Los libros del Marqués de Sanillana

sábado, 19 febrero 1977 0 Por Herrera Casado

 

El pasado día 8 de febrero, y con asistencia del director general del Patrimonio Artístico y Cultural, don Antonio Lago Carballo, y otras autoridades y figuras de la cultura española, tuvo lugar la inauguración en las salas de la Biblioteca Nacional de Madrid, de la exposición, magna y brillante, dedicada a los libros y a la obra del Marqués de Santillana, nuestro exquisito poeta medieval, figura que honra la historia de Guadalajara y la de España.

El motivo de la exposición no es otro que dar a conocer al público algunas de las obras capitales que don Iñigo López de Mendoza guardaba en la biblioteca de su palacio arriacense. Fundamentalmente, de las piezas magníficas que hizo traducir y copiar para sí, y que fueron realizadas, ricamente miniadas y gótica escritura su sabiduría retratada, en esta ciudad de Guadalajara muchos de ellos. Otros fueron traídos de Italia.

La figura de don Iñigo López de Mendoza nos resulta cada día más simpática y atrayente. A pesar de la lejanía del tiempo que ocupó su leve figura física, ‑era pequeño y enjuto, fino de facciones y exquisito en todo cuanto hacía ‑, parece haber estado vivo hasta tiempo reciente; se conoce paso a paso su vida toda. Y cada vez, incluso, se van agigantando algunas particularidades de su presencia y significado. Tras la lectura de unos y otros de sus biógrafos, quedan desvaídas fechas y batallas, títulos y levantamientos, y permanece el poso de su vida: guerrero, político, intelectual… un hombre público que gustó de serlo, aunque siempre con una mesura suprema, con el aquilatado estilo de la justa medida en cada cosa realizada. Fue guerrero sin crueldades, político sin traiciones, intelectual sin snobismos ni martirologio incluido. Pero fue figura señera del siglo XV en todas esas tres facetas. La última, especialmente, nos lo muestra hoy como una mente lúcida y valiente que rompe con ‑la rémora escolástica, con la tenaza del rígido pensamiento medieval y se lanza al descubrimiento y aprecio de los clásicos. No inventa nada, se aplica incluso a lo que otros llevan años haciendo y buscando en Italia, pero trae aquí, a Castilla, el Renacimiento más puro, el primero. Y es aquí, en Guadalajara, donde don Iñigo López de Mendoza establece las primeras piedras del Humanismo y del Renacimiento español. No digo yo esto, que puede parecer excesivo amor patriotero. Basta consultar el reciente libro del italiano Ottavio di Camillo «L’Umanesimo castigliano nel século XV», donde todo gira alrededor del marqués de Santillana y el grupo de hombres que para él trabajaron copiando, traduciendo, buscando e interpretando el saber clásico y la poesía de los antiguos.

En el palacio que el marqués poseía en Guadalajara ‑y que no era el actual del Infantado, que construyó su nieto treinta años después de su muerte ‑ vemos al erudito clérigo Pero Díaz de Toledo, capellán del, prócer, y gran latinista, que tradujo multitud de libros para su señor, y escribió el «Diálogo e razonamiento en la muerte del Marqués de Santillana», donde de las razones que en esta junta de sabios se tenía para buscar por cualquier medio la obra de los clásicos, reuniendo a los antiguos y los modernos y «los junta e los faze presentes, e fablar uno con otro dulce mente…» Nuño de Guzmán es otro personaje capital en esta corte alcarreña de don Iñigo.

Viaja por Italia, se pone en contacto con los humanistas florentinos, y trae a Guadalajara multitud de libros italianos por encargo del marqués. Y aún otros nombres ilustres que tanto colaboran a la forma del quehacer intelectual de don Iñigo López de Mendoza: Alonso de Cartagena, los italianos Leonardo Bruni y Pier Cándido Decembri; su secretario más fiel, Diego de Burgos, quien en su prefacio al «Triunfo del Marqués de Santillana» alaba en grado máximo las virtudes y consecuciones de su señor, no exagera al decir que fue él quien primero se ocupó en España de los estudios clásicos, abandonando de manera radical el escolasticismo medieval. Y añade que Santillana supo reconciliar «la sciencia con la caballería», habiendo «arrancado de la patria la errada opinión» de ser imposible unir la vida activa con la especulativa. Don Iñigo lo consiguió, fundando así un estilo netamente mendocino de humanismo a lo alcarreño en el que cabía la dedicación militar y guerrera junto a la apasionada búsqueda de la verdad y la belleza. Recordad, incluso, a ese Doncel recostado en Sigüenza, poniendo en su mirada perdida tales horizontes de mendocina raigambre.

Los muchos libros que el Marqués de Santillana atesoró, se vieron aumentados con otros a lo largo de los siglos por sus descendientes. El cuarto duque fue también un gran intelectual, escritor y acrecentador de la Biblioteca del Infantado. En el siglo pasado, y dada la penuria económica de la familia, fue vendida esta biblioteca, que podríamos calificar como de las más importantes y valiosas del mundo, al Estado Español en 800.000 pesetas, quedando incluida en la Biblioteca Nacional. En ella iban mezclados libros de diversas procedencias. Las investigaciones de María Schiff a principios de siglo, y de Mario Penna más recientemente, han tratado de espigar cuáles de tantos miles de libros fueron los usados, coleccionados y queridos del marqués. Recientes investigaciones dirigidas por Manuel Carrión, en la Biblioteca Nacional de Madrid, han llevado a poder reunir, con grandes visos de certeza, los libros que nuestro marqués fue reuniendo en su casona arriacense, magníficamente manuscritos, iluminados vistosamente con sus armas, y encuadernados por artífices mudéjares que en esta Guadalajara del siglo XV alentaban todo cuanto a arte y elegantes maneras se refería En las vitrinas de esta magna exposición aparecen obras de los siglos XIV Y XV, estas últimas escritas ex­-profeso para la biblioteca del de Santillana: las traducciones de don Enrique de Villena de «La Iliada»  y «la Eneida», y otras del Dante, de Bocaccio, de Séneca muchas, y también de Virgilio, Ovidio e incluso de los Padres de la Iglesia, forman con la famosa «Chrónica de las fazañas de los philósopheis» el espectro amplísimo de la cultura de don Iñigo. Se completa la muestra con selecto repertorio de manuscritos, incunables y obras impresas del siglo XVI de lo que el marqués escribiera con su elegante modo: allí están ediciones del XV del «Doctrinal de privados», del «Diálogo de Bías contra fortuna», de los «Proverbios» y «los refranes que dizen las viejas». Y, en último término, una muestra amplísima, aunque no exhaustiva, de la bibliografía moderna sobre nuestro personaje, entre la que aparecen, cosa lógica, libros como la «Historia de Guadalajara y sus Mendozas en los siglos XV y XVI» del Dr. Layna Serrano; el gran estudio sobre la familia Mendoza de Sor Cristina de, Arteaga y Falguera; el libro que en homenaje al Marqués se hizo en Guadalajara, en 1958, en el quinto centenario de su muerte, y, sí unos meses más hubiera tardado en ponerse esta exposición, entre ellos hubiera figurado la «Historia de Guadalaxara» de fray Hernando Pecha que a punto está de aparecer editada por la Institución Provincial de Cultura «Marqués de Santillana», y en el cual se trata ampliamente de la figura de este alcarreño ilustre que ahora ha sido recordado tan cumplida y eficazmente.