Almonacid: rumor monjil

sábado, 10 agosto 1974 0 Por Herrera Casado

 

La villa de Almonacid de Zorita, que atesora por todas sus esquinas abundantes y jugosos, recuerdos históricos y artísticos; que nos sorprende a cada instante con algún portalón oscuro y anclado en los remotos siglos medievales, con un palacio, una ermita o un callejón estrecho y sabroso; que nos habla de continuo, en sonoro castellano antiguo, de ejecutorias nobles, priores calatravos y leyendas populares, es un lugar de la Alca­rria donde el rumor monjil, el trasiego de comunidades religiosas no ha cesado desde hace cuatro siglos.

La espiritualidad que de esos recuerdos históricos y artísticos se desprende, podemos encontrarla cuajada en la historia d e esas cuatro diferentes órdenes religiosas femeninas que por entre sus murallas han pasado, y aún tienen vida en ellas. El e riño y respeto con que la Milla siempre acogió a estas santas mujeres, es lo que hoy nos lleva a recoger, aunque muy breve y sucintamente los nombres, las fechas y el rastro dul­cificado que dejaron en Almonacid.

Es la más antigua orden que de monjas asentó en esta alcarreña villa, la de las “señoras dueñas” de Calatrava, que desde su primitivo emplazamiento de San Salvador, cerca de Jadraque, se trasladaron aquí en un intento de acercarse a la corte y de abandonar aquel enclave, tan remoto y desconocido, que poseía vida propia desde 1218, y que a comienzos del siglo XVI fuera reconstruido con ayuda del emperador Carlos V. Su hijo, Felipe II, fue quien en 1576 concedió a las Calatravas, su traslado a Almonacid de Zorita, lugar donde, por ayuda del Consejo de la orden Calatrava, que en esta, orilla del Tajo tenía su sede comarcal, consiguieron fácilmente alojamiento y manutención. La iglesia de la Concepción, construida a lo largo del siglo XVI con el dinero del pueblo, estaba por entonces casi concluida. Alrededor de ella solo hubo que levantar un convento, pues huertas y viñedos ya existían. En la iglesia encontraron ya instalado el magnífico retablo de pinturas y esculturas que Juan Correa de Vivar, y Juan Bautista Vázquez, respectivamente, levantaran de su plateresca mano, y que hasta la guerra última de 1936‑39 permaneció en perfecto estado, siendo posteriormente vendido por la Comunidad actual a un coleccionista toledano.

Cuando en 1604, el rey Felipe II visitó este monasterio, acompañado de su sobrino el príncipe de Saboya y otros veinte caballeros de las órdenes militares, la madre abadesa le expuso el deseo, que tenían de trasladarse de allí. De volar, en suma, y ya definitivamente, a la corte. Fue, por fin, en1623 cuando la abadesa doña Jerónima de Velasco, viajó a Madrid. Y allí consiguió del monarca reinante su autorización y amparo, trasladándose el 5 de noviembre de ese año, en coches de la Real casa, hasta: el convento que pusieron en la calle de Alcalá, y que dio abolen­go calatravo y alcarreño a la me­jor arteria vial de la, capital de España (1).

Poco tiempo después, las vacías salas del cenobio de Almonacid recibían el sonar sacrificado de otra comunidad monjil: la de franciscanas descalzas, o clarisas, que en él estuvieron, sin suceso digno de nota, hasta el fin del siglo XVII (2). Exactamente en 1699, y con apoyo del duque de Medina de Rioseco, almirante de Castilla, quien las fundó en Madrid el llamado convento de San Pascual, se trasladaron a la Corte para tampoco volver jamás.

