Biblioteca molinesa

sábado, 13 octubre 1979 0 Por Herrera Casado

 

Al iniciar cualquier recorrido por esta nuestra tierra o por cualquier otra que al paso se nos ponga, conviene ir bien pertrechado bibliográficamente, con un fundamento, no sólo de ansias por conocer cosas nuevas, sino de previas lecturas, de datos, de imágenes; el arribo a ese lugar, a ese paisaje, a ese pueblo, va a ser más fructífero: se completarán preestablecidas ideas; o se cambiarán incluso. Se vendrá a tener la lección práctica de lo que antes fue repaso teórico. La lectura y el viaje, vienen así a complementarse, y hoy son las aficiones favoritas de muchos alcarreños. Lo deseable es que esto se extienda, y cada día sean más numerosos quienes, en solitario, en grupo familiar o amistoso, se desplacen a los campos, a los caminos y a las poblaciones de nuestra tierra, para mejor conocerlas, y así amarlas.

En uno de los anaqueles de nuestra biblioteca aparece el rótulo «Molina» que viene a señalar cuanto se ha escrito y publicado en torno al Señorío. Muchas de esas obras hoy están perdidas, otras solamente se conservan, manuscritas, en bibliotecas o archivos nacionales, y, en fin, algunas más publicadas en este o en el pasado siglo, aunque muy difíciles de encontrar, pueden dar todavía alguna información complementaria en torno a esta tierra. El hecho cierto es que para quien hoy se inicie en la formación de una «biblioteca molinesa», apenas si hay posibilidad de juntar fácilmente dos o tres libros, de las varias decenas que a lo largo de los siglos, sobre esta tierra se han escrito.

Los vamos a recordar, de todos modos. Y vamos a pasar por alto, naturalmente, las fuentes documentales, que no son sino los fundamentos que han tenido quienes se han dedicado a escribir sobre Molina: algunos ejemplares de su Fuero; los archivos de la casa de Lara el Histórico Nacional, el de Simancas; los archivos del Ayuntamiento de Molina, el del Cabildo de clérigos, el de la Comunidad de Villa y Tierra; los muchos y desperdigados archivos parroquiales y municipales; y aún varios otros archivos particulares, de familias hidalgas o de eruditos investigadores, conforman el corpus de documentación básica para quien desee entrar en la más honda de las raíces molinesas. Pero luego surgen los libros, frutos pacientes de historiadores y curiosos que recopilaron documentos y datos sueltos, que recogieron tradiciones o vivieron hechos: y éste es el fondo auténtico de nuestra biblioteca molinesa.

Los clásicos de la historia molinesa son Francisco Díaz, capitular del Cabildo eclesiástico de Molina, quien en 1474 escribió unas copias del Fuero de Molina, añadiendo unas notas históricas suyas; el licenciado don Francisco Núñez, que fue vicario del arciprestazgo de Molina y Abad de su cabildo de clérigos, escribió la primera historia del Señorío, que él tituló «Archivo de las cosas notables de Molina» y las redactó entre 1590-1606, conservándose el original, ya muy destrozado y casi ininteligible, en la Biblioteca de la Colegial de Jerez de la Frontera, habiéndose visto por Molina, a principios de este siglo, una copia que de dicha obra hizo Reinoso, en 1800, pero tampoco aparece, por lo que puede considerarse perdida la tarea de Núñez. Lo mismo puede decirse de la del licenciado don Juan de Rivas, que fue Regidor de la villa: escribió en 1612 un «Epítome de las cosas notables de Molina» que constaba de 29 capítulos y no llegó a concluir; hoy está absolutamente perdida. A mediados del siglo XVII se sitúa la magna obra del más grande de los historiadores molineses: don Diego Sánchez Portocarrero, caballero de Santiago, Regidor de la villa, y capitán de las Milicias del Señorío. Escribió numerosas obras, pero entre todas destaca la «Historia del Señorío de Molina» en cuatro tomos, el primero publicado en Madrid en 1641, muy difícil de encontrar, y los tres últimos, conservados manuscritos en la Biblioteca Nacional. Del licenciado don Diego de Elgueta, que fue también Abad del Cabildo eclesiástico molinés, es la obra titulada «Relación de las cosas memorables de Molina», que dejó manuscrita en 1663 y cuyo paradero hoy también se ignora. A estos manuscritos de Elgueta le hizo aumentos y adiciones, en 1730, el capitular don Francisco Martínez de la Concha.

Otro de los muy relevantes historiadores molineses, éste ya ilustrado y una curiosa personalidad que en otros capítulos de nuestro «Glosario Alcarreño» ya hemos tratado, fue don Gregorio López de la Torre y Malo, abogado de los Reales Consejos y durante muchos años residente en Concha, aunque había nacido en Mazarete. Su obra más notable, publicada en 1746, es la «Chorográfica descripción del muy noble, leal, fidelísimo y valerosísimo Señorío de Molina». También impresas son sus breves pero interesantes obras «Carta histórica a doña Librada Martínez Malo, priora del Monasterio de Buenafuente» y el «Índice del archivo de la muy noble y muy leal Villa de Molina». Se perdieron sus manuscritos sobre la diócesis de Sigüenza con un mapa que de ella trazó; los mapas de los términos de Concha, Mazarete, Anchuela del Campo y Chilluentes; y el «Libro de árboles genealógicos de familias del Señorío, que debían encerrar abundantes y sabrosas noticias. También del siglo XVII es don Francisco Antonio Moreno Fernández de Cuellar, abad del Cabildo eclesiástico molinés, y autor de un libro de historia mariana que pomposamente tituló «La Ninfa más celestial en las márgenes del Gallo, o Historia de la Virgen de la Hoz», impreso en 1762, dejando todavía un manuscrito, de paradero desconocido, titulado «Rasgo histórico, glorias de Molina y su Señorío», más otras obras de asunto histórico o filosófico.

