Riosalido: una sueño en piedra

sábado, 6 abril 1974 0 Por Herrera Casado

 

A muy pocos kilómetros de la ciudad de Sigüenza, por el camino que hasta Atienza nos conduce, llegamos al pequeño lugar de Riosalido, en el que los siglos pasados nos han dejado interesantes huellas de arte y personajes. Dentro de su iglesia parroquial, oscura y silenciosamente, duermen en piedra el sueño de los siglos don Pedro de Gálvez y su esposa doña Ana Velázquez de Ledesma. Dediquemos hoy unos minutos al recuerdo de su paso por el mundo.

Vivieron estos personajes en la segunda mitad del siglo XVI, en esos momentos en que España se ha declarado a sí misma como la más poderosa e inabarcable de las potencias mundiales. Carlos V, y luego su hijo Felipe II, lanzan sus tercios, sus naves y sus teólogos hacia el dominio indiscutible de la tierra. Dentro de ese universo, con olor a manzana catedralicia y a baldosín escurialense, surge la figura de este hombre que aquí, en Riosalido, está ya en piedra blanca eternizado. De la vida de este caballero conocemos algunos datos por la lápida que en su capilla de la parroquia de Riosalido colocó en su memoria (1), y por algunos datos que fray Toribio Minguella aporta (2). Nació don Pedro Gálvez en la ciudad de Sigüenza, y en ella, en su Universidad, se licenció en Medicina, llegando pronto a ocupar el puesto, muy codiciado por entonces, pues era fuente de buenos ingresos económicos y alta posición social, de médico del Cabildo de la catedral de. Sigüenza. En 1556, ya actuaba en este puesto sanitario, junto con el Dr. D. Juan .Gutiérrez. Una idea de la importancia del puesto, nos la da el hecho de que ambos galenos arribaron a muy elevados cargos médicos en la corte filipina: concretamente en esa fecha, el 3 de agosto de 1556, el Cabildo seguntino dio permiso al Dr. Gutiérrez para llegarse a Madrid, donde Felipe II le reclamaba a su servicio. En él quedó definitivamente. Años más tarde, el licenciado don Pedro Gálvez también sería llamado, quedando encargado del cuidado de la salud de la reina, del príncipe heredero y demás infantes, y siendo nombrado además del Consejo médico de la «Santa y General Inquisición», cargo para el que se necesitaba una indudable pericia política.

La fecha de su muerte nos es desconocida, pero tuvo lugar seguramente en la última década del siglo XVI. Aunque nacido en Sigüenza y afincado muchos años en la Corte (Madrid y El Escorial), su morada definitiva pasó a ser el suelo de Riosalido, por haber recibido aquel lugar en señorío. Es allí donde se centra todo el recuerdo y la obligada evocación.

El matrimonio Gálvez‑Velázquez fundó en la parroquia del pueblo del que fueron primeros señores, una capilla bajo la advocación de la «Gloriosísima Asunción de Nuestra Señora». Y en ella instituyeron una serie de mandas piadosas con el objeto, tan propio de la época en que se desenvuelven, de ganarse el cielo a base de emplear sus caudales en misas, memorias, altares y demás obras pías. De la lápida que todavía se conserva en la iglesia de Riosalido sacamos estos datos: dotaron en su capilla dos capellanías y ciertos aniversarios; dejaron dote suficiente para casar dos doncellas cada año, ayudar a un estudiante a seguir su carrera (nos imaginamos que médica o eclesiástica), y redimir un cautivo de sus villas que en África estuviera bajo el poder del Islam. En la villa de Palazuelos, la bien murada, dejaron también «cierta ayuda para el pecho de doze pobres con un aniversario que en cada un año se les ha de dezir allí». Como se ve, la intencionalidad de don Pedro Gálvez y su mujer sobrepasaba lo meramente religioso, para llegar a diversos aspectos sociales de gran interés. Incluso en Sigüenza nos consta que dejó también la cantidad de 50 reales anuales para ayudar a soltar algún preso de la cárcel cada Pascua de Navidad. Es una lástima que nada haya quedado de su testamento, que debía ser muy ilustrativo acerca del modo de distribuir sus riquezas un matrimonio noble del siglo XVI español (3).

