Indumentaria visigoda en Guadalajara

sábado, 27 julio 1974 1 Por Herrera Casado

 

La semana pasada veíamos, un tanto someramente, los diversos matices que el traje popular adquiere en nuestra provincia, habiendo podido constatar que, en muchos lugares, ya tan bellas costumbres han desaparecido ante el empujón impersonal de los nuevos tiempos. Si, como esperamos, se acomete en serio por nuestros etnógrafos y folkloristas el estudio exhaustivo del traje popular alcarreño, hará falta contar con algún antecedente histórico del que poder arrancar datos, según el hilo de la evolución de alguna prenda o, en cualquier caso, crear un entorno lo más amplio posible, en lo que se refiere al tiempo, para la situación de unos y otros modos de vestir.

Es por esto que ahora, humilde y brevemente, vamos a tratar de exponer algunos ejemplos que en nuestros monumentos provinciales aún se conservan, de lo que fue el «traje regional» en las remotas épocas del Medievo.

Por supuesto que no existían en esa antigua edad unas características propias de cada región, y todo lo más que se podría encontrar es una peculiaridad de unos a otros países, pero nada más. Si hablemos aquí de indumentaria Visigoda en la provincia de Guadalajara no es porque nos queden monumentos de la época ni, mucho menos, tallas de la misma. Es en los monumentos románicos, que en tanta abundancia atesora la tierra alcarreña, donde se pueden encontrar representaciones de indumentarias medievales, en las que la supervivencia de lo visigodo es muy viva.

Aun cuando las fuentes para el conocimiento del traje visigodo son muy escasas, los diversos autores que han tratado sobre el mismo (1) han tomado sus datos de ese manantial inacabable de sabiduría e información alto medieval que son las «Etimologías» del sevillano San Isidoro. Así, podemos conocer que, entre otras prendas, era muy corriente en la España del siglo VI la llamada «armilausa» o «armeclausa», que consistía en una túnica partida por delante y atrás, con la falda abierta en pico. Así se representa en un capitel de la iglesia de San Pedro de la Nave, en Zamora. Vemos en él que otra característica acusada del traje visigodo español es la gran cantidad de pliegues, seguramente provocados, que tenían estas vestimentas. Por todos estos antecedentes es por lo que podemos clasificar dentro de la más genuina indumentaria visigoda ese par de figuras sacerdotales que se representan en un capitel de la iglesia parroquial de Saúca, y que, aun siendo obra del siglo XII, en plena época románica, acusan ese visigotismo que aún no ha desaparecido del todo en nuestro país por esos años.

Pues así como la indumentaria visigoda es herencia clara de la propia del Imperio romano, mantenida viva gracias al contacto continuo con Bizancio, así la época románica conserva caracteres de una u otra época, dada la lentitud con que avanzan las modas e innovaciones en los siglos medievales.

Así podemos llegar, con variantes escasas y gran parecido, a la época del pleno románico, del siglo XIII en nuestra provincia, en la que son prendas distintas con características ornamentales muy similares. Tenemos, así, por un lado, el conocido «brial», o túnica talar con mangas estrechas, patrimonio de la gente adinerada de Castilla, con la variante del «brial hendido» para cabalgar, tal como vemos en ese caballero cazador que, representando al mes de mayo, forma parte del mensario de la puerta románica de Beleña de Sorbe, y que reproducimos junto a estas líneas.

Sobre el brial románico se solía usar el pellizón, algo más corto, de mangas más anchas y de buen abrigo. La variante de brial que, sin embargo, conserva más pura la herencia romana y visigoda, es el manto o «palium», generalmente muy largo y cubierto de pliegues que se introducía por la cabeza y se «embrazaba» para caminar con mayor soltura. De esta vestimenta, reservada a las personas de elevada posición social, tenemos aún ejemplo en un capitel del atrio románico de la parroquia de Pinilla de Jadraque, concretamente en la escena de la Adoración de los tres Reyes Magos, a los que el artista viste lo más ampulosamente que sabe. Su imagen aparece también junto a estas líneas.

Son estos tres ejemplos, tomados al azar entre otros muchos existentes, de lo que era el vestir en Guadalajara durante los remotos siglos del Medievo. Sin unas acusadas características regionales, repito, pero con el valor que todo lo hecho por hijos de esta tierra representa para nosotros. Y, sobre todo, con el dato curioso que pueden suponer estos antecedentes a la hora de archivar y recoger la indumentaria regional alcarreña en estos momentos de salvar lo poco que nos va quedando.

(1) «Compendio de indumentaria española», de África León y Natividad de Diego. Madrid, 1915; pp. 53 y ss. «Indumentaria medieval española», de Carmen Bernis Madrazo. Madrid, 1955; pp. 9‑11 y lámina 1.