El alumbrado Ruiz Alcaraz

domingo, 10 octubre 1976 0 Por Herrera Casado

 

En estos últimos años, en que la Iglesia católica ha demostrado .ser perfectamente consciente de, la necesidad de una evolución, que pusiera su normativa externa y su ritual a tono con la época, salvaguardando las esencias y verdades dogmáticas que dan su razón de ser a su edificio todo, ha cobrado actualidad el viejo tema del erasmismo, los alumbrados y los fallidos intentos de auténtica y honrada renovación que surgieron en el seno de esa misma Iglesia católica en los últimos años del siglo XV y primeros del XVI.

En aquella época, el abuso evidente de las jerarquías eclesiásticas, su corrupción y descrédito .ante el pueblo, aún siendo cosa tocante tan sólo a lo externo v aparente del paso por el mundo de unos seres vestidos de púrpura o con ciertos títulos dignatarios, despertó una conciencia de renovación y purificación tan plena, que hizo brotar no sólo el proceso depurador de Erasmo, y el espíritu de los humanistas italianos, rondando el panteísmo y elevando a la categoría cristiana toda criatura noble, según el neoplatonismo de Ficino, sino que fue causa de la reforma de Lutero. España, ya que es país hondamente cristiano, recibió toda innovación con gran atención, y el movimiento caló tan hondo, que puede decirse que a comienzos del siglo XVI, especialmente en el europeísta reinado de Carlos I, todos los intelectuales hispanos estaban acordes con las nuevas tendencias de renovación religiosa, muy especialmente con el erasmismo, que gentes como Vives y Valdés, llegaron a revestirlo de un tinte netamente español.

En esta común aspiración de espiritualidad y limpieza, de honradez y búsqueda de la verdad, surgieron movimientos acompañantes al erasmismo, uno de los cuales, el iluminismo, o secta de los alumbrados, tuvo una especial resonancia nacional, con amplias raíces en la tierra de Guadalajara.

La beligerancia que la Iglesia oficial y el Estado concedió en principio a estos movimientos, y que tan alto caudal de figuras de la intelectualidad produjo, se tornó en hostilidad abierta a partir de la segunda decena del siglo XVI, desbordando la Inquisición en persecuciones cada vez más duras, que acabaron con cercenar o expulsar al extranjero todo movimiento que se desviara lo más mínimo de la pura ortodoxia. Es curioso que este espíritu inquisitorial se ha mantenido hasta hace muy pocos años, siempre que se trataba de los erasmistas españoles, de los Valdés, de los alumbradores, etc., No hay más que atender a las invectivas durísimas que don Marcelino Menéndez Pelayo lanzó, a fines del siglo pasado, contra estos «heterodoxos». Las páginas vertidas en desprestigio y mofa de estos pensadores por muchos eruditos de nuestro siglo. Basta ir a las páginas que nuestro cronista provincial, don Manuel Serrano y Sanz, escribió sobre el proceso de Pedro Ruiz de Alcaraz, al que en algunos momentos parece quererle callar la boca y hundir su pensamiento, cuando el iluminado alcarreño llevaba ya tres siglos y medio bajo tierra. El caso más claro lo tenemos en la prohibición en España del libro de Marcel Bataillón «Erasmo y España», hasta hace poco tiempo, y la dificultad casi insalvable de adquirir o consultar la edición castellana hecha en Méjico. El Santo Oficio de la Inquisición ha pervivido, por desgracia, muchos más años de lo que su disolución en 1834 hubiera hecho prever. Obra extraordinaria ha sido la de Antonio Márquez, quien en su reciente libro sobre «Los alumbrados» ha expuesto objetiva y exhaustivamente el problema.

Guadalajara, como digo, fue lugar de densa concentración de iluminados. La corte de intelectuales protegida por los Mendoza en su palacio del Infantado, y en otros palacios de la ciudad, fue semillero de inquietudes, y, luego se habría de ver, de ardientes propagadores de la secta. También a otros lugares de la región se extendió, muy en particular a Cifuentes y Pastrana. El convento de la Salceda, entre. Peñalver y Tendilla, dio también figuras entre sus frailes franciscanos.

Quizás uno de los más destacados entre ellos fue Pedro Ruiz de Alcaraz, nacido en Guadalajara en 1480. Descendiente de judíos conversos, su padre, que era panadero, no pudo darle estudios. La inteligencia despierta y el interés vivísimo del chico, le destacó pronto como intelectual conocido en toda Castilla, siendo fama que, conocía de memoria la Biblia entera y a sus más destacados comentaristas y escritores místicos. Fue llamado por don Diego López Pacheco, segundo marqués de Villena, a su castillo de Escalona, donde bajo la dirección de los frailes Francisco de Ocaña y Juan de Olmillos, se congregó un nutrido grupo de iluminados.

Larga sería la narración de la peripecia humana, vital e intelectual, de Ruiz de Alcaraz. Su historia es la del movimiento de alumbrados, pues con él nace y muere. Francisca Hernández, en Valladolid, fue la otra figura señera de la secta. En Guadalajara había muchos hombres, mujeres, niños, frailes y monjas adscritos a esta forma de interpretar el cristianismo. En el proceso que la Inquisición formó a Ruiz de Alcaraz en 1524, salen a relucir, en la ciudad del Henares, personas como Campuzano el mozo, secretario del duque del Infantado; Espinosa, empleado de palacio también; Bivar, su capellán; Vega, despensero del Conde de Saldaña, y Leonor de Quirós. En Pastrana se destacaron Gaspar de Bedoya, sacerdote; Francisco Jiménez y su mujer, María de Cazalla, en nuestra ciudad, fue también muy destacada.

Ruiz de Alcaraz fue procesado por el Santo Oficio. Durante varios años se le permitió propagar sus teorías, hablar a unos y otros, convencer a algunos, y practicar sus «dexamientos» o entregas totales de la voluntad de Dios. Tras cinco años de prisión y tormentos, fue condenado en 1529 a cadena perpetúa y otras penas contra su honor, salvando el pellejo de milagro, pues varios miembros del Tribunal se declararon favorables a mandarle a la hoguera. No le fue mal, en última instancia, pues diez años después, en 1539, se le dejó libre de presidio, aunque quedó obligado a residir en Toledo, rezar los viernes los Siete Salmos penitenciales públicamente, ayunar un día en semana, y otras penitencias varias. Su influencia resultó ser muy importante pues en él bebió lo primero de sus teorías Juan de Valdés el gran heterodoxo español.