Doña Aldonza de Mendoza (I)

sábado, 4 agosto 1973 0 Por Herrera Casado

 

Cuento, Guadalajara desde el pasado 11 de julio con su sección de Bellas Artes del proyectado Museo Provincial, de momento situado en la planta baja del Palacio del Infantado, y que gracias al interés de la Dirección General de Bellas Artes, que la ha habilitado para su adecuado montaje, y al decidido afán de la Excma. Diputación Provincial en colaborar con sus fondos pictóricos, se ha podido llevar a cabo en un corto espacio de tiempo.

Cuando el Museo de Guadalajara abría sus puertas, todos los alcarreños nos vimos gratísimamente sorprendidos al encontrar, en el centro, de su sala principal, el enterramiento de doña Aldonza de Mendoza, duquesa de Arjona, que tantas páginas de la historia de nuestra provincia hizo escribir durante el siglo XV. Esta importante pieza de la estatuaria funeraria medieval fué labrada, en alabastro blanco, cuando falleció la duquesa. Ella misma mandó mil florines de oro para hacerlo, ‑ordenando se fabricara de manera «convenyble a my persona», y se situara en el centro de la nave de la iglesia conventual de los jerónimos de Lupiana. No se llegó a colocar allí, sino en el muro de la izquierda del presbiterio, de donde fue retirada en 1835, a raíz de la Desamortización de los bienes eclesiásticos, y trasladada al Museo Arqueológico Nacional, donde durante más de un siglo ha permanecido en un discreto semiolvido del que ahora, afortunadamente, ha salido. Para contento de todos los alcarreños.

La conservación de la escultura es perfecta. Se ignora su autor y él año exacto de su construcción, aunque no se haría mucho después de su muerte. Podría fecharse su talla entre el 1435 en que, muere doña Aldonza y el 1440; y esto sin posibilidades de error por cuanto la moda femenina medieval es tajante en la utilización de sus patrones. El cinturón alto, bajo el pecho, y el vestido recorrido de pliegues perfectos, que, sin embargo, no llegan hasta el borde inferior del vestido. Es la moda usada en los años treinta del siglo XV (1). Descansa la cabeza de doña Aldonza, cubierta de sencilla toca, sobre un par de almohadones prolijamente tallados. Sostiene entre sus manos ‑derechos sobre izquierda‑ un rosario en dos vueltas. El borde inferior de su vestido está también cubierto de minuciosa decoración mientras los pies se elevan unos centímetros sobre el plano del sarcófago, para proporcionar más perfecta horizontalidad al cuerpo de la difunta. A lo largo del reborde del catafalco corre una inscripción de letras góticas, pintada en negro sobre el alabastro, que dice así: «le doña aldoca de medoca qe dios aya dupesa de arjona mujer del duqe don fadrigue fino sabado XVIII días del mes de junio año del nascimiento del nro salvador ihu. Xpo de mil e quatrocietos e XXXV años» (2). La sustentación del bulto funerario es un bloque alabastrino en cuyas cuatro caras aparecen los escudos de la familia rodeados de vegetación o figuras ce­lestiales.

Es curioso observar que, conforme alo que casi siempre ocurre en la escultura funeraria, se representa al difunto con los rasgos más acentuados de la vida. La duquesa de Arjona está viva en el alabastro. Y más joven aún de como sería en su muerte, acaecida cuando frisaba los cincuenta años: su garganta llena, sus labios frescos, su nariz tersa, sus ojos turgentes y su frente sin arrugas son la misma imagen de la belleza serena, del plácido sueño reposado. Claro es que el escultor no buscaba reflejar los efectos de la muerte en la estatua de doña Aldonza, (sí lo buscaba, y lo consiguió plenamente, Alonso de Berruguete cuando talló al Cardenal Tavera, en Toledo, dejándonos una de las mejores esculturas funerarias de todos los tiempos) pero no le hubiera venido nada mal un poco de fidelidad a la obra, siempre sabia y hermosa de la naturaleza.

Para situar en el tiempo y la historia a doña Aldonza, hay que recurrir a nombrar todas las personalidades, que ocupan el siglo XV alcarreño: era hija del almirante don Diego Hurtado de Mendoza, ya desde el siglo XIV muy introducido en estas tierras de Guadalajara, donde poseía heredades, señoríos y vasallos en gran número, Casó don Diego en primeras nupcias con Doña María de Castilla, hija natural del rey Enrique II, y de ese matrimonio nació doña Aldonza. Bastante joven quedó huérfana de madre, y el almirante volvió a casar, ahora con doña Leonor de la Vega. De ella nació, entre otros, el universal don Iñigo López de Mendoza, que llegaría a primer marqués dé. Santillana. Nunca se llevaron bien los dos hermanastros, fundamentalmente por causa de la madre del segundo, doña Leonor. Casó doña Aldonza con don Fadrique de Castro, descendiente por línea natural del rey don Pedro el. Cruel, cargado de títulos y riquezas, ostentando con superior orgullo el ducado de Arjona. Por causa de cierta tibieza en el servicio al rey Juan 11, cuando la guerra con los infantes de Aragón, fué encarcelado por el monarca, a quien no le dolían prendas de familiaridad, pues era en realidad primo, aunque muy lejano, del duque. Este murió preso en la fortaleza de Peñafiel, dejando ricamente heredada a su viuda, de la que no había logrado descendencia.

De la vida de doña Aldonza, fundamentalmente a raíz de la muerte del duque de Arjona, haremos un breve repaso en el próximo número de NUEVA ALCARRIA.

(1) Carmen Bernis, «La moda, y las imágenes de la Virgen», Archivo Español dé Arte, tomo XLIII, 1970, pág. 193 as. Carmen Bernis, “Indumentaria Medieval Española” 1956

(2) La inscripción que actualmente figura en el enterramiento, ha sido pintada hace poco tiempo, quizás para colocarle en el Museo de Guadalajara, y se ha hecho con una distribución de las frases diferentes a como estaba anteriormente. Véase la fotografía que acompaña este trabajo, y compárese con la lámina XIV del tomo I de la «Historia de Guadalajara» y sus Mendozas», de D. Francisco Layna Serrano. Testó dos días antes de su muerte, a 16 de junio de 1435, en la villa de Espinosa de Henares. El original de su testamento se conserva, en el Archivo Histórico Nacional, sección Clero, pergaminos del monasterio de Lupiana. Inexplicablemente, el Dr. Layna afirma en varios lugares de su obra que la duquesa murió en julio, cuando está suficientemente demostrado que fué el mes anterior.