En el sexto centenario de Lupiana

sábado, 13 octubre 1973 0 Por Herrera Casado

 

El próximo día de San Lucas, 18 de octubre, se cumplirán exactamente los 600 años de la creación por el Papa Gregorio XI, de la Orden monástica de San Jerónimo, que tan importante papel jugó en los grandes momentos del desarrollo imperial español, y que tuvo su cuna y primitivo asiento en el alcarreño enclave de Lupiana, pues de allí salieron, siendo aún solamente «ermitaños», fr. Pedro Fernández Pecha y fr. Pedro Román, para solicitar del Papa, a la sazón con sede en Avignón, la aprobación de una nueva Orden por ellos creada, resultando, pues, su primer monasterio éste de San Bartolomé de Lupiana.

El aniversario creemos es de verdadero relieve, y no quisiéramos pasara desapercibido de los alcarreños devotos de su región y sus pasadas grandezas. Pues aunque la Institución Provincial de Cultura «Marqués de Santillana» prepara un acto conmemorativo y se aplica en la elaboración de un libro‑estudio acerca de los jerónimos con motivo de esta efemérides, en la fecha exacta del recuerdo no va a haber otro palpable homenaje que el que la Dirección General de Correos le tributará con la edición de un sello postal, en el que aparecerá el momento de entrega de la Bula aprobatoria por Gregorio XI a fr. Pedro Fernández Pecha, tomada de una pintura en la bóveda del templo conventual de San Jerónimo en Granada.

Ahora, aunque sea brevemente, y pequemos de reiterativos en este tema que ya es conocido por muchos de vosotros, quisiéramos trazar las cuatro líneas generales de lo que sucedió en Lupiana hace seis siglos, y el esplendor que de sus altas almenas grises hoy rodeadas por el verde intenso de su porque se irradiarla hacia el resto de España, sin salir nunca de nuestras fronteras, pues fue la jerónima una orden eminentemente hispana, con su correspondiente proyección iberoamericana.

A lo largo del siglo XIV, y de una manera que los apologistas de la Orden jerónima quieren milagrosa, fuéronse juntando por diversos lugares de Italia y España algunos hombres dados a la vida contemplativa y penitencial. Se reconoce como iniciador de este movimiento al italiano Sucho, quien, vela la continuación de las ideas de San Jerónimo en orden a una intensa vida espiritual. Fue concretamente al núcleo formado en los alrededores de Villaexcusa, junto al río Tajuña, al que fueron a añadirse dos ilustres hijos de la ciudad de Guadalajara: don Pedro Fernández Pecha, «camarero mayor del reino y tenedor de la llave de la reina doña María, madre de Pedro I», y don Alonso Fernández Pecha, obispo de Jaén, hermanos ambos, e hijos del noble caballero de origen italiano don Fernando Rodríguez Pecha, y de la dama arriacense doña Elvira Martínez. Junto a ellos ha de figurar, como partícipe del trío fundador de Lupiana, don Fernando Yáñez de Figueroa, también de noble cuna extremeña, y que dejó una importante capellanía en la catedral toledana por reunirse con los arriacenses en su común intento de radical espiritualidad.

Un tío de los primeros, don Diego Martínez de la Cámara, por serlo de la del rey, junto con su esposa doña Mencía Alfonso, fundó en 1330 una amplia ermita en honor de San Bartolomé, en lo alto del páramo que por el sur rodea a Lupiana. Cuando en 1370, siendo ya entonces patrones de dicha ermita los alcaldes y concejo de Lupiana, solicitaron estos eremitas las dos capellanías con que estaba dotada, les fué concedida y pasaron a habitar la zona, construyéndose alrededor unas humildes cabañas en las que el primitivo núcleo jerónimo comenzó a fraguar su reforma. La poderosa inteligencia y afán de iniciativa de don Pedro Fernández Pecha hizo que en 1373 se decidiera el viaje a la Corte Pontificia en petición de Bula para vivir conforme a la Regla por él elaborada.

Así se hizo. Le acompañó fr. Pedro Román, y fue, como ya hemos dicho, Gregorio XI quien, tras la exposición de sus solicitudes ante el Cónclave de Cardenales, aprobó el deseo del alcarreño de fundar nueva orden monástica, regida en un principio por la regla de San Agustín, pero ya con el nombre de «hermitaños de San Genónimo». Ocurría esto el 18 de octubre de 1373. Hace ahora 600 años. El propio Pontífice les vistió a ambos el hábito, todo él de lana, «la túnica de encima blanca, cerrada hasta los pies; escapulario pardo, capilla no muy grande, manto de lo mismo», y ellos hicieron lo propio con sus compañeros al llegar a Lupiana el 12 de febrero de 1374. Fue en ese día, en realidad, cuando quedó firmemente establecido el primer convento jerónimo, el de San Bartolomé, en Lupiana. Su primer prior, de nuevo bautizado como fray Pedro de Guadalajara, arrancando de él la futura costumbre jerónima de adoptar en religión por apellido el nombre del pueblo o ciudad de su nacimiento, se dedicó con entusiasmo a la tarea de construir un gran monasterio, lo que consiguió en tan solo un año, con las importantes ayudas de sus familiares y nobles amigos de Guadalajara. Sería interminable citar la cuantía y calidad de donaciones que recibió el monasterio en sus primeros tiempos. Su importancia fue en aumento continuo, hasta que en la segunda mitad del, siglo XVI adoptó el patronato de su capilla mayor el mismísimo rey don Felipe II.

Antes de ello, en esos doscientos años que median entre una y otra efemérides, está la clave del surgir y resonar de la Orden toda: varias decenas de prósperos monasterios salieron de Lupiana, fundados por sus monjes: Guadalajara, El Escorial, Fresdelval, Cotalva, El Parral de Segovia, San Jerónimo de Madrid, etc. Su prior era, a la vez, General de la Orden y en Lupiana se reunía cada tres años el Capitulo General, en el que se adoptaban resoluciones que, en muchos casos, afectaban de manera notable al discurrir político de la nación, por lo que el número de asistentes laicos y representantes de la Corte era numeroso.

Son estos unos escuetos datos que ayudan, sin embargo, a comprender la verdadera dimensión qué en la Historia de España ha tenido el monasterio de Lupiana, hoy todavía en pie, aunque en propiedad de una familia que ha sabido cuidar y mantener al máximo el hálito heredado de antiguas épocas. Es nuestra intención dar en semanas próximas varias reseñas de aspectos más parciales de su historia, de sus habitantes, del arte que encierra y aun de las otras fundaciones jerónimas habidas en nuestra provincia.