Enseguida iba a quedar relleno su vacío convento. Y por mujeres profesas en la misma orden franciscana aunque ahora de la rama de las concepcionistas. Establecida en Escariche desde 1567, la comunidad “de la Concepción de Santa María”, que en sus casas principales situaría don Nicolás Polo Cortés, buscaban también mejorar de posición, y pensaron, desde principios del siglo XVII, trasladarse a Almonacid. Era entonces la villa alcarreña un lugar donde, indudablemente, se vivía bien y corría en abundancia el dinero. El hecho de que, además, tuviera en él su sede el prior de la orden de Calatrava, aumentaba su prestigio y su categoría. Aparte de ser la capital de la provincia llamada Zorita hasta el siglo XVIII.

Las de Escariche hicieron todo lo posible por conseguir el traslado. En 1700 lo solicitaban del cardenal Portocarrero, arzobispo dé Toledo, quien no pudo hacer nada positivo ante la manifiesta oposición de la patrona del convento de Escariche, doña Catalina Temporal y Polo. Poco duró éste estado de cosas, pues, el Concejo de Almonacid trabajó en firme para conseguir poblar su vacío convento, con esta comunidad deseosa de cambio. Al fin lo consiguió, y tras elaborar, unas abultadas Ca­pitulaciones (3), en las que las monjas quedaban muy protegidas por la villa, se instalaron las concepcionistas en 1703, continuando hasta el día de hoy en su callada y espiritual misión. El siglo pasado optaron por adscribirse a la reforma que hizo Sor Patrocinio, «la monja de las, llagas». De su actividad y poder en ciertos momentos, dan cuenta los documentos que han quedado de su archivo (4), aunque a partir de 1836, año de la desamortización de Mendizábal, estuvo muy mermado su patrimonio.

La cuarta comunidad que tuvo su asiento, en tiempos pasados, en la populosa villa de Almonacid de Zorita fue una de monjas carmelitas, compuesta por las de los conventos dé Descalzas del Corpus Christie, de Madrid; las, del Colegio de las Vírgenes de Guadalajara, y las del convento de Loeches. Ocurrió esto, en el año 1809, cuando la invasión napoleó­nica de España, al tener que huir de sus primitivos, lugares, acosadas dé peligros varios. Refugiadas en Pastrana todas estas monjitas, en el mes de diciembre de dicho año decidieron huir, hacia Almonacid, donde fueron muy bien acogidas y tratadas en la casa particular de don Joaquín Pérez y doña Juana Salcedo, haciendo allí vida de comunidad durante un mes aproximadamente (5).

En esta sucinta relación de idas, y venidas monjiles, de paso y, repaso de comunidades y rezos, solo, nos queda por destacar un punto, y es la importancia notoria, que durante los siglos XVI a XIX tuvo la villa de Almonacid de Zorita, capital de una extensa y productiva comarca de la Alcarria baja, y que se pone de relieve en éste interés de las comunidades mendicantes por asentarse en ella, señal inequívoca de que entre sus habitantes corría el dinero y la nobleza. Hoy permanece, como, un renovado milagro diario, la presencia azulada de las concepcionistas, a las que puede oírse, como una cascada de finos y gélidos filamentos, por entre las ventanas del convento, en las tardes reposadas de la Alcarria, cantar y cantar sus divinas alabanzas.

NOTAS:

(1) Da estas noticias don C. García en sus «Aumentos a las relaciones enviadas a Felipe II por Almonacid. Memorial Histórico Español, tomo XLII, pág. 150, Madrid 1903.

(2) Alvarez Baena, “Compendio de las grandezas de Madrid”

(3) Se conservan estas Capitulaciones en el archivo del convento de concepcionistas de Almonacid. Son muy curiosas y dignas de nota las ayudas que el  Concejo promete a las monjas, en especial de aguas, alimentos, y pre­rrogativas.

(4) En el Archivo Histórico Nacional se conserva, abundante material documental de este cenobio. Para ampliar detalles, consultar mi obra sobre «Monasterio y conventos en la provincia de Guadalajara», págs. 224‑26.

(5) Fray Silverio de Santa. Teresa, «Historia del Carmen Descalzo en España, Portugal y América».