Un jeroglífico heráldico en Embid

sábado, 2 junio 1979 1 Por Herrera Casado

 

Llegará el viajero, siempre tras larga y penosa ruta, a la villa de Embid que hace guardia, a la sombra de su castillo inestable y medieval, junto a la frontera con Aragón. Hoy es Embid un poblado de escasos habitantes, en el que los viajeros edificios de piedra caliza y bien tallada muestran sus portalones adovelados, sus rejas aparatosas, y sus empinadas calles, cubiertas de piedra suelta y a veces de barro, pocas veces dejan ver el paso de un viejo, de algún aldeano que regresa de alguna tarea desde el campo. En el verano, y en las vacaciones, se van llenando las casas con los que emigraron. Pero durante el año son la soledad y el silencio sus únicos habitantes. Un castillo a punto de hundirse, y una colosal iglesia renacentista dedicada a Santa Catalina son sus principales monumentos. Además de ellas, algún viejo caserón noble hace guardia con sus escudos y su presencia pétrea entre el resto de las casas: así aún se ven los casones de los Rodríguez Villaquirán, de los Sanz de Rillo, y el de las Martínez de la Yunta, al cual llegamos como en fin de peregrinaje, y frente al que nos detenemos para estudiar su peculiar estructura y el enigmático jeroglífico heráldico que tallado minuciosamente en piedra, se nos ofrece sobre su portada, como mensaje secular de sus antiguos habitantes.

El linaje de los Martínez de la Yunta, en Embid, se remonta por lo menos a los años medianos del siglo XVI. Don Juan Martínez de la Yunta, en Embid, casó con María de la Fuente, de Zaorejas, y fundaron un linaje de ricos hacendados, agricultores y ganaderos, que en esos años de la segunda mitad del siglo XVI y primera del XVII gozaron de gran prosperidad y abundancia, fruto de una bien reglada economía y explotación racional de los recursos agrícolas y ganaderos de la comarca. Repartían sus tierras entre Embid y La Yunta, en esas anchas y casi interminables llanuras del páramo molinés, a las que sacaban sus frutos agrarios. En la ristra prolija que encarnaron aparecen señaladas figuras (clérigos e intelectuales), como su hijo D. Pedro Martínez de la Yunta y de la Fuente, natural de La Yunta, colegial en el de San Antonio Portaceli, de Sigüenza, y en el Mayor de San Salvador de Salamanca, llegando a canónigo de la catedral de Tuy. El nieto fue Francisco Martínez de la Yunta Alguacil, natural de Embid, que llegó a cura teniente de su parroquia. Su nieto segundo fue Juan Martínez de Piqueras y Martínez de la Yunta, natural de Embid, que llegó a familiar del Santo Oficio de Cuenca y en Santiago, de Galicia.

Tercer nieto en esta lista de descendientes sacros fue D. Juan Martínez Molinero, el más preclaro de todos. Nació este personaje en la «Casa del Vínculo», de Embid, junto a la iglesia. Casona que aún subsiste en su estado original, con corralón delantero cercado de alto valladar de sillarejo, y un portal recercado de piedra sillar muy limpiamente tallada, con gran cargadero de los mismo y vanos cuadrangulares de perfecta traza. En lo alto de la fachada de esta casa aparece el escudo o jeroglífico que motiva este trabajo.

El Dr. Martínez Molinero nació en ese lugar el mes de agosto de 1644 y perdió pronto a sus padres quedando su hermana mayor Catalina, al cuidado de sus cinco hermanillos más pequeños. Juan estudió en Sigüenza y Alcalá, obteniendo con aprovechamiento el grado de Doctor en Teología. Ocupó diversos cargos eclesiásticos de cierta importancia, pues fue, ya en los años finales del siglo XVII, párroco de Santiago, en Madrid, y más tarde rigió la parroquia de Santa María de la Antigua en Vicálvaro la lectura correcta siendo propuesto para el cargo de obispo de Ceuta, que no quiso aceptar. Sus virtudes y méritos ante la jerarquía eclesiástica y civil debieron ser grandes para merecer tal distinción. Murió en Vicálvaro en 1707, cuidado de su hermana Catalina, ya viuda, y de sus otros hermanos.

El cariño que D. Juan Martínez Molinero tuvo por su villa natal, Embid, quedó bien patente en los años de su mayor alza eclesial: mandó, en forma de donaciones, varios obsequios a la parroquia de Santa Catalina, entre ellos una magnífica talla policromada de la Purísima Concepción; una primorosa casulla «de tela de plata y campo encarnado con galón de plata», así como varias joyas, una caja de plata sobredorada, varios libros y una magnífica colección de tapices o reposteros que en el siglo XVIII un obispo de Sigüenza «compró» e hizo llevar a la catedral de la metrópoli.

Descendientes de este personaje, por línea de sobrinazgo, fueron el hijo de su hermana, don Fernando Martínez Alguacil Herranz, que se hizo clérigo también y llegó a cura párroco de Fuentelahiguera de Albatages, en la campiña del Henares. Este regaló a la iglesia de Embid el gran retablo mayor, dedicado a la Purísima Concepción. Fue un sobrino‑nieto de éste, don Juan Manuel Martínez Luengo y Herranz Bernal, eclesiástico que alcanzó a cura teniente de Ribarredonda y párroco de Montuenga, quien en 1786 colocó en la «casa del Vínculo» de Embid el emblema o jeroglífico literario con el que quiso recordar a todos sus ilustres ascendientes. Tallado en fina piedra caliza, sobre lo alto de la portada de este noble caserón, aparece la lápida que junto a estas líneas se reproduce. Muestra en el centro tres tipos de símbolos que vienen a resumir los cargos de esta serie de ascendientes eclesiásticos: bonete de doctor y llaves de San Pedro, como representación de un grado universitario y unos cargos parroquiales; cruz floreteada que significa haber tenido cargo de familiar del Santo Oficio de la Inquisición, prueba entonces de un alto grado de rectitud y confianza en la Fe, y una mitra que, puesta en el cuartel último, viene a decir de un obispado que fue ofrecido y rechazado: el de Ceuta, por don Juan Martínez Molinero.

A todos estos símbolos les rodean unas letras de aparente incoherencia, pero que, leídas de izquierda a derecha, las de arriba, y en dicho sentido y de arriba a abajo, las verticales, vienen a ser las iniciales de unos versos latinos que recuerdan a los antecesores de quien puso la piedra, siendo ésta

«Qinque sunt Laureati,

In hac petra figurati,

Pater, filius, tertius abnepos,

Ouartus et sextus minores.»

Y ésta, su traducción:

«Cinco son los laureados,

en esta piedra figurados,

Padre, hijo, tercer nieto,

el cuarto y sexto menores.»

Pudiéndose identificar a estos personajes con:

D. Juan Martínez de la Yunta, el padre.

Dr. D. Pedro Martínez de la Yunta, el hijo.

Dr. D. Juan Martínez Molinero, tercer nieto.

D. Fernando Martínez Herranz, cuarto nieto.

D. Juan Manuel Martínez Luengo y Herranz, sexto nieto.

Queda así explicado el enigmático escudo que sobre el portón severo de la «Casa del Vínculo» sorprende a cuantos hasta él llegan. Un capricho poco usado que viene a ser claro exponente de un ambiente literario y barroco en extremo. El escudo de una fachada, sobreponiéndose a su clásico papel de cantor de heroicas gestas y linajes hidalgos, para convertirse en pregonero de una raza de varones santos, estudiosos y de limpia memoria.