzantes forman una torre humana que culmina con uno de ellos puesto boca abajo. El simbólico rito propiciador de riqueza y fecundidad agrarias, se completa con la fiesta de San Juan, día en el que estos danzantes mandan y gobiernan el pueblo.

En el término de Galve de Sorbe se encuentran hermosos paisajes y extensos pinares. En el camino hacia Valdepinillos y los valles de Sorbe y Sonsaz, se encuentra el «campanario», elevación que atraviesa el camino y desde donde se contemplan dilatados horizontes. El curso del río Sorbe es también lugar propicio para excursiones y sorpresas paisajísticas.