Jadraque: un precursor médico

sábado, 1 junio 1974 2 Por Herrera Casado

 

No quieren ser estas líneas más que una breve nota recordatoria de un hecho que, por todos ignorado, supuso un importante avance en el sistema de prevención de graves afecciones infeccionas, como es, entre otras, la viruela. Los tímidos y lentos ensayos que, a lo largo del siglo XVIII, van produciéndose en Europa para conseguir la inmunización activa contra la viruela, y que culminaría en 1796 con la aportación de la vacuna antivariólica por el médico inglés Eduardo Jenner, tuvieron también su cabida en las tierras de la Alcarria.

La práctica de las inoculaciones se inició en el siglo XVII, de donde fue traída a Europa, en sus conceptos generales, por Lady Montagne, esposa de un diplomático inglés en Constantinopla (1), llegando a ser sometidos a la inoculación antivariólica los infantes reales ingleses por influencia de sir Hans Sloane, en 1722 (2). Aquí en España, consta que desde bastante tiempo antes, los aldeanos de Lugo utilizaban este método de las inoculaciones para prevenirse contra la viruela (3), y ya en 1733 el universal y doctísimo padre benedictino fray Benito Feijóo difundió en sus escritos el fundamento y utilidad de esta “inoculación antivariólica” de la que, afirmaba, “en España se ignora por la mayor parta qué cosa sea” (4). En general, siempre se ha tenido como primeros iniciadores de este sistema preventivo a varios médicos vascos, que comenzaron a practicarlo, de manera sistemática hacia 1771-72. Lo que tratamos hoy de recordar es cómo, seguramente, a raíz de la divulgación en España de los conceptos sobre la variolización por el padre Feijóo, un cirujano de Jadraque comenzó a practicarla en su pueblo hacia el año1733, consiguiendo proteger de la viruela a toda la población jadraqueña durante los cuarenta años aproximadamente en que practicó tales medidas. Es muy posible que fuera este hombre quien primero ensayara este método, de un modo científico, entre la población.

Conocemos esta noticia por le libro que escribió don Timoteo O’Scalan a finales del siglo XVIII (5), en el que, tratando de reivindicar para nuestro país la primacía en el ensayo de la inoculación antivariólica, alega el testimonio que, por solicitud del príncipe de Maserano, embajador de España en Londres en 1733, dio el Duque del Infantado en el sentido de que “hacía mucho tiempo que se conocía la inoculación de las viruelas en Jadraque”, villa de su pertenencia. Creo que es más ilustrativo copiar lo que O’Scalan nos dice en su referida obra: “en efecto, el Duque hizo tomar por mano de un escribano público, varias declaraciones a los ancianos vecinos de aquel lugar, y por ellas se vino en conocimiento, que un cirujano… (de la villa de Jadraque)… había empezado a practicar la inoculación más de quarenta años antes de en que se había la averiguación, y con buen suceso, y que desde entonces no había casi ningún padre que no hiciese inocular a sus hijos”.

Una vez bien sentado el dato de la existencia y actividades de este precursor científico en nuestra Alcarria, no queda conocer su nombre, que para nada se menciona en el texto anterior. Hemos acudido a la fuente principal en que se reseñan los profesionales del siglo XVIII en su mitad (6), por ver quien activa en el plano sanitario, hacia 1753, en Jadraque. Aunque la vacunación se practicaba en dicho pueblo desde 1733, vemos como, 40 años más tarde, aún continuaba dicho individuos en el mismo lugar y funciones. Así pues, el promedio de dicho espacio de tiempo corresponde por fortuna el documento que nos ha sido dado a consultar. Era cirujano titular de jadraque don Antonio Martín Pérez, quien ganaba al año un total de 2.610 reales, producto de sus tareas de asistencia sanitaria (entonces el cirujano era un mero ayudante o encargado del médico) y de “algunas barbas” que se le ofrecía cortar, haciendo honor al título de “cirujano –barbero” con que se les conocía en la época a estos individuos. Sus bajas ganancias y la clara prueba de actividades poco ligadas a la ciencia, me hace sospechar que no sea éste el individuo que buscamos.

En dicha relación de Jadraque aparece, también, el médico, que lo era “Don Mathías Pezeño, titular de esta villa y de algunos anexos”, por todo lo cual ganaba al año 7.70 reales de vellón. Cantidad, en verdad, elevada para la época, pues muy pocos médicos de la provincia sobrepasaban esa cantidad (solo don Jacinto Arbeteta, médico de Atienza, con 9.000 reales al año, le aventajaba; don Juan Vélez titular de Cifuentes alcanzaba 7.557 reales, don José Sanz Lorreo, titular y de mayor prestigio en Guadalajara capital alcanzaba los 6.950 reales, y don Domingo Serrano, médico de Budia, percibía anualmente un total de 6.180 reales (7). Estos elevados honorarios, que en siglo XVIII, al igual que hoy, iba aparejado el prestigio con la cuantía de los ingresos económicos, me hacen pensar en que sobre el médico de Jadraque debía concurrir muy especiales circunstancias sociales que le hacía ser de los más conocidos y solicitados de la provincia. Es a él lógicamente, a quien cabría señalar como primer experimentador de la inoculación y vacuna antivariólica en España. Queda, pues, su nombre, como recordatorio para las futuras generaciones jadraqueñas: en don Matías Pezeño cuenta la Alcarria con una de sus más interesantes figuras histórica.

Termina O’Scalan preguntándose por que no se continuó con este sistema de inoculación en Jadraque, debiéndose a ello el que haya permanecido este intento desconocido por los historiadores de la medicina. Decía así: “En verdad no se comprenden los motivos causales que pueden haber habido, para que en punto de Medicina tan clásico, como este, quedase repentinamente sufocodado dentro del mismo Pueblo de Jadraque, sin poder propagarse su noticia a los pueblos vecinos, y de estos a la capital del Reyno” Las ideas demasiado avanzadas suele ser, también, patrimonios de los valientes. Cuando ya están adocenadas y dominadas, es cuando todos creen en ellas. Esto le ocurrió en Jadraque a don Matías Pezeño con sus inoculaciones antivariólicas.

NOTAS:

(1)   V. Matilla.- “Manual de Microbiología y Parasitologías”, Madrid 1962, 3ª ed., pág. 156.

(2)   E. H. Ackerknecht, en “Historia Universal de la Medicina”, Barcelona 1972, t. V, pág. 115.

(3)   A. Hernández Morejón, “Historia bibliográfica de la Medicina Española”, Madrid 1850, t. VI, pág. 306.

(4)    B. Feijóo, “Teatro Crítico Universal” V, XI, 60. Lo menciona G. Marañón en “Las ideas biológicas del padre Feijóo” Madrid 1962, pág. 168.

(5)   Timoteo O’Scalan, “Ensayo apologético de la inoculación o demostración de los importante que es al particular y al Estado” Madrid 1792, pp. LXXIII, y ss.; también en Hernando y Marañón, “Manuel de Medicina Interna”, tomo I, Madrid 1920.

(6)    En el llamado “Catastro del Marqués de la Ensenada”, o Interrogatorio para establecer la contribución única, hecho en 1753, que se conserva de muchos pueblos de nuestra provincia en el Archivo Histórico Provincial, en el Palacio del Infantado de Guadalajara.

(7)   Datos tomados el citado “Catastro…” en las relaciones correspondientes a dichos pueblos.