Inaugura el siglo XIX con sus escritos y sus escritos y actividad erudita don Julián Antonio González Reinoso de Aranzueta y Miota, escribano real de Molina, y verdadero apasionado de los estudios genealógicos referentes al Señorío. Dejó manuscritos muchos cuadernos, folios sueltos y dos voluminosas obras, tituladas «Libro en que se trata de la Nobleza del Señorío de Molina de Aragón y de la de su Autor», y el «Libro de árboles genealógicos de familias nobles de Molina con muchas notas». Todo ello perdido o en anónimas manos. A mediados del XIX, don Pascual Hergueta escribió un «Breve estudio de las maravillas de la naturaleza, en especial del valle de la Hoz». También don Timoteo López Moreno, escribano de Molina, dio a la imprenta, en 1865, una rara «Breve Historia de Santuario de Nuestra Señora de la Hoz».

De los varios historiadores que a lo largo del siglo XX se han ocupado de recopilar dato6 en torno a Molina, y aún aportar otros nuevos y estudiar aspectos inéditos del Señorío, hemos de poner aquí los nombres y principales obras de los más señalados y memorables. Don Luís Díaz Millán publicó, en 1886, una voluminosa «Reseña histórica del Cabildo de Caballeros de doña Blanca, o Cofradía Militar del Carmen», más un «Catálogo histórico, geográfico, biográfico y estadístico de Molina y su señorío, villas, pueblos y castillos» en tres tomos, manuscritos en folio, cuyo paradero ignoro. En 1901, don Florentino Samper dio a luz unos «Breves apuntes sobre la Comunidad del Señorío de Molina, su origen y administración». A Miguel Sancho Izquierdo se debe al meritísimo trabajo, publicado en 1916, sobre «El Fuero de Molina de Aragón», obra capital y muy bien hecha. Otro «Compendio de Historia de Molina», bien hecho, impreso en 1891, es el de don Mariano Perruca Díaz, y de don Francisco Soler y Pérez debe mencionarse el utilísimo trabajo titulado «Los Comunes de Villa y tierra y especialmente el del Señorío de Molina de Aragón», que vio la pública luz en 1921. Otro de los ilustres historiadores molineses a los que se debe perdurable memoria es don Anselmo Arenas López, que fue catedrático del Instituto de Valencia. En 1910 publicó una valiosa y riquísima en noticias «Historia del levantamiento de Molina contra los franceses», así como otros breves opúsculos defendiendo el entronque de Ercávica con Molina, la Lusitania ibérica y otros temas de prehistoria. El que fue cura párroco de San Martín de Molina, don Julián Herranz Malo, publicó en 1913 un librito titulado «Historia de Campillo de Dueñas», interesante.

Quedan aún las figuras, ingentes, de dos historiadores e investigadores de nuestro siglo: don Claro Abánades, cronista que fue de Molina, y que ha dejado, manuscrita, una voluminosa «Historia del Real Señorío de Molina» en seis tomos, conservada actualmente en el Archivo del Ayuntamiento de la Ciudad. Otros varios tomos sobre «La Gasa Comunidad de Villa y Tierra»; «Geografía histórica de los pueblos del Real Señorío», «Hijos ilustres de la comarca molinesa» «El Cabildo eclesiástico de Molina» quedan también inéditos y con abundantes y curiosas noticias. Varios opúsculos publicó don Claro Abánades, sobre «La ciudad de Molina», «El Real Señorío de Molina», «El Alcázar de Molina» y «La Reina del Señorío» un amplio estudio sobre el paraje, ermita y Virgen de la Hoz. Don León Luengo no dejó nada publicado, y sin embargo produjo y tomó noticias que hoy guarda su familia.

Aspectos parciales han tocado José Sanz y Díaz, quien ha dejado un interesante estudio que titula «Apuntes para una bibliografía completa del antiguo Señorío de Molina» publicado en la Revista de la Real Sociedad Geográfica en 1951, y que es clave para adentrarse en el estudio y el conocimiento de los textos molineses; muchas otras cosas ha dejado escritas Sanz y Díaz en torno a Molina: recordamos su estudio sobre la dominación árabe del territorio; su libro sobre «El Santuario de Nuestra Señora de Ribagorda» y muchos otros artículos sobre personajes, folclore y aspectos diversos de la tierra y sierras de Molina; don Nicolás Sanz Martínez, que publicó un folleto sobre «La Santa Espina de Prados Redondos»; varios autores y muy en especial el carmelita fray Valentín de la Cruz, en torno a la vida y obra de la Beata sor María de Jesús, natural de Tartanedo y seguidora y ayuda de Santa Teresa; el doctor Layna Serrano con su obra sobre «La Arquitectura románica en la provincia de Guadalajara», y nosotros mismos con nuestro trabajo sobre «Monasterios y Conventos en la provincia de Guadalajara» han supuesto aportaciones nuevas en sus respectivos campos. Y, en fin, aunque en forma de breve y estrecho folleto, la palabra fácil y el literario y galante decir de un molinés perdurable, el doctor Alfredo Juderías, ha aportado hace un par de años un conciso y sabroso recorrido por las calles, los rincones y las evocaciones de la ciudad de Molina.

Una relación, de todos modos breve, pero densa y necesaria, de nombres y obras que a lo largo de los siglos han tratado, se han ocupado, han tenido latidos por y para Molina y su tierra. Una sucinta, y al mismo tiempo valiosísima «biblioteca molinesa» que deberán tener presente cuantos quieran ahondar en el conocimiento de este maravilloso territorio hispano.