Notas de orfebrería: la Cruz de Valverde

sábado, 31 agosto 1974 0 Por Herrera Casado

Detalle de la macolla de la Cruz parroquial de Valverde

 En el recorrido que estamos realizando a través de las escondidas y remotas muestras de la orfebrería alcarreña, son las cruces procesionales las más interesantes y elocuentes piezas que atraen nuestra atención y demandan el estudio más minucioso. Hemos llegado a uno de los más apartados rincones de la provincia de Guadalajara, en busca de uno de estos ejemplares, y con toda facilidad hemos podido realizar su estudio. Se trata del serrano enclave Valverde de los Arroyos, al pie mismo de la pizarrosa serranía del Ocejón, allí donde cada año, en el domingo siguiente a la octava del Corpus, un grupo de danzantes ejecutan la serie más pura y genuina del folklore de nuestra provincia.

La cruz procesional de Valverde es una obra del siglo XVI, realizada en plata y con algunos detalles en plata sobredorada. Aunque incluida en un estilo netamente plateresco, todos sus elementos iconográficos y la ornamentación, están realizados con un aire eminentemente popular, como pocos son dados de ver en este tipo de obras.

Posee cuatro extremos de idéntico tamaño y estructura. El inferior acaba en una punta que se incrusta luego en la correspondiente abertura de la macolla. Los brazos acaban en flores de lis, en cuyo centro se coloca un pequeño medallón, de no más de 2 cm. de diámetro, con figuras religiosas grabadas en ellos.

En el centro del anverso aparece una imagen, exenta, de Cristo crucificado. Y en el reverso, en plata dorada, y protegida por cenefa calada de aire renacentista, una pequeña talla de la Piedad. En cuanto a los medallones, quizás lo mejor de la Cruz, por su aire tan ingenuo u popular, que acusan una sencilla y fervorosa mano, no exenta de un gusto y una técnica probadas, podemos reseñar que en el anverso aparecen grabados Santa Catalina, Santa Bárbara. San Lorenzo y el Ecce Homo, cuya fotografía acompaña estas líneas. En el reverso figuran una soledad, San Juan, San Judas y una Santa Virgen y mártir. Incluso en la macolla, que por la estructura achatada y oblonga, así como por el material empleado y los detalles de ornamentación, está confirmado ser obra de la misma época y mano, que el resto de piezas que aparecen en otros seis pequeños medallones con otras tangas figuras evangélicas, entre las que distinguimos a San Pedro, San Pablo, San Juan y San Andrés.

Terminado el estudio que podríamos llamar macroscópico y artístico, hemos de pasar a la identificación y época de su autor y factura, lo cual, en este caso se presentaba muy difícil, dado lo borroso e incompleto de las marcas que aparecen en la cruz.

De las Ordenanzas dictadas por los Reyes Católicos en Valencia, en 1488, y en Segovia, en 1494, deriva el hecho de que todas las piezas de orfebrería hispana lleven las marcas correspondientes al autor de la obra, acompañada del emblema distintivo en la ciudad donde trabajaba. Se conocen las marcas de muchos plateros y las de bastantes ciudades, como Toledo, Ávila, Burgos, Segovia y Sigüenza, entre otras. La Cruz de Valverde posee marcas de este tipo que nos permiten adscribir su factura a un lugar y a un autor, muy concretos. En la pinta de la Cruz, unas letras que nada dicen y la marca de la ciudad de Segovia, que consiste en la cabeza de una mujer, con los pelos radiantes, sobre un esquemático acueducto, lo que nos dice bien a las claras haber sido en aquella ciudad que se trabajó esa pieza. Y abajo, en la misma macota, tras repetidos intentos de limpieza, claramente aparece el nombre del platero, Diego Valles, artista ya conocido y estudiado anteriormente, pero que con esta pieza plena de detalles iconográficos y fuerza popular, aumenta su renombre entre los aficionados. De Diego Valles nos hable el marques de Lozoya en sus “Notas sobre Plateros segovianos del siglo XVI”, publicadas en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones del año 1926. Nacido a finales del siglo XV, ya en 1509 esta en plenas funciones de trabajo, pues en un protocolo de julio de ese año aparece su nombre en un contrato. Don Juan de Contreras señala también la existencia de una obra suya, firmada igualmente, en la parroquia de Zamarramala: el relicario que contiene un fragmento del Lignum Crucis y que procede de la iglesia de la Vera Cruz, que poseían los caballeros templarios en Segovia. Igualmente señala el marqués de Lozoya la existencia de este punzón en una rica custodia gótica de plata dorada existente hace años en el comercio de antigüedades de Madrid. Por una parte, aparecía el punzón de “Diego Valles”, en dos líneas, y por otra, la marca de Segovia, con el nombre “Diego” debajo, que el erudito profesor asignaba al también famoso platero Diego Muñoz, pero que más adelante se ha visto pertenecía únicamente al ahora tratado Valles. Así por ejemplo, en la obra que Charles Oman publicó en Londres, 1968, “The golden age of spanish silver”, incluye fotografiados, dos magníficos cálices del primer cuatro del siglo XVI, muy gotizantes aún en su estructura, pero con detalles ornamentales ya claramente platerescos, que son atribuidos  a nuestro autor, pues bajo la marca de Segovia aparece el nombre “Diego”, y, aparte, surge el punzón del platero, que Oman traduce por “Diego Vaile”, en su lectura imperfecta del castellano antiguo, y que son la firma inconfundible de Diego Valles..

Tras este breve apuntamiento, que sólo persigue dar al público conocimiento de este interesante muestra de orfebrería que  conserva nuestra provincia, sólo nos queda animar a cuantos gocen de verdad la contemplación de estas hermosas obras del antiguo y paciente trabajo de los artesanos del metal noble, a que se den una vuelta por Valverde de los Arroyos, donde, al mismo tiempo. Podrán gozar de unos paisajes y un clima de verdadero interés y gran belleza.