El traje popular alcarreño

sábado, 20 julio 1974 0 Por Herrera Casado

 

Por nuestro buen amigo, el estudioso J. R. López de los Mozos, se exponía no hace mucho en el diario «Pueblo ‑ Guadalajara», la idea de crear un grupo de trabajo que fuera recogiendo, en este momento crucial que atravesamos, todos aquellos datos que del peculiar modo de ser de nuestros pueblos aún nos, queda. Esto es, recopilar y archivar, por medio de fotografías, películas, grabaciones, fichas, etc., nuestro folklore provincial. Al mismo tiempo, don Antonio Aragonés Subero, autor de un par de libros sobre estos temas del costumbrismo, alcarreño, exponía unas conclusiones parecidas, en las que su ponencia sobre «El costumbrismo en la comarca», contemplaba la semana pasada el Consejo Económico Social Sindical de la Alcarria. Antes que ellos, ya en el año 1951, el primer gran estudioso de nuestro folklore, don Sinforiano García Sanz, publicaba en la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares un: trabajo titulado «Notas sobre el traje popular en la, provincia de Guadalajara», hoy rarísimo de encontrar, y que es de uno más de las muchas cosas recopiladas y publicadas por este nuestro paisano. La idea, pues, es magnífica y perentoria en su realización. Todo lo que signifique catalogación, recopilación y archivo frente a los siglos futuros, será hoy casi más fructífero e importante que la auténtica investigación, que, no obstante, a lo anterior va aparejada.

El trabajo del señor García Sanz que hoy vamos a comentar, se acompañaba de un mapa, dos grabados y ocho fotografías. En este sentido es en el que hoy debe hacerse hincapié, coleccionando todo cuanto de interés queda aún vivo y en utilización, tanto en fotografías, como en la realidad más viva, en forma de Museo del Costumbrismo.

Pero el mérito auténtico de este trabajo está en la clasificación de la provincia de Guadalajara en cuatro zonas diferentes, dentro de las que se estudian sus peculiares maneras de vestir, tanto del hombre, como de la mujer, en sus días de fiesta o sus faenas de trabajo.

Una primera zona comprende la Campiña y Alcarria baja. Una segunda, la Alcarria media y alta, en un cuadrado formado por Torija, Jadraque, Armallones y Alcocer. En tercer lugar se colocan los partidos de Sigüenza, Molina y norte de Cifuentes. Y la cuarta zona queda conformada por las serranías de Tamajón y Atienza.

En las dos primeras, más meridionales, la influencia del traje manchego es muy notoria, al igual que ocurre en las dos del norte, en las que es el estilo aragonés de vestimenta el que predomina.

Y, aunque es en la primera zona, de la Campiña y Alcarria baja, donde más se ha dañado el popularismo del traje, por influencias de la megalópolis madrileña, es ése, sin embargo, el que se ha adoptado como traje oficial de la región alcarreña, y que, de una manera somera, aquí describo: la mujer lleva una amplia falda, en la que se representan trazos o rayas diversos, siempre en tonos claros. Debajo aparece una saya de colores vivos. Y encima un delantal de seda, con fondo oscuro.

Al talle se anuda un pañuelo, pequeño y de colores vivos, de lanilla fina. En algunos casos, este pañuelo se sustituye por un mantoncillo anudado al pecho y que carga sobre los hombros. Lleva media blanca y zapato negro. El hombre viste de paño negro o pardo, a base de calzón, chaleco y chaqueta corta. El chaleco es de colores vivos, rameado o con pintas. Una faja se coloca a la cintura y encima de ella un cinturón con hebilla de chapa. El calzón se sujeta al calcetín, mediante cintas. De calzado trae una alpargata abierta. Lleva además el aldeano de esta zona, una manta de lana en sobrios colores, generalmente rayada. Como añadidos peculiares de algunos lugares o tipos, aún quedan vivas la blusa larga de satén negro, típica de los pellejeros de Mondéjar, y la blusa corta de los vendedores de miel de la Alcarria.

Muy típico de esta zona es el lujoso y atractivo peinado que usa la mujer, y que en el pueblo de Mondéjar tuvo su centro más afamado, pues nos recuerda la copla: «Al estilo de Mondéjar/ vengo peinada. / Me ha peinado mi tía / la mondejana». Va una raya en medió hasta el centro de la cabeza, y allí una transversal divide el pelo en tres partes. A los lados quedan dos rodetes, y atrás un moño. El hombre llevaba a la cabeza un pañuelo de seda, anudado atrás, en forma de gorro. Pero el auténtico gorro alcarreño es el sombrero de ala ancha, redoblada en el borde, con borlas en lo alto de la copa, hecho en fieltro negro.

Nos hemos extendido más en la descripción del traje popular en esta primera zona por ser la más representativa y peculiar. Dentro de la Alcarria media, incluida en una segunda división, se consideran como más típicos los trajes de Yélamos, todos ellos realizados en fuertes paños. La mujer no gasta suntuosos peinados y lleva, entonces, pañuelo a la cabeza. En cuanto a los hombres, se ven tocados alguna vez con la montera típica de zonas más altas, y en algunos lugares, como en La Puerta, acostumbran a llevar varios pares de medias, siendo ésta la causa de que los llamen «pantorrilludos».

En Sigüenza y Molina se acusa totalmente la influencia aragonesa. El traje masculino suele ser completamente negro, a base de calzón, chaleco, faja y sombrero, con pañuelo de vivos colores a la cabeza. Muy particulares la vestimenta de los tratantes de ganado de Maranchón, quienes sobre el traje normal se ponen una blusa negra, muy amplia. Se extendió su uso a los tratantes de otros pueblos, incluso fuera de nuestras fronteras provinciales.

La zona pastoril de Tamajón y Atienza, contempla unos modos de vestir acordes con el clima duro que reina en ella. Los hombres llevan calzón de cuero y zamarra de pellejo, fuertes medias de lana y abarcas o peales de calzado. En la cabeza, la montera de piel, «racial y antigua», como la califica acertadamente García Sanz. Las mujeres de esta zona se cubren con vestidos de vivos colores y tienen la costumbre, en invierno, de poner la falda, larguísima, sobre la cabeza, para cubrírsela. Como adorno utilizan collares de cuentas de cristal o porcelana, algunas veces de aljófar.

Podría partirse de este magnífico, aunque resumido estudio de don S. García Sanz, para elaborar una catalogación exhaustiva y total de los trajes más peculiares que se utilizaron, o, en algunos casos, aún se utilizan, en los pueblos de nuestra provincia. Será una manera más de trabajar por ella, de demostrar que de Verdad importa lo que de antiguo nos viene como un raigón de ancestralismo y savia genuina. Si la Institución Provincial de Cultura «Marqués de Santillana», a la que se ha brindado la idea de crear una subsección de Costumbrismo acepta esta misión, los hombres que antes he citado y otros muchos, estarán dispuestos a salvar lo que aún permanece anclado, y en abundancia, entre el cotidiano vivir de nuestras gentes.