Notas sobre Luís de Lucena (I)

sábado, 2 mayo 1981 0 Por Herrera Casado

 

En el estudio biográfico, en la apreciación de los aspectos de la vida de las personas, de las figuras singulares de nuestra historia, hallamos generalmente las justificaciones del camino de una tierra, las formas explicativas de unos hechos. Por ello el examen biográfico de las gentes que hicieron, en mayor o menor grado, nuestra ciudad y nuestra comarca, sus monumentos y sus leyendas, viene también a enriquecer el conocimiento de nuestra sociedad de hoy, la clarificación incluso de nuestras actitudes cotidianas. Examinaremos en esta ocasión, brevemente, la biografía de Luís de Lucena, alcarreño ilustre del siglo XVI, autor de la capilla mudéjar que en la cuesta de San Miguel de Guadalajara pervive como testimonio de su vida.

De la familia Lucena se ha conocido muy poca cosa hasta ahora. De su padre, ni el nombre, pues no lo menciona en su testamento. De su madre, de la que nuestro biografiado heredó el apellido, sabemos que era Guiomar de Lucena, apagada dama de la Guadalajara medieval. ¿De familia judía, quizás? Por datos que luego veremos, el apellido del padre debió ser Núñez, claramente castellano viejo El de la madre, al ser heredado de un pueblo, quizás pueda interpretarse como de procedencia hebrea. El mismo doctor Lucena, estudió su carrera de Medicina en Montpellier, donde eran muy abundantes las gentes de la raza de David. Su cristianismo, es indudable, rozó siempre la heterodoxia. Su posible exilio en Roma apoya aún más este origen judío del que no existen datos concluyentes, pero sobre el que no hay más remedio que apuntarlo. El dijo, también en su testamento, que sus hermanas, que murieron jóvenes, se llamaban Beatriz y Guiomar. Tuvo varios otros hermanos varones, de los que he hallado, en recientes investigaciones, nombres, cargos y ciertos datos que vienen a clarificar incluso la propia biografía de Lucena. El debía ser el mayor de los hermanos. Otro fue el canónigo Antonio Núñez, cura de Torrejón de Alcolea (hoy Torrejón del Rey) y de las Camarmas, en al alfoz de Guadalajara. Fue patrón primero de la capilla de Nuestra Señora de los Ángeles, fundada por Lucena, y dirigida su construcción  por el mismo en Guadalajara. Este canónigo murió en 1571. Otro hermano de ambos fue el maestro Francisco de San Vicente, también clérigo, muy culto, poseedor de una gran biblioteca, y figura de la corte literaria de los Mendozas, en pleno siglo XVI arriacense. Otro hermano más fue don Rodrigo Núñez de Uclés, de quien no conocemos la profesión, y que debió morir hacia 1579. Hijo suyo fue don Diego de Urbina, continuador en el patronato de la capilla mudéjar de Guadalajara, y del cual, y de su descendencia, tomó luego y popularizó el nombre. Otro hermano del doctor Lucena fue el también doctor y médico don Luís Núñez de Uclés, muy prestigioso personaje en la Guadalajara renacentista, y del que he encontrado el dato de que escribí un libro sobre medicina, incluso publicado, pero cuyo título ignoro. Fue publicado este libro en 1569, y de su descendencia surgieron otros importantes Núñez que emparentaron con la nobleza de la ciudad. Un último hermano del doctor Lucena, como los anteriores confirmado por documentos existentes en el Archivo de Protocolos de la ciudad de Guadalajara, fue don Melchor Núñez que era «falto de juicio», y de cuya cura se encargó el doctor Luís Núñez, su hermano. No es mucho este acopio de datos, pero creo que lo suficientemente enjundioso para situar a Luís de Lucena en el seno de una familia plenamente arriacense, de uniforme calidad intelectual y humanista en la Guadalajara del siglo XVI, tan dedicada al ejercicio de las letras y la medicina que obliga constantemente a hacer referencia a su origen hebreo. Ahora vamos con la biografía sucinta de nuestro personaje.

Vivió Luís de Lucena en su niñez y juventud los años dorados en que don Iñigo López de Mendoza, segundo duque del Infantado, levantaba su gran palacio gótico – mudéjar. Antes de nacer Lucena, en 1491, recibía del cardenal Mendoza a don Rodrigo de Borja, el futuro Alejandro Sexto, y con él fraguaba alardes estéticos » a lo romano». Volvía el segundo conde de Tendilla de su viaje a Roma en el fin del siglo quince, y entre ambas fechas bulla, en conversaciones y propósitos de las figuras mendocinas, esa eclosión de arte y literatura renaciente que puebla Guadalajara desde el comienzo mismo del siglo XVI: Lorenzo Vázquez, Alonso de Cobarrubias, retablos, rejas, la portada del convento de la Piedad, Lorenzo de Trillo, artesonados en Pastrana, la portada del palacio de don Antonio de Mendoza, los franciscanos de Mondéjar, los mausoleos de Sigüenza, Antonio del Rincón, Cisneros, nuevos castillos de corte palaciego en Jadraque, en Pioz… es aquí en esta tierra de Guadalajara, donde el Renacimiento hispano levanta por primera vez su mano y su palabra. Y en ese momento también, 1500-1510, cuando Luís de Lucena corre por las calles y gusta de mirar la nueva razón de clasicismo. Quizás estudió en Alcalá, quizás en Montpellier. No hay papeles que lo confirmen. Pero estudió, de eso no hay duda, y se hizo doctor en la ciencia física de la Medicina: como antes he dicho, quizás fuese en Montpellier donde hubo de estudiar, y luego, en Tolouse, se quedó a residir y a ejercer la profesión. Estando allí en 1523, publicó un libro que poco antes había compuesto. Le preocupaba entonces los temas de la salud pública, y su enemiga, la callada y misteriosa enfermedad de la peste y la obra se dirige «al atento cuidado de la Peste y los útiles remedios contra esta enfermedad.

Un punto conviene también aclarar hoy en la biografía de Luís de Lucena, y es el que se refiere a su profesión concreta. Hasta ahora todos cuanto se habían ocupado de él, le hacían eclesiástico al tiempo que médico. E incluso ha habido autores, como el mismo cronista provincial don Juan Catalina García, que le hicieron cura párroco del lugar de Torrejón. Indudablemente, la copia del testamento de Lucena que este autor maneja, es obra recopilada del siglo XVIII, y en ella se alteran las palabras que la hacen poco fiable. No fue Lucena eclesiástico, y según he podido hallar en documentos fidedignos, como son varios protocolos notariales del escribano de Guadalajara Juan Fernández, hechos en enero de 1579, y hoy conservados en el legajo 104 del Archivo Histórico Provincial de Guadalajara, el eclesiástico fue don Antonio Núñez, también canónigo, hermano de Luís de Lucena. Don Antonio fue cura párroco de Torrejón de Alcolea (hoy Torrejón del Rey) y de las Camarmas (Camarma del Caño y Camarma de Esteruelas) pueblecillos todos pertenecientes entonces a Guadalajara, en su sesma del Campo, en el pequeño valle del río Torete. Consta en esos documentos que el canónigo Antonio Núñez se hizo construir una casa con granero en Camarma del Caño, así como que Lucena dejó bastantes bienes, fundamentalmente olivares, en el término de Torrejón, para acrecentar los fondos de su fundación pía.

Estos son algunos datos y notas recientemente hallados sobre la biografía de esta interesante figura, el humanista alcarreño Luís de Lucena, que hemos podido hilar a la luz de últimas investigaciones en los Archivos de nuestra ciudad. En semana próxima continuaremos dando otras noticias relativas a la vida y actividades de este hombre, sabio y polifacético, en su exilio de Italia.