Ya tenemos Universidad

sábado, 13 agosto 1977 0 Por Herrera Casado

 

Este de 1977 está siendo, por muchas y variadas causas, un año histórico, de esos que tendrán que aparecer, ineludiblemente, y al frente de una nueva página, en los libros de historia que manejarán nuestros futuros escolares. Será también fecha obligada de mencionar en otro devenir menos popular, pero tan importante o más que el otro: en la historia de la Universidad española, y concretamente en esa de la Complutense que ha sido, desde cuatro siglos y medio, guía y luz de las ideas en España.

Será, pues, ésta de 1977, la fecha de una gloriosa resurrección. La del Estudio Alcalaíno, la del espíritu cisneriano, la de ese permanente vigilar de prensas, de maestros, de doctores que a orillas del Henares fueron, desde 1510, y por varios siglos consecutivos, realidad señera y viva.

Aquí, en: estas páginas localistas, íntimas, me ocupaba hace algunos meses de poner de relieve algunos de los contactos que la tierra de Guadalajara había tenido con la Universidad de Alcalá, viniendo, o queriendo venir a demostrar, el íntimo y mutuo servicio que ambas se han prestado. Recordaba al gran maestro de la medicina, Cristóbal de Vega, natural de Peñalver, y largos años catedrático en Complutum. Y aquéllos otros, figuras de relieve nacional, nacidos en diversos lugares de Guadalajara, y acrecidos en su saber y entendimientos por la luz alcalaína: Páez de Castro, Gutiérrez Coronel, Bernardino de Mendoza, López de Agurleta, Villarroel, viniendo, en fin, a tratar ampliamente la vida y obra de don Juan García Valdemora, natural de El Casar de Talamanca, obispo de Tuy, y fundador en Alcalá de un famoso colegio universitario.

No referí entonces un detalle que creo muy significativo y, aleccionador, y que, para ser tenido Como «enxiemplo» al modo de los antiguos, pondré aquí por lo que pueda valer. Pocos años después de creada la Universidad, en 1518, ocurrieron en Alcalá diversos altercados progresivamente agravados, entre los estudiantes y los moradores del pueblo. Gente joven, bulliciosa, recorrían las calles tomando por blanco de sus burlas a los alcalaínos  o a las mozas de la villa, levantando protestas y peleas. A tal grado llegaron las cosas que el Ayuntamiento de Alcalá pidió formalmente al rector que se llevara la Universidad del pueblo, que no querían entre ellos tan ruidosa institución.

Recientemente fallecido su fundador, Ximénez de Cisneros, los sucesores en la dirección del tema no sabían a qué carta quedarse. Pensaron en Madrid, pero obtuvieron del Concejo una negativa pronta y rotunda. Habían escarmentado en cabeza ajena. Hicieron trámites en Sigüenza, para fundirla con la Universidad que en el alto Henares fundara López de Medina años antes. Lógicamente, mal se podían avenir los espíritus tan opuestos, de ambas universidades, pues la severidad casi medieval y escolástica de ­Sigüenza, no cuadraba con los aires novedosos, erasmistas y abiertos a todo que se respiraban en Alcalá.

El miedo a ser excesivamente controlados por el obispo, tampoco hizo que los alcalaínos insistieran demasiado en ese traslado. Nuevo intento, pues, esta vez hacia Guadalajara, donde la corte mendocina expandía un tapiz de cultura, desde un siglo antes, sobre el suelo de la Alcarria. La propuesta de trasladar la Universidad cisneriana a Guadalajara fue excelentemente acogida por el Concejo arriacense, quien preparó amplios terrenos para ubicarla, y Prometió toda clase de facilidades para llevar a efecto este intento de transformar, y a inicios del siglo XVI, a Guadalajara, en centro universitario. Pero tampoco cuajó la idea, y las buenas intenciones quedaron ahogadas. Quien de verdad mandaba en la ciudad y en varios cientos de kilómetros a la redonda, el duque del Infantado, se negó rotundamente a ello. Estas diferencias de parecer, estos roces eran achaque permanente entre Concejo y duque, y, al fin, siempre vence el poderoso. La Universidad fue «ahuyentada» por Don. Diego Hurtado de Mendoza, el duque que en su apelativo de «el grande» con que se le conoció, puso con este episodio un lunar bien notable. De todo esto que he referido hay documentación en el Archivo Municipal de Guadalajara.

El caso es que ahora, la Universidad ha vuelto donde debía: a Alcalá de Henares, haciendo buena una tradición firme y secular. Pero Guadalajara va a poder jugar, en esta etapa que ahora se inicia, un papel mucho más importante que en la anterior andadura. Sin duques opositores, y con autoridades entusiasmadas con la idea, nuestra ciudad ha de jugar el papel que la corresponde. La forma­ de participar puede ser múltiple, y en su articulación ha de jugar un decisivo protagonismo la imaginación de nuestros regidores. Esa imaginación que los anarquistas del mayo parisino querían para el poder, y que, de todos modos, ha de conjugarse con este arte de, lo posible que clásicamente se le ha adjetivado a la política. Lo que hemos de pedir a nuestros políticos y gobernantes es hacer posible la imaginación, y dar, en este caso, una realidad certera, firme, en la que hayan jugado todas las posibilidades de la ciudad en esta futura tarea: hospital Clínico y formativo de futuros médicos; colegios mayores para albergarlos; centros de formación para posgraduados (esa Universidad Nacional para los universitarios que anda ya en la imaginación de algunos); cursos, bibliotecas, y el latido constante de una ciudad y su comarca en torno de, esta institución, que será más querida y ayudada cuanto más sentida como, propia nos la hagan.

Durante la pasada primavera, antes incluso de la creación, de la Universidad de Alcalá como tal, nuestra ciudad puso de manifiesto su deseo y su entusiasmo en la tarea, en la Residencia sanitaria de la Seguridad Social se celebró un curso sobre el tema monográfico de «El Hospital Moderno» en el que participaron notables figuras de la materia, y varios profesores alcalaínos, siendo un verdadero éxito de público y participación.

La vida cultural, y, en definitiva, la andadura compacta de la sociedad alcarreña, debe ponerse, ya, en el trance de propiciar este trasvase de ayudas y beneficios. La Universidad de Alcalá, en este último cuarto del siglo XX, es también Universidad de Guadalajara. Y bajo esta contundente realidad hemos de actuar todos.