Sobre el doctor Gutiérrez de Solórzano

viernes, 14 junio 1968 0 Por Herrera Casado

Publicado en Nueva Alcarria, el 14 junio 1968

Aunque está muy extendida la máxima «Polvo eres y en polvo has de convertirte» yo creo que no es exacta del todo, pues no es en polvo en lo que nos convertiremos al morir… sino en papeles. Y digo esto, porque, al querer averiguar sobre la vida del doctor don Gutiérrez de Solórzano, me he dado cuenta de que el único sitio donde una persona sigue estando al cabo de los siglos, es en los papeles. Sea o no sea importante. Haya o no haya realizado grandes hazañas. Todos quedaremos en los papeles al morir. Es una forma más de supervivencia, un resistirse con­tra los elementos.

El doctor Gutiérrez de Solórzano, aunque fue una gran personalidad en su tiempo, no tiene, hoy por hoy, otra vivienda conocida que unos cuantos papelotes viejos: los libros de grados de las Universidades de Sigüenza y Alcalá; los expedientes de prueba de nobleza de su nieto, del caballero santiaguista don. Juan del Castillo, amigo suyo, e incluso un expediente de nobleza de sangre relativo a él mismo; en el archivo de la Real Casa, y en algunos libros médicos y poéticos de su época.

La mayor cantidad de datos acerca de la vida del doctor Gutiérrez de Solórzano, la obtenemos del expediente de pruebas de nobleza de su nieto don Juan Gutiérrez de Solórzano y Castañeda, capitán, natural de Madrid, hechas en 1671 para poder recibir la venera de la Orden de Santiago. Es cosa conocida que para poder obtener un título nobiliario, o conseguir la entrada en una Orden Militar o Civil, había que demostrar en los siglos pasados, limpieza de sangre y ascendencia, sin manchas de morisma, judería o profesiones poco dignas. Así pues, al redactar uno de estos documentos, salían a relucir la vida y milagros de varios ascendientes, del que quería demostrar su nobleza.

De esta manera sabemos que don Juan Gutiérrez nació en Cifuentes. Su partida de nacimiento no se ha encontrado pero se puede supone que nació hacia 1560. Sus padres aran Eugenio Gutiérrez de Solórzano, natural de Solórzano y María del Castillo, natural del Castillo, en la merindad de Transmiera. Ambos eran vecinos de Cifuentes. Según este mismo documento, ya en el año 1609 era don Juan un hidalgo, pues en esta fecha mantuvo pleito con las villas de Madrid y Cifuentes porque no querían reconocerle su hidalguía y los beneficios que ella comportaba. El doctor ganó dos pleitos en este sentido, con lo que su nieto del mismo nombre tenía ya un dato a favor en cuanto a nobleza de sangre.

El doctor Gutiérrez de Solórzano tuvo tres hijos: don Francisco Gutiérrez de Solórzano, que nació en Madrid, llegando a ser ayuda de cámara de Felipe IV. Este era padre del que quería entrar en la orden de Santiago. Tuvo el doctor otras dos hijas: una llamada Francisca, y otra Eugenia. Esta última se casó en Guadalajara con Jerónimo de Urbina Pimentel, y que quizás fuera sobrino del gran poeta alcarreño Luís Gálvez de Montalvo, pues su madre se llamaba Teresa Gálvez de Montalvo. Existe certeza de que el doctor Gutiérrez de Solórzano estuvo casado con la madrileña dolía Luisa de Alvir, que hizo testamento en 1652, pero parece que esta había sido su segunda esposa, ya que un testigo de este documento dice que la primera esposa del doctor fue enterrada en el convento de monjas de la Concepción Jerónima de Madrid, el 4 de noviembre de 1634, y dándose el caso de que el doctor Gutiérrez escogió también esta sepultura. Se sabe que en 1638 vivía enfrente de la parroquia de San Sebastián, pero luego se trasladó a una casa propia en la calle de Carretas. Esto nos lo cuenta don Pedro Calderón de la Barca, que fue amigo del doctor de Cifuentes.

Don Juan Gutiérrez de Solórzano, que vivió la mayor parte de su vida en Madrid, fue uno de los muchos hombres que hicieron realidad el Siglo de Oro español, bajo los reinados de Felipe IIII y Felipe IV. Ese mismo ambiente gentil y literario fue el que impregnó al médico, haciendo de él un doctor humanista, que, sin llegar a destacar demasiado, todo nos hace suponerle dado a las discusiones estilísticas entre culteranos y conceptistas, admirador de la gravedad de Calderón, paseante del Prado, amigo de Velázquez o Zurbarán… Sin grandes aptitudes para la poesía, pero llevado de su amor hacia lo bello, acudió a unas fiestas que se dieron en Cifuentes en honor del Santísimo ‑Sacra­mento, y allí costeó la impresión de un libro, con todas las poesías, recopiladas por Diego Manuel, que se leyeron en aquellas Justas Poéticas. Escasos fueron sus pinitos literarios. Son suyas la aprobación del libro «Historia de Virtudes o Propiedades del Tabaco», de Juan de Castro (Córdoba, 1620) y su Censura al «Discurso sobre el Monte Vesubio» del doctor Fernando Cardoso (Madrid, 1632).

Por lo que respecta a su vida profesional como médico, podemos decir, resumiendo, que en 1581 obtuvo el titulo de Bachiller en Artes por la Universidad de Alcalá. En 1585 obtuvo el mismo título, pero por la Facultad de Medicina de la Universidad de Sigüenza. Posteriormente, en 1587, obtuvo la licenciatura en Artes por la Universidad de Alcalá, y, en esta misma Universidad, se licenció y doctoró en Medicina en diversos ejercicios hechos en los meses de marzo y abril de 1592. Al llegar a Madrid con su flamante título en el bolsillo, acudió a las amistades de su pueblo. El licenciado Blas de Ruy García, protomédico del Rey, natural de Cifuentes, introdujo al joven doctor Gutiérrez de Solórzano en la Corte. Des­de entonces, su carrera fue rápida. El 18 de octubre de 1629 fue nombrado médico de Cámara de S. M. Felipe IV, cargo que juró el 11 de febrero de 1632. 600.000 maravedís al año era lo que cobraban los médicos de Palacio. Por aquellas fechas, los médicos eran muy bien considerados… y mejor pagados. En 1636 consiguió nuestro doctor ser médico de la Suprema Inquisición, mostrando la genealogía y expediente de limpieza de sangre necesarios para obtener este título. Debió morir poco después, hacia los 80 años.

He aquí resumida, en pocas líneas, la vida de otro hijo ilustre de la provincia, en este caso, más concretamente, de Cifuentes, y que creo tiene derecho a ser hoy recordado por todos nosotros.