Además de estos mandamientos socio-­religiosos, levantaron una capilla en la que aún quedan importantes huellas del arte renacentista. Para presidir dicho lugar, encargaron un altar dedicado a la Asunción de María, que hoy se conserva íntegro en la nave principal de la parroquia de Riosalido. Una talla muy aceptable de la Virgen lo preside. A sus lados hay cuatro tablas de santos y santas; rematándolo, un relieve de la Santísima Trinidad y dos medallones. En la predela está lo mejor; centrándola, aparece en bajorrelieve el grupo de los doce apóstoles, con su policromía original intacta. A sus lados, las imágenes orantes de don Pedro Gálvez y doña Ana Velázquez, también en medio relieve y policromada. La primera de ellas la vemos en la adjunta fotografía. Es obra muy aceptable de fines del siglo XVI, ya en pleno clasicismo herreriano, que debemos conservar con verdadero cariño.

En la capilla propiamente dicha quedan, por una parte, la gran reja que la da acceso de la que ya me ocupé en trabajo anterior (4), y el enterramiento de los fundadores, del que también acompañó una fotografía (5). Se trata de una obra bastante mediocre en cuanto a la técnica con que está realizada, pero interesante en alto grado por las escasas muestras que de este arte funerario quedan en nuestra provincia. Aparecen las figuras de don Pedro Gálvez y doña Ana Velázquez esculpidas en bajo relieve, con la cabeza prácticamente exenta, sobre las losas sepulcrales. Visten a la usanza de fin del siglo XVI, ella con vestido liso, cenefa plateresca en el centro, y manto curiosamente anudado a los pies, tocándose la cabeza con un caperuzón ajustado. El viste también sencillamente, y se  cubre con capa lisa, calzando botas altas. Doña Ana sujeta un libro entre las manos, y don Pedro un rosario. Las cabezas apoyadas en sencillísimas almohadas, y recorriendo el borde del sepulcro, que se apoya directamente en el suelo, una leyenda latina destrozada en parte.

Este es el recuerdo, somero pe­ro cordial, que cabe hacer de este hombre que alcanzó dentro de su profesión, la de médico, un elevado puesto en la España de Felipe II. De su vida, y de su fiel permanencia en el blanco mármol de Riosalido, han querido ser estas líneas digna recordanza.

Notas:

(1) Se conserva actualmente adosada a la pared de la capilla de la Asunción, al lado del Evangelio, en el presbiterio del templo, donde están las estatuas yacentes de los fundadores.

(2) Fr. Toribio Minguella, “Historia de la Diócesis de Sigüenza y de sus obispos”, Madrid 1913, tomo III, pp. 567‑68, tomados de las Actas Capitulares del Archivo de la S.I.C. de Sigüenza.

(3) Lo he buscado infructuosamente en el Archivo Histórico Nacional, en los papeles procedentes del convento franciscano de San Antonio, en Sigüenza, donde se conservaba. Durante la guerra de la Independencia fué todo su archivo destrozado. En los papeles referentes al monasterio de Santa Ursula, de Sigüenza, A.H.N., sección Clero, legajo 2203, se dice a propósito del convento franciscano: «cuando las tropas del excelentísimo Sr. Conde de Luchana fueron alojadas en este edificio, fué casi todo el archivo destrozado»… «el convento ha sido asaltado repetidas veces por las ventanas, después de arrancadas sus rejas».

(4) Véase «Hierro de Sigüenza: Una reja inédita», publicado en NUEVA ALCARRIA de 2‑3‑74.

(5) De él se ocupó, describiéndole someramente, don Ricardo Orueta en su obra «La escultura funeraria en Castilla la Nueva».