La iglesia parroquial de El Cubillo de Uceda

sábado, 1 diciembre 1979 1 Por Herrera Casado

 

Encontramos el pueblo de El Cubillo de Uceda sobre una meseta alta y despejada, en esas tierras llanas que forman el extremo norte de la campiña, entre Henares y Jarama. Oreada de vientos, con magníficas vistas sobre la sierra del Guadarrama, este lugar fue desde la reconquista uno más de los pertenecientes al alfoz o Común de Villa y Tierra de Uceda. En el siglo XVI, desmembrado el señorío que sobre dicho territorio mantenían los arzobispos toledanos, disueltos en gran modo el uso del Común, Cubillo adquirió el título de Villa, con el que sigue.

Lo más característico y curioso de su conjunto urbano es la iglesia parroquial, que está dedicada a Nuestra Señora de la Asunción. En el Inventario del Patrimonio Arquitectónico de interés histórico-artístico de la provincia de Guadalajara, que hemos realizado últimamente, se considera a este templo de categoría artística provincial, y en las normas a seguir, se pide su declaración como tal, continuación de las obras de restauración ya iniciadas, y protección del entorno frente a agresiones urbanísticas. Indudablemente, el templo es de los mejores de la comarca campiñera, con portadas y atrio al exterior que forman en la línea de pureza del plateresco toledano. Su interior es de un sobrio equilibrio arquitectónico, con ajustadas proporciones de los cilíndricos pilares, los capiteles tallados y las bóvedas y capilla mayor, que consiguen un aire renacentista muy puro.

Antes de pasar a describir esta iglesia de El Cubillo de Uceda, conviene recordar que, por la época en que fue levantado su conjunto plateresco (primera mitad del siglo XVI) eran señores del lugar y del alfoz de Uceda los arzobispos de Toledo, que tenían el castillo de esta última villa como cárcel de castigo para clérigos rebeldes (en ella estuvo Ximénez de Cisneros, y años después el duque de Alba). Es claro que las formas de hacer del plateresco toledano se impongan en este templo, y aún nos atreveríamos a sugerir que Alonso de Covarrubias, el genial artífice y arquitecto de nuestro renacimiento, puso y mente en esta iglesia: la olata y aire interior le repite en otros lugares. Los grutescos y tallas de la fachada son obra cercana a su cincel delicado. Es de advertir también que la iglesia del caucano pueblo (hoy madrileño por haber quedado dentro de los límites de dicha provincia) de Talamanca, siempre relacionado históricamente con Uceda, es muy similar en estructura, división y decoración a esta del Cubillo.

Llegaremos a su presencia con la veneración que un antiguo monumento ‑legado de antiguas generaciones, fruto de muchas ilusiones y trabajos-nos infunde siempre. En su aspecto exterior destaca, en primer lugar, el ábside o cabecera, orientado a levante. Es de planta semicircular, y su fábrica es de ladrillo visto, dispuesto en forma de arquerías ciegas en tres cuerpos, conformando un ejemplar magnífico de románico- mudéjar. Debe ser lo único conservado de la primitiva iglesia del lugar, construida hacia el siglo XII o el XIII. El resto del templo fue erigido de nuevo en el siglo XVI. Destaca sobre el muro de mediodía un atrio muy amplio, compuesto de esbeltas columnas de capitel renacentista, sobre pedestales muy altos, lo que le proporciona una gran airosidad y elegancia. La portada de este muro es obra de severas líneas clasicistas. En el hastial de poniente, a los pies del templo, y centrando un muro de aparejo a base de hiladas de sillar y mampuesto de cantos rodados, muy bello, destaca la portada principal, obra magnífica de la primera mitad del siglo XVI, buen ejemplar del plateresco de escuela toledana. El ingreso se escolta de dos jambas molduradas y se adintela por un arquitrabe de rica decoración tallada con medallón central y abundantes grutescos, amparándose en los extremos por semicolumnas adosadas sobre pedestales decorados y rematadas en capiteles con decoración de grutescos. Lo cubre un gran friso que sostienen a los lados sendos angelillos en oficio de cariátides; dicho friso presenta una decoración a base de movidos y valientes grutescos, rematando en dentellones. En la cumbre de la portada, gran tímpano semicircular cerrado en cenefa con bolas y dentellones, albergando una hornacina avenerada conteniendo talla de San Miguel, y escoltada por sendos flameros. Sobre el todo, ventanal de moldurados límites. El interior, obra de la misma época, mitad del XVI, es un equilibrado ámbito de tres naves, más alta la central, separadas por gruesos pilares cilíndricos rematados en capiteles cubiertos de decoración de grutescos muy bien tallada. Sobre el muro norte aparece un gran medallón de talla en que figura la Virgen y el Niño. La capilla mayor se abre a la nave central, y se cubre con bóveda de cuarto de esfera, mientras que el resto del templo tiene por cubierta un magnífico artesonado de madera, de tradición ornamental mudéjar, aunque con detalles platerescos, todo muy bello y bien conservado, obra de la primera mitad del siglo XVI. El suelo de las naves está cubierto de numerosas lápidas sepulcrales, con leyendas y escudos tallados, correspondientes a diversos vecinos del pueblo, seglares y eclesiásticos, de los siglos XVI y XVII.

Buen tema éste para una excursión inolvidable y para aumentar un poco más el conocimiento del riquísimo patrimonio arquitectónico de nuestra provincia, que aún guarda joyas, como esta iglesia de El Cubillo de Uceda, escondidas y olvidadas de casi